Por Martina Alzogaray
Oscar Moreno tiene 53 años y fue parte de la Selección de los Murciélagos dos veces campeón mundial y ganador de la medalla de plata en los Juegos Paralímpicos en Atenas 2004. Más allá de lo futbolístico en esta entrevista se cuenta la vida de un hombre que supo salir adelante a pesar de las adversidades y convertirse en un jugador que defendió los colores de Argentina con la máxima ilusión de llevarla a lo más alto.
En su infancia la pelota siempre tuvo protagonismo, pasó por clubes barriales pero para él no era más que un pasatiempo o un juego divertido para un niño, la idea de una vida futbolística estaba lejos. Nadie se imaginaba lo que el futuro le preparaba.
Enrique Nardoni (director técnico de los murciélagos en aquel entonces) fue quien le propuso que sea parte del equipo. “Mi primer equipo de fútbol fue Ardek, Enrique era mi entrenador y me dijo que tenía los pies redondos pero que si yo aceptaba, podía competir para la Selección que estaba armando”, expresó.
Lo apodaron “Muro” ya que ningún jugador rival lograba pasarlo fácilmente, Moreno recordó un encuentro frente a España en los Juegos Paralímpicos en el que aseguró que los españoles lo odiaron por su habilidad para cubrir en su posición e interrumpir los ataques de sus oponentes.
– ¿Qué creés que los destacaba como Selección de Los Murciélagos?
– Convivimos prácticamente y eso generó confianza y respeto. Fue un equipo perfecto.
– ¿Cómo eran los entrenamientos?
– Me encantaban, eran cuatro días por semana y a veces hasta doble turno.
– ¿Qué fue lo más difícil de estar en Los Murciélagos?
– Estar lejos de mi familia fue un sacrificio.

Oscar supo que iba a perder la vista en su totalidad con 11 años de edad. Su madre cada vez que visitaban al oftalmólogo salía llorando con la preocupación de que ese día llegara y no supiese cómo iba a continuar la vida de su hijo. Nació con un cuarto de visión de lo que una persona debe tener y en un principio se sintió desorientado sin tener un rumbo fijo pero poco tiempo después comenzaron las nuevas costumbres para él.
– ¿Cómo te desenvolviste luego de perder la vista?
– Me enteré que había una escuela de ciegos en La Matanza, pregunté qué había para mí y me dijeron que lo primero era usar el bastón para que me pueda independizar y después aprender a estudiar.
Con un bastón de guía y con el sistema braille, cuyo método se basa en una pizarra con casilleros y puntos donde cada combinación es una letra del abecedario, asumió una nueva realidad. En el proceso conoció a su primera esposa con quien compartió años y tuvieron dos hijos.
– ¿Dónde la conociste?
– Era mi vicedirectora del colegio 511, ahí terminé mis estudios.
– ¿Cómo pasó eso?
– Armé un grupo de docentes y un grupo de alumnos grandes de 18 para arriba. Salíamos a los teatros y a cenar. Hasta que terminé casándome con la vicedirectora, tengo dos hijas con ella.
Los nuevos aprendizajes no se quedaron solo en la vida cotidiana del ex jugador sino también en su lado futbolista: calcular la distancia, correr e intuir si se chocaba con algo o alguien, la obligación de frenar en cada instante antes de hacer alguna acción. A su vez destacó el hecho de aprender a usar otro sentido como el del oído y toda la exigencia personal que conllevo solo fue para aportar a Los Murciélagos.
– ¿Hiciste otros deportes adaptados?
– Empecé con el atletismo y llegué a correr en maratones de Adidas, New Balance y Nike con personas como Guillermo Andino (periodista) y Macu Mazzuca (locutor).
– ¿Por qué te retiraste del fútbol adaptado?
– Mi retiro fue forzoso y hasta incluso te diría que me echaron. Era una piedra en el zapato para el presidente de la FAD ( Federación Argentina de Deportes para Ciegos), así que la comisión decidió hacerme a un lado porque a mí no me gustaban algunas cosas que hacían.
– ¿Qué cosas?
– Por ejemplo en 2006 nos habían otorgado indumentaria para nosotros pero la directiva se quedó con varias prendas, observamos personas con las camisetas que nos faltaban y nosotros seguíamos sin tener vestimenta nueva. Un día fui con el equipo entero a reclamar y a decirles que no nos íbamos a presentar en la cancha hasta que no esté la ropa y solo así aparecieron las cosas. Y obvio, ¿quién te va a querer si vos ponés trabas para todo?
– ¿Qué otras situaciones pasaron?
– Hubo una donación muy grande de galletitas y las teníamos que llevar a un lugar que en aquel entonces se había inundado. Nadie supo qué pasó con esas galletitas.
