Por Iván Lorenz
Ariel Scher, periodista, escritor y educador, escribió en su cuento “Bielsa no fracasó” que “Perder no es fracasar”. El maestro, en una de sus clases de Literatura y Deporte que suele dar en el living de su casa, sostuvo que “fracasar es no intentarlo”. La Selección argentina demostró, entre los meses junio y julio de 2019, primero en Francia y después en Brasil, que perder no sólo no significa fracasar. La albiceleste retrucó: perder también puede implicar ganar.
La Selección argentina femenina de fútbol consiguió, en Francia, sus primeros dos puntos en un Mundial FIFA. Había participado dos veces antes de arribar a tierras galas: en 2003 y en 2007, en los cuales anotó únicamente dos goles y perdió todos los partidos, entre ellos, una goleada 11-0 frente Alemania.
Desde el vamos, fue una Copa del Mundo diferente. Llegaron a Francia con el tiempo necesario como para disputar dos amistosos antes de comenzar su sueño. En 2018, habían participado de la Copa América de Chile y habían aterrizado sin entrenamientos encima, a punto del pitazo inicial. Pero este Mundial tenía un antecedente: el pasado 8 de noviembre habían llenado la cancha de Arsenal para disputar el repechaje contra Panamá. Miles y miles de personas se enteraron aquel día de su existencia. Eran invisibles.
Y desde hacía mucho. En 1971, la Selección participó de un Mundial que no es reconocido por la FIFA, pero en donde Argentina derrotó 4-1 a Inglaterra con cuatro goles de Elba Selva ante más de 100 mil personas en el Estadio Azteca. Aquel súper amateur equipo viajó sin cuerpo técnico en el sentido completo y fuera de análisis de la oración: no tenían siquiera entrenador. En Francia, las jugadoras contaron con indumentaria deportiva propia y hasta sponsor.
Sí, indumentaria propia, porque siempre habían jugado con camisetas ya utilizadas, modelos viejos de sus pares masculinos. Adidas diseñó camisetas para las futbolistas y removió las dos estrellas que se encuentran sobre el escudo argentino: porque las jugadoras también tienen su historia y no tiene Mundiales en ella.
Argentina fue a vivir un sueño, porque ya jugarlo era romper con millones de barreras y gambetear una infinidad de prejuicios. Después de 12 años de ausencia, la Albiceleste tuvo representantes en un Mundial. Pero a los sueños no basta con alcanzarlos, porque una vez que se cumple el objetivo, por inercia, se busca más. Y las futbolistas fueron de mayor a superlativo, mostrando un juego que cambió la historia para siempre.
El partido contra Japón en el Parque de los Príncipes fue una locura. La 10 puso con sus pies su nombre en la boca de Argentina. Con cada amague dijo: “Soy la capitana y me llamo Estefanía Banini”. Las futbolistas festejaron un empate 0-0 contra las Nadeshiko. ¿Cómo no hacerlo? La vigente subcampeona del mundo no logró romper el 0 en el partido accesible del grupo. No pudo quebrar el espíritu de un equipo con hambre como para comerse al mundo, vomitarlo y tragarlo de vuelta.
Los diarios tuvieron la necesidad de contar la hazaña. Las jugadoras salían a jugar contra el rival con el objetivo de instalarse para siempre en la cabeza del colectivo argentino. Una Selección que emana y contagia esperanza se presentó a jugar contra otra potencia del Mundo: Inglaterra. La Albiceleste fue el combinado al que menos goles les hicieron las Lionesses: 1-0. Antes del partido, el entrenador británico Phil Neville había confesado que le tenía miedo a las futbolistas argentinas porque jugaban como si el mundo se fuese a terminar.
