Por Felipe Iturbe
Cada chico que empieza en el baby o en un club de barrio no sabe lo que puede ocurrir en el transcurso del tiempo. No es consciente. No hay presión alguna. Solo pide la pelota y se divierte. Nos situamos en 2008 y la carrera de Thiago Fernández estaba por comenzar, aunque él no lo supiera. En ese momento jugaba contra categorías más grandes y ahora es una de las principales figuras de la Liga Profesional.
Thiago empezó a interesarse en el fútbol cuando su madre lo llevaba a Kimberley para ir a buscar a su hermana, Delfina, quien hacía futsal allí. A partir de ese momento, no se alejó de la pelota y a los cuatro años comenzó a jugar en el baby del club de Villa Devoto. Luego de un tiempo, a los diez años, su técnico de ese momento lo llevó a probarse a Vélez para cancha de once y desde ahí que la joyita y “El Fortín” tienen una unión que no los separa.
Delfina, jugadora de Pinocho, fue fundamental para él en su etapa en Kimberley porque fue una de las entrenadoras que tuvo, además de que es la responsable de que le guste el fútbol y es la que le enseñó la rabona que hace con tanta frecuencia. “Nos poníamos hacer competencia de pegarle de rabona al travesaño. Me dio un par de consejos y la verdad es que me sirvió mucho”, dijo Fernández para ESPN.
Aunque al principio no fue tan fácil estar en Vélez por la competencia que había e incluso tuvo que bajar a Liga porque no lo citaban para jugar. Su madre, Verónica Montano, habló sobre cómo fue todo ese proceso y cómo acompañó para que pudiese seguir adelante: “Era difícil verlo desmotivado, porque en Kimberley era distinto, jugaba siempre y en Vélez te mandaban la citación y no estaba. Yo siempre le dije que lo acompañaba a todos lados, pero el día que no tenga ganas de seguir, digo, ya está. Después se empezaron a dar las cosas”.
Pero como lo caracteriza al joven talentoso, supo gambetear esos duros momentos y logró salir adelante y todo evolucionó muy rápido. Comenzó a jugar en sexta división y enseguida lo subieron a la Reserva, pudo firmar su primer contrato con la ayuda de su madre por ser menor de edad y en un abrir y cerrar de ojos, todo el esfuerzo realizado valió la pena, Thiago ya entrenaba en la Primera de Vélez Sarsfield. “Las expectativas las tenía, más que nada por lo que habló con Delfina, que me decía ‘mamá es distinto, sabe hacer esto, sabe hacer lo otro’, pero no pensé que iba a ser tan rápido”, contó Verónica.
Pero no todo es fútbol y su madre se lo hizo saber, siempre fue insistente para qué estudiase algo, porque la carrera del futbolista es corta y nunca se sabe qué puede pasar. Thiago le hizo caso y tras la influencia del Kinesiólogo de Vélez, Facundo Caloggero, en 2023 empezó a estudiar Kinesiología en la UBA, pero tuvo que dejar porque los horarios no le coincidían, y este año se pasó a la Universidad Abierta Interamericana, lugar donde trabaja Caloggero. Con la cursada más organizada y la ayuda de la facultad, logró tener una mayor regularidad y hasta tuvo que agregarle a su rutina llevar los apuntes a cada viaje y cada concentración para no quedarse atrasado con las materias.
Su debut como profesional fue el 21 de abril de 2023, cuando Vélez cayó frente a Colón por 2 a 1 en Santa Fe, partido en el que sumó setenta minutos. Su madre, muy emocionada, recordó ese día y contó qué es lo que siente cuando lo ve jugar: “Uff, se te vienen todos los años, que estuvimos yendo para todos lados. No me perdí ningún partido, ni de baby, ni de Futsal, ni de once. Voy siempre, y verlo ese día fue algo muy lindo. Verlo llegar a lo que él quería. Era como listo, llegaste. Estás donde querías, donde tanto soñaste”.
Ese nene que jugaba con una camiseta que le quedaba inmensa de lo chico que era. Ese nene que cuando tenía doce años lo compararon con Lionel Messi por la gambeta y el atrevimiento que tenía. Ese nene que desparramaba jugadores en las canchas de baby. Ese nene hoy es una de las más grandes promesas y principales figuras del fútbol argentino.