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En un gran giro, la vida llevó a Oscar a ser ferroviario. En un inicio fue en el tren Mitre pero a día de hoy lo cambió por la línea Sarmiento. Vende botones y lápices negros, por la mañana hace de Morón a Moreno y por la tarde el tramo completo (Once-Moreno). Tiene creado un speech que sigue todas las semanas y es allí donde atrapa a los clientes; en ese breve guión nombre su trayectoria en Los Murciélagos.
– ¿Por qué empezaste a vender en los trenes?
– Yo arranqué en enero de 2025, sinceramente siempre me gustó la idea pero a mi mujer no tanto. Decía que era peligroso, creía que no era un ambiente bueno para alguien como yo. Arranqué igual, me gusta subirme y estar con la gente, al principio no estaba tan suelto como ahora.
–Mencionaste que siempre te gustó la idea de vender ahí arriba, ¿qué sentís?
– Es lindo cuando te tocan para pedirte lo que vendés luego de verte. Recibo felicitaciones todo el tiempo tanto por ser el Muro y por vender siendo ciego.
– ¿Te felicitan?
– Sí, es raro ver a alguien con un sentido menos, que trabaje y no esté pidiendo.
–¿Qué pensás de eso?
– No está bueno pero me gusta sentir que capaz motivo a otras personas con mi misma situación u otras. Una vez me crucé a un chico en silla de ruedas que quería jugar básquet adaptado y no se animaba, cuando me contó eso yo le sugerí que lo hiciera y que no se limite. Somos nuestro propio obstáculo.
– ¿Cómo es el ambiente en el tren?
– Yo me llevo bien con todos, hay un respeto hacia mí. Trato de no meterme mucho. Vendo y me voy a mi casa sin molestar a nadie.
– Para vender ahí, ¿hay que hablar con alguien o es libre para cualquiera?
– Yo puedo vender sin límites. Reitero, trato de no meterme ahí.
– ¿Cuánto ganás?
– Ganancia poca, pero siempre tengo para volver a invertir.
–¿Qué opinás sobre el gobierno de ahora?
–Voy a ir a hablar con el Presidente, es algo que tengo pendiente y lo voy a hacer en cuanto tenga la oportunidad.
–¿Qué querés hablar con él?
–Muchas cosas.
–¿Te agrada?
–Mirá, yo no tengo bandera de ningún partido político. Representé al país y pasaron varios presidentes. La Secretaría de Deportes siempre nos apoyó, hoy por hoy estando Milei, sigo trabajando como cualquier persona.
Moreno está con su esposa hace 24 años y comparten 5 hijos.
– ¿Cómo te llevás con tus hijos?
– Muy bien, aparte de trabajar en el tren tenemos un puesto de tortillas. Estamos ahí todos juntos, preferimos un ambiente más familiar antes de contratar empleados. Con mi hijo de 20 andamos por todos lados. Estudia para ser profesor de educación física, quizás decidió ejercer eso por mí y todo lo deportivo.

– De tus 7 hijos, hay dos gemelos.
– Con mi mujer pensábamos que éramos jóvenes y que íbamos a quedar solos ya que los demás habían crecido. Comenzamos a buscar otro bebé, ella tuvo dos embarazos atípicos. Aparecía la bolsita pero el embrión no. Hasta que aparecieron los gemelos.
– ¿Qué hicieron para sobrellevar ambas situaciones?
– Pedimos mucha cadena de oración y por suerte salió todo bien luego.
– ¿Creés en Dios?
– Sí, vamos a la iglesia. De hecho los martes, jueves, sábados y domingos bajo antes del tren para llegar a horario.
– ¿Por qué arrancaste a ir?
– Necesitaba algo dentro de mí, que me ayudara.
– ¿Qué enseñanzas te dejaron las situaciones de tu vida?
– Trato de no creerme más por quien fui; no me aprovecho de eso. Hay que recordar siempre de dónde uno viene. Una vez me pasó que mi hijo fue a buscar su analítico y no se lo quisieron dar. Ya venía el problema de antes y, como es verdad que yo antes era una persona atropellada, él no quería que fuera. Fui igual. Subimos a la oficina, el director estaba con el celular y la preceptora en la computadora. Me senté al lado de la puerta y ellos me ignoraban; no sabían quién era. Comencé a decirles el porqué de mi visita al colegio y no me dirigían ni siquiera la mirada, hasta que me enojé y dije todos los títulos que había ganado. De un segundo a otro, ya tenía toda la atención del director y la preceptora; incluso el analítico le llegó a mi hijo en menos de 24 horas por PDF. Ahí notás los diferentes tratos para una persona que es “alguien” y para la que no lo es, y simplemente es un padre reclamando algo por su hijo. Es lamentable.
– Mencionaste que solías ser una persona muy atropellada.
–Sí, en la forma que jugaba se veía –dijo entre risas– fui transformándome de a poco para no ser tan así y calmarme.



