sábado, diciembre 7, 2024

El adiós a una parte de la historia de la NBA

Por Ramiro Ohana

El Palacio de Auburn Hills, que supo ser la casa de los Detroit Pistons durante 29 años, fue demolido el sábado 11 de julio en la ciudad de Michigan, lugar donde la franquicia tuvo sus mejores años en la NBA, que incluyeron cuatro finales y tres campeonatos, dos de ellos seguidos.

Desde 1988 hasta 2017, el Palacio albergó a los mejores Pistons de la historia, los famosos “Bad Boysliderados por Isiah Thomas, Bill Laimbeer y Dennis Rodman, que fueron la pesadilla de Michael Jordan en los inicios de su carrera y de casi todos los equipos de la liga. Con un juego muy físico y sin dejar de lado el talento, ganaron dos títulos consecutivos en las temporadas 1988/89 y 1989/90, en los que arrollaron a los Chicago Bulls de Jordan. Catorce años después, comandados por Richard Hamilton, Chauncey Billups y Ben Wallace, lograron su tercer y último campeonato, al derrotar en 2004 a Los Ángeles Lakers de Kobe Bryant, Shaquille O’Neal, Karl Malone y Gary Payton. Al año siguiente, también llegaron a las finales, pero no pudieron contra el San Antonio Spurs de Manu Ginóbili, que promedió 18,7 puntos, 5,9 rebotes y 4 asistencias en la serie a siete juegos.

Para Jordan fue casi un sitio maldito. 19 derrotas y 12 triunfos obtuvo quien es considerado como el mejor basquetbolista de todos los tiempos. El récord perdedor en Auburn Hills del emblemático número 23 fue incluso mucho peor antes del retiro de su archienemigo Isiah Thomas, base de los Pistons: 15 caídas y apenas 6 victorias.

Pero el mítico Palace of Auburn Hills no solo sería recordado por los Chicos Malos y su intenso juego durante la década de los ‘90, sino que también fue considerado el estadio más grande del básquetbol profesional, con capacidad para 23 mil personas. Hoy ese mérito lo tiene el United Center de los Bulls, con 21.711 asientos.

El edificio, además, supo ser sede de los tres campeonatos de WNBA que ganó Detroit Shock en 2003, 2006 y 2008, franquicia que se trasladaría a Tulsa, Oklahoma, en 2010. Al igual que el cuadro femenino, los Pistons cambiaron de aires en 2017 como consecuencia de la renovada estrategia de marketing comandada por la nueva gerencia del equipo, que compró la franquicia en 2011 y quería un estadio más cercano al centro de la ciudad para “renovar” su público. Auburn Hills, una ciudad de menos de 30 mil habitantes, está a casi 40 kilómetros de Detroit, poblado por 4 millones de personas. Por ende, se mudaron a un pabellón de usos múltiples: el Little Ceasers Arena, con capacidad para 20.332 espectadores.

“The Malice at the Palace”: la pelea más recordada en la historia de la NBA

El Palacio no solo fue testigo de históricos equipos, hazañas y campeonatos, sino que también vivió una de las peleas más dramáticas en la NBA: el 19 de noviembre de 2004, Detroit recibía a los Indiana Pacers en un partido de fase regular. Con un 92-87 en el marcador a favor de los Pacers, se dio una confrontación entre jugadores de ambos equipos a 46 segundos de que concluyera el encuentro. Con el ambiente “caldeado”, Ron Artest (por aquel entonces un chico malo y rudo del juego, previo a cambiarse su nombre por Metta World Peace) provocó a la hinchada local, la cual respondió con insultos e incluso lanzaron objetos, hasta que un vaso con bebida impactó en el rostro del alero de Indiana y allí comenzó la batalla campal entre jugadores y aficionados.

El narrador Mark Boyle fue uno de los más afectados de aquella pelea que se produjo cerca de la mesa de anotación, al terminar con cinco vértebras rotas. “Mi esposa me dijo que si hubiera podido evitar que Ronnie fuera a las gradas, nada de eso hubiera sucedido”, recordó con humor el periodista que aquella noche le tocó ser la voz de los Pacers a través de un programa radial.

Otro que reveló las internas de esa bochornosa pelea fue el alero de los Pacers, Stephen Jackson: “Después de todos los insultos racistas que escuché, las palabras sobre mi madre, mi manera de jugar y mis hijos, después de todo eso, no le voy a engañar a nadie que me sentí bien al golpear a los aficionados”, admitió.

Las consecuencias fueron, hasta ahora, las más altas en la historia del deporte profesional estadounidense: nueve jugadores fueron sancionados con un total de 146 partidos y las multas ascendieron a 11 millones de dólares para las franquicias. Cuatro jugadores, todos ellos de los Pacers, fueron acusados de asalto y agresión, por lo que recibieron una multa económica más un año de servicios comunitarios. Por otro lado, a cinco fanáticos de los Pistons, entre los que se encontraba John Green, que era quien había lanzado el vaso, se les prohibió la entrada al Palacio de por vida. Este suceso hizo que la NBA incrementase fuerte medidas de seguridad entre jugadores y público, y limitase la venta de alcohol en los pabellones a 71 centilitros.

Once años después de aquel memorable enfrentamiento, 72 partidos suspendidos y una multa de cinco millones de dólares, World Peace admitió haber atravesado una profunda depresión que estuvo a punto de llevarlo al retiro del básquetbol: “Me costó mucho tiempo recuperarme. Tras la pelea entré en una gran depresión. Estaba en un buen momento de mi carrera. Había sido All-Star el año anterior y probablemente podría haberlo sido un par de años más. Antes del incidente pesaba unos 110 kilos y estaba en una gran forma. Después de la pelea subí de peso rápidamente hasta los 125 kilos. Pensé seriamente en la retirada”, comentó.

Con todo, son más los buenos que los malos momentos acontecidos dentro de las paredes que han sido derribadas en Michigan. Si bien el Palacio desapareció del mapa, no lo hará de la memoria de los aficionados de una franquicia con un rumbo más difuso y alejada de los grandes tiempos de antaño.

Los encargados de realizar esta implosión controlada utilizaron casi 400 kilos de material explosivo para tirar abajo lo que quedaba de la estructura del estadio: tan solo el techo y las 22 columnas que lo sostenían. La historia de los Pistons se esfumó en segundos, mientras que cientos de personas se reunieron en los alrededores y, desde una distancia prudencial, pudieron presenciar el derrumbe, donde se llevará a cabo un emprendimiento inmobiliario a corto plazo por parte del dueño del equipo, Tom Gores.

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