jueves, diciembre 11, 2025

Solana Pereyra: una historia de decisiones, crecimiento y un fútbol femenino en transformación

Por Martina Alzogaray

Comenzó su carrera en San Martín de Tucumán y alcanzó la Selección Argentina. En este texto se recorre su infancia, sus ideas sobre el avance del fútbol femenino y los hitos que marcaron su camino profesional, además de las decisiones que moldearon su futuro y la forma en que su familia terminó aceptando pasión por la pelota.

Su llegada al deporte no estuvo libre de opiniones dentro de su propio hogar. Al principio, en una familia numerosa de ocho hermanos, su decisión de dedicarse al fútbol no terminaba de convencer. Con el tