jueves, abril 18, 2024

El último capitán

Por Daniela von Simons

Con el ceño fruncido, con su andar lento. A paso firme y con el único objetivo de llegar a la mitad de cancha y levantar los brazos, fiel a la historia y la mística del club. Así ingresaba Nicolás Tagliafico al campo de juego mientras portaba en su brazo izquierdo el brazalete que le indicaba a todo el mundo que era el capitán de Independiente.

Llegó al club en 2015 y, en tan solo dos años, se convirtió en líder y símbolo de un equipo que en el 2017 conquistó la Copa Sudamericana. Reunía todas las cualidades que un capitán aspira tener: compromiso, sacrificio y el afán por mantener una buena relación tanto entre el plantel y dirigentes como también con el público. Era el comunicador principal dentro del vestuario y fuera de la cancha, el que aconsejaba a los jóvenes del equipo y que demostró tener un grado de influencia que trascendió los límites del campo de juego.

Tagliafico siempre se preocupó e interesó por las glorias e ídolos del club y en 2017 participó de un homenaje a Ricardo Pavoni y Pepé Santoro, en el que, mediante un video, expresó un pedido para que dos tribunas del estadio Libertadores de América llevasen sus nombres.

Con el objetivo del saludo histórico que las figuras llevaban a cabo antes de cada partido, Tagliafico entendió y sintió a la perfección lo que tenía que transmitirse en ese momento: “Acá está Independiente, vinimos a ganar”, le había contado Pavoni, el capitán de las épocas de gloria entre 1965 y 1976 y quien ganó nueve títulos internacionales en el club. Identificado con el puesto de lateral izquierdo, Pavoni sostiene que ser capitán no es sólo llevar la cinta.

Entrega, esfuerzo y sacrificio. Esas pueden ser las tres palabras para describirlo a la perfección, pero lo que generó en Independiente va más allá. Lejos de ser recordado por haber metido goles, ya que convirtió sólo 2 en 111 partidos, Taglia marcó la diferencia a la hora de pelear una pelota y nunca darla por perdida, hasta el punto de tirarse de cabeza hacia los pies del rival en el borde del área chica. Disputaba cada una como si fuera la última.

Con sus ojos posados en la carrera del lateral Philipp Lahm, Tagliafico supo cómo calzarse el equipo al hombro. Versátil cuando se lo necesitó, así como él describe al jugador alemán, el 3 del Rojo asumió el papel de segundo marcador central. A pesar de su 1.71 metros de altura, posee una cualidad extraordinaria en el juego aéreo y la capacidad de acomodar su cuerpo para complicarles la labor a los delanteros rivales.

Amante de la táctica y del buen fútbol como el de Pep Guardiola, analiza cada jugada e intenta entender el por qué de cada movimiento en la cancha. Durante su estadía en el club de Avellaneda adquirió la voz de mando que le hacía falta para ser el caudillo y acomodador de la defensa. Tiene la capacidad y la resistencia de pasar al ataque en cualquier momento y volver a acomodarse en su puesto rápidamente.

Fue la persona que logró unir a todo un plantel con un objetivo en común. Con la seriedad que se necesita para trabajar y la obsesión por el entrenamiento, demostró estar totalmente capacitado para el rol que se le dio en Independiente. Condujo al grupo desde el ejemplo y fue quien marcó las normas a respetar dentro del plantel.

Tagliafico marca, mete y se proyecta. Además, juega con el corazón y se comprometió al 100% con el club y con la rica historia de Independiente. Con la cabeza vendada, como una pequeña muestra de lo que es dentro de la cancha, levantó la Copa Sudamericana en el Maracaná ante Flamengo en 2017. Porque dejó el corazón en cada partido que disputó mientras la cinta de capitán le rodeaba el brazo será uno de los capitanes más recordados del Rey de Copas.

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