Por Paula Borda
A los 4 años, su papá ”Ricky”, profesor de Educación Física, la llevó por primera vez a su lugar de trabajo: el Club Racing de Trelew, uno de los clubes de básquet más reconocidos de la pequeña ciudad. Y a los 13 se encontró siendo la única mujer en un campo de juego de 28 por 15 metros. Martina Torres, o “Martu”, pasó de viajar 8 horas en ruta con sus padres, a tomar la línea del colectivo 29 que la deja justo en la puerta del Club Obras Sanitarias de Buenos Aires.
En algún momento le dijeron que no podía jugar más con los varones, que no podían llevarla más como una integrante del equipo, no estaba autorizada para jugar los partidos oficiales.
Hay una luz de fondo que hace contraste con su figura alta; el living está oscuro por la hora y por un momento el lugar parece tornarse en una sala donde prevalece la privacidad, “Yo quería que me vean jugar”, dice. La odisea de encontrar un espacio para competir fue cada vez más frecuente. La liga femenina no existía casi en ningún lado. “El pueblo de Luis” y las instituciones deportivas no se percataron de que las niñas también entrenaban. Pero un día, a su corta edad, Carmen de Patagones la invitó a jugar y Buenos Aires se convirtió en su nuevo hogar. Viajar los fines de semanas se había vuelto una costumbre, pero los gastos cada vez pesaban más. Hoy acorta sus viajes y cada vez que sale de cursar del profesorado de Educación Física en ISEF, se cruza a entrenar con sus compañeras.
Los medios de comunicación de la Patagonia le hacían una y otra vez las mismas preguntas: “Siendo una jugadora del Interior, ¿cómo fue tu paso a la Ciudad de la Furia?”. Periodistas que en su mayoría eran conocidos de la zona, visitaban a menudo su quincho para entrevistarla. Poco a poco, su mamá, “Vivi”, iba decorando con medallas y tapas de diarios aquel espacio largo construido a base de ladrillos y cemento, que dejaba ver los cuadros, sin dejar de lado las distinciones y trofeos que tanto “Martu” como su hermana, Agustina, iban consiguiendo. Pese a esto, sigue publicando en todas sus redes sociales alguna que otra postal para compartir los logros de su hija menor.
Martina, hoy ya con 21 años, desde hace tiempo se recupera de una lesión en la rodilla. Empezó a correr y la adrenalina de arrancar de nuevo está intacta, igual que cuando quedó preseleccionada por primera vez para la Selección Argentina Femenina U-14. Las lesiones siempre la han acompañado, y los comentarios nunca le influyeron: “No me dejó de importar nunca el básquet”, y unos ojos brillosos reflejaban una de sus principales cualidades: persistir.
El Facebook de su madre podría relatar, o por lo menos visualizar, su trayectoria como jugadora. Martina siempre se ríe cuando recuerda su cara en la tapa de los diarios que cuelgan en su casa, pero un comentario se le escapa y entre risas dice: “¿Como si fuera quién?”…