La derrota le quitó un poco el color al panorama del seleccionado nacional. Y Escocia demostró que podía golpear aún más profundo cuando se puso 1-0 en el Parque de los Príncipes, las mandó a la lona con un 2-0 y las desafió a tirar la toalla con un contundente 3-0. Hasta el diario Olé condenó a la Selección cuando, en el afán de anticiparse y largar la noticia más rápido, publicó, antes del silbato final, que el sueño argentino había terminado. Erraron dos veces: las dieron por muertas y no supieron notar que el sueño recién arrancaba.
Carlos Borrello, el entrenador de las argentinas, metió dos cambios claves: adentro Milagros Menéndez y la jovencita Dalila Ippólito que recibió y, atrevida como si estuviese en el potrero, gambeteó y le dio un pase a la marplatense Menéndez que no falló y puso el encuentro 3-1 a falta de 15 minutos.
Al Mundial fueron a disfrutar y cambiar la historia. Florencia Bonsegundo lo tenía clarísimo cuando la agarró al borde del área y sacó un chumbazo que tocó la arquera escocesa, pegó en el travesaño, picó adentro y puso el partido 3-2. En el Parque de los Príncipes, los corazones latían y los músculos sacaban oxígeno de donde ya no había. En Argentina, millones de personas se prendieron, como nunca antes, al televisor. La que también se pegó a la pantalla fue la árbitra Ri Hyang Ok cuando tuvo que ir a revisar si a Aldana Cometti, la defensora a la cual se le ocurrió mandarse de 9, le habían hecho un penal. El VAR dijo que sí y Bonsegundo, luego de errarlo, tuvo la oportunidad de volver a darle porque la arquera se había adelantado.
Fuerte y al medio, Bonsegundo convirtió. Entre que la pelota subió por la red y cayó al piso, Argentina se paralizó y la Selección quedó en shock sin poder reaccionar y entonces, el grito rompió todo. La número 11 fue corriendo al córner apretándose bien fuerte el escudo con la bronca en sus ojos, se lo golpeó varias veces y se abrazó con sus compañeras. Acababan de remontar el primer 0-3 en la historia de los Mundiales en 15 minutos.
Pero la historia no terminó ahí. El viaje, casi que sí. Finalizó al día siguiente cuando los resultados no se dieron. Armaron los bolsos, pasearon un rato más y emprendieron la vuelta a Argentina, que pintaba negra. Iban a llegar a Ezeiza a las seis de la mañana y parecía dificilísimo que el recibimiento sea grande. Error. Un centenar de personas las estaba esperando con bombos y papelitos para cantar, abrazarlas, sacarse fotos, pedirles autógrafos y llorar con ellas.
¿Qué es ganar? Difícilmente se pueda definir con precisión, pero cambiar la línea temporal se le parece mucho. De Francia trajeron una identidad y demostraron, como durante toda su vida, que hay material para soñar, pero que hay que apoyarlas con acciones reales. ¿Qué hubiesen logrado con más apoyo de la Asociación del Fútbol Argentino?
Se quedaron afuera en fase de grupos. Pero había otros objetivos que se llevaron a Francia después de compartir una cálida despedida con el Seleccionado argentino masculino de fútbol. Fotos por aquí, fotos por allá. Abrazos, intercambio de historias. Se conocieron. Mariana Larroquette posó haciendo su pistola característica en forma de “L” junto a Paulo Dybala que hizo su máscara de superhéroe.
Los chicos se fueron a Brasil habiendo conocido a sus pares mujeres. Jugadores y jugadoras en grupo en Ezeiza. Foto grupal. Inédito. Dos panoramas completamente distintos que defienden los mismos colores. Mientras las argentinas rompían esquemas ante Escocia, los argentinos se preparaban para salir a ganar contra Paraguay en la Copa América después de haber perdido 2-0 en el debut ante Colombia.
Después de atajarle el penal a la inglesa Nikita Parris, ¿Vanina Correa habrá hablado por teléfono con Franco Armani? Lo cierto es que el arquero de River voló al mismo palo que la rosarina y le tapó el remate desde los 12 pasos al paraguayo Derlis González. Aquel 19 de junio, el VAR se vistió de celeste y blanco. Primero en Francia y después en Brasil, cobró un penal que le permitió a Argentina empatar el partido. Bonsegundo aprovechó y después hizo lo propio Lionel Messi.
A los chicos les quedaba un partido con Catar para evitar que la prensa y el país les cayese encima. Fracasados, lo mínimo que se leyó y escuchó después de los subcampeonatos en 2014 del Mundial, en 2015 y 2017 en la Copa América y la eliminación en octavos de Rusia 2018. La Selección argentina masculina de fútbol juega siempre al borde de la catástrofe. ¿Cómo pueden estos futbolistas jugar tranquilos?
Entonces, Leandro Paredes, el cinco argentino, paró la pelota y demostró que, a pesar de cualquier obstáculo, ama jugar cuando se afirmó en el puesto después de un partidazo contra Catar. Rodrigo de Paul explotó y equiparó el despliegue de Bonsegundo. Lautaro Martínez hizo un gol a los 3 minutos y empezó a ganarse al país: el Toro la pelea hasta cuando ya no se puede, como lo hacen Aldana Cometti y Agustina Barroso en la defensa. Los tres cumplieron un sueño. El conjunto argentino le ganó 2-0 al combinado asiático y clasificó a cuartos.
Argentina fue de menor a mayor. El logro más grande del entrenador Lionel Scaloni: formó un grupo. Fue ajustando piezas hasta conformar un equipo que puede jugar sin la necesidad de depender de Lionel Messi que incluso asumió que no hizo la Copa América que esperaba. En el camino, no faltaron las críticas. Empezando por no llevar un cinco puro de marca hasta llegar a “cambios inentendibles”. Scaloni creó un sistema en donde todos recuperan.
El detonante, lo que cambió un poco la mirada sobre Argentina, fue la victoria 2-0 ante Venezuela. Lautaro Martínez se ganó al país definitivamente. Taco, caño y a cobrar a los 10 minutos de juego en un partido que había comenzado diferente. Messi cantó el himno, acción que no dejó pasar absolutamente nadie.
Contra la Vino Tinto Paredes reafirmó su puesto. Y apareció otra gran apuesta: Juan Foyth, aquel enganche de inferiores que se convirtió en central y al que Scaloni le dio un lugar en el lateral, que quedó clausurado. Darwin Machís no le ganó nunca. Ese viernes 28 de junio, Argentina cerró su pase a semifinal con otro gol con perfume juvenil: Gio Lo Celso entró y dio un pase a la red. Un partido que prendió la ilusión, porque por momentos la Albiceleste dominó y fue superior.
Tocaba Brasil, EL candidato.
Scaloni repitió el mismo equipo que se había parado contra Venezuela. Marcos El Huevo Acuña ocupó la banda con Nicolás Tagliafico y vieron bien de cerca la bomba que desenfundó Paredes, que podría haber significado el primero. Rodrigo De Paul se quedó cómodo trabajando con Juan Foyth. Este sí que se trajo lindos souvenirs de Brasil. Lo más vistoso fue la cadera de Philippe Coutinho, que se quebró cuando el defensor pasó la pierna por arriba de la pelota. Y la segunda, una chapita con el nombre “Everton Sousa Soares”. El terror de Gremio no salió al Mineirão en el segundo tiempo, porque no pareció haber jugado el primero.
Unos 45 minutos que dejaron a Brasil 1-0 arriba antes del descanso. La respuesta de los locales y el enigma que no pudo resolver Argentina: Dani Alves y sus subidas que desarmaron a la Albiceleste y le permitieron definir abajo del arco a Gabriel Jesús. Pero los de Scaloni casi que lograron contrarrestar el problema que significó el lateral. Y aquí Mariana Larroquette seguro, pero seguro, que insultó como cuando en el Parque de los Príncipes cabeceó la pelota y dio en el travesaño, porque Sergio Agüero, luego de un centro de Messi, impactó con su cabeza y la puso también al travesaño.
En el segundo tiempo el palo le negó nuevamente el empate a Argentina. Pateó Lautaro y el rebote le quedó a Messi que de volea reventó el poste. Fueron, por momentos, más que Brasil: Argentina remató 14 veces al arco, la posesión fue parejísima. Pero ganó Brasil 2-0. La polémica en el VAR logró que, después de mucho tiempo, la prensa, los jugadores y los hinchas tuviesen una bronca en común y los futbolistas no fuesen el centro de la crítica, sino la CONMEBOL.
Primero, Agüero voló en el área después de que Dani Alves lo desestabilizase. Ni siquiera hubo debate sobre la jugada que terminó en el segundo gol de Brasil. La otra fue grotesca: el mediocampista Arthur le puso un codazo en el área a Nicolás Otamendi digno de un tailandés que practica Muay Thai.
Messi siempre estuvo presente en las protestas a Roddy Zambrano. Fue una Copa particular, en la cual el 10 no fue el líder en el juego, pero sí en el vestuario y fuera de la cancha. También fue de menor a mayor y contra Brasil la rompió. Que por acá sí, que por acá no. Y, al final del partido, remató contundente contra el arbitraje: “Se cansaron de cobrar boludeces en esta Copa América y hoy ni revisaron el VAR. Ojalá que la Conmebol haga algo, aunque no creo que haga nada porque Brasil maneja todo”.
Como afirmó el 10, sus dichos no pasaron desapercibidos, porque a los 37 minutos del partido por el tercer puesto ante Chile, el árbitro paraguayo Mario Díaz de Vivar lo expulsó por un encontronazo con Gary Medel, que también se fue a las duchas. El partido se partió y el buen juego que había mostrado Argentina se diluyó un poco. Los tantos de Sergio Agüero y Paulo Dybala antes de las rojas le alcanzaron a la Albiceleste para finalizar tercera en la Copa América. Messi decidió no asistir a la entrega de la medalla en modo de protesta y destacó el rendimiento del equipo: “Encontramos una idea de juego, una buena dinámica”.
Luego del partido contra Brasil, Lionel Scaloni dijo: “Si los argentinos nos damos cuenta de que a veces perder tiene cosas positivas, habremos dado un paso adelante”. Y Carlos Borrello, después del empate con Escocia, declaró: “Hay algo de luz al final del túnel. Estoy muy feliz con lo que dieron las chicas y cómo se desarrolló todo. Todavía tenemos trabajo que hacer, pero las cosas me parecen positivas”.
Hay futuro. Dalila Ippolito tiene 17 años, Milagros Menéndez 22, Aldana Cometti 23, Florencia Bonsegundo 25 y Agustina Barroso 26. De Francia volvieron con sus nombres y los instalaron para siempre. Se fueron con sueños y los trajeron, porque les dieron a las niñas de Argentina idolas en las cuales verse reflejadas. Juan Foyth tiene 21 como Lautaro Martínez y Leandro Paredes 25 como Rodrigo De Paul. Brindaron tranquilidad en el constante clima de recambio generacional que parecía incierto y poco esperanzador.
La Selección argentina de fútbol allanó un camino que pinta prometedor. Las futbolistas se volvieron en fase de grupos y los futbolistas finalizaron terceros. Gritaron fuerte, gambetearon, trabaron, tiraron caños y barrieron con pasión. Dejaron escritorio a escritorio a la Asociación del Fútbol Argentino, que deberá demostrar con acciones si se responsabiliza por sus planteles, desde tratos más humanos a proyectos serios, o si continúa al margen, ausente, dejando que jugadores y jugadoras sufran las consecuencias de una burocracia endeble producto de las irregularidades institucionales. El tiempo dirá, pero, pase lo que pase, en Francia y en Brasil, ganó el fútbol argentino.