Por Francisco Di Giusto
“¡Tara, lamierda tayo!”, que en nuestro idioma puede traducirse como “¡Vámonos de fiesta!”seguro fue uno de los gritos que se oyó por toda Manila y alrededores el pasado 24 de febrero, cuando Filipinas venció por 93 a 75 a Kazajistán y se quedó con el último cupo asiático para el Mundial de baloncesto de China, que ya está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, la clasificatoria del combinado isleño se vio marcada por un hecho lamentable, y en el que seguro se oyeron términos en tagalo mucho más fuertes, como “Anak nang pating” (hijo de un tiburón): la dura pelea campal en la derrota frente a Australia, el 2 de julio del pasado año.
Todo ocurría con normalidad en el estadio, y si bien Filipinas caía abultadamente por 79-48 frente al conjunto oceánico, no había signos de conflictos o de incidentes. Hasta que, promediando el tercer cuarto, el australiano Dante Kickert chocó al filipino Roger Ray Pogoy cuando este último llevaba el balón. Pogoy, enfadado con su rival, le propinó un codazo en el rostro sin pelota, e inmediatamente recibió un puñetazo en el rostro. De manera excesivamente rápida, la pelea escaló y escaló, incluyendo a cada vez más jugadores, miembros del staff técnico de ambos equipos y empleados de seguridad que intentaban separar a los contendientes. Una verdadera batalla campal se desarrolló durante casi veinte minutos sobre el parqué, con el actual jugador de los Milwaukee Bucks Thorn Maker lanzando patadas voladoras a diestra y siniestra, sillas volando por los aires y el pequeño Pogoy batiéndose a golpes de puño con su rival Kickert.
Luego de que la seguridad y algunos miembros de las selecciones fuera de la pelea lograran separar a los principales responsables, y con la calma retornando dentro de las paredes del estadio, los árbitros resolvieron una decisión insólita: el partido debía continuar, a pesar de que Filipinas tenía solo tres jugadores en la cancha, debido a que el resto habían sido expulsados. Ante tamaña irresponsabilidad arbitral, los filipinos decidieron finalizar el encuentro cuanto antes para evitar conflictos posteriores: Fajardo y Norwood llegaron a la quinta falta adrede y fueron expulsados del juego, y con un solo jugador en la cancha, el partido llegó a su fin por reglamento. ¿El resultado final? 89-53 para Australia.
Las represalias no tardaron en llegar: la FIBA abrió un proceso disciplinario y emitió la decisión de suspender a diez jugadores y dos entrenadores filipinos, como también a tres basquetbolistas australianos por “conducta antideportiva” e “incitación a ella”. Además, ambos seleccionados fueron multados con sumas desde los 100.000 a los 250.000 francos suizos, y la recaudación se utilizó para apoyar el programa social “Basketball for Good”, promovido por la Fundación Internacional de Baloncesto (IBF). Pero el castigo no fue solo para jugadores y entrenadores; la irresponsabilidad de los árbitros de continuar con el encuentro en lugar de suspenderlo también fue castigada: fueron retirados del Programa de Élite de la FIBA, y no podrán ser elegidos para dirigir ninguna competencia internacional por el plazo de dos años.
Todo parecía que tanto Australia como Filipinas serían descalificadas de la clasificación al Mundial, pero no fue así. Los tagalos tomaron una buena racha luego del incidente, comandados por su estrella y jugador de los Cleveland Cavaliers Jordan Clarkson, quien promedió 26,0 puntos, 6,5 rebotes y 5,5 asistencias y 1,0 robos tirando con un 46% de acierto en tiros de campo y un 39% en triples. En China, el combinado filipino comparte grupo con Angola, Italia y Serbia, y espera hacer un buen papel, o por lo menos no irse a las manos.