Por Valentín Irisarri
En Porto Alegre pasó el famoso fantasma denominado Maracanazo y se detuvo por unos cuantos minutos a presenciar el partido entre Brasil y Paraguay. Se acercaba el pitazo final del árbitro Eugenio Tobar y cada vez resonaba más fuerte sobre el verde césped. Entre las 23.24 y las 23.33, minutos entre el final del encuentro y los penales, el pequeño gran espíritu merodeó muy cerca de cada jugador, cuerpo técnico e hinchas que nacieron en tierras brasileras. El fantasma se esfumó cuando Gustavo Gómez pateó el primer penal para el conjunto Albirrojo pero volvió a aparecerse para empujar la pelota que ejecutó Roberto Firmino afuera del arco en el cuarto tiro.
Todas las ocasiones de gol que generó Brasil no fueron suficientes para quebrar el 0. El palo, las manos del ex arquero de Racing Roberto Fernández y la mala puntería de los jugadores verdeamarelos hicieron que haya que extender el partido ante el máximo sufrimiento –y mayor disfrute de los neutrales- habido por haber en los partidos definitorios “mano a mano”: los penales.
CONMEBOL decidió quitar el tiempo suplementario en los cuartos de final –si lo habrá en caso de ser necesario en las siguientes instancias- para que los jugadores no se desgasten físicamente y puedan provocarse lesiones musculares. Esto favoreció al seleccionado comandado por Eduardo Berizzo, que todo el encuentro decidió defenderse cerca de su arco, y aún más cuando a los 57 minutos se quedó con un jugador menos debido a la expulsión del defensor Fabián Balbuena –el árbitro Roberto Tobar había cobrado penal y luego de revisar el VAR decidió dar tiro libre-.
El estadio Arena do Gremio era un olla de presión. Los más de 45 mil espectadores brasileros no podían creer la resistencia paraguaya y hasta temieron una similitud con aquella definición en el Estadio Ciudad de La Plata en la Copa América 2011, donde Paraguay eliminó a Brasil por penales tras una exótica definición 2-0 luego de fallar siete penales entre los dos equipos.
Pero no fue así. Willian sacó ventaja luego del tiro errado por parte de la Albirroja, al igual que Marquinhos y Philippe Coutinho en cada penal brasileño. Miguel Almirón, Bruno Valdez y Juan Rojas empataban la serie transitoriamente para Paraguay. Hasta que llegó el turno de Firmino. El recientemente campeón de Europa desvió su tiro para ponerle suspenso a la definición. Las pocas caras que se hicieron presentes en las tribunas por parte del equipo de Berizzo cambiaron rotundamente y se llenaron de ilusión, aunque duró poco. Llegó el turno del quinto penal en los pies de Derlis González –de un magnífico partido en los 90 minutos- pero le pegó mordida a la pelota y salió a unos cuantos centímetros del arco que custodiaba Alisson.
Gabriel Jesús volcó toda la experiencia adquirida en el último tiempo pese a su juventud y sentenció el último penal para expulsar al fantasma Maracanazo y aliviar al pueblo brasilero que se ilusiona con volver a levantar la Copa luego de 12 años. Enorme es poca, la presión que tiene la selección dirigida por Tite por ganar un título en sus tierras, ya que no lo logra desde la Copa América 1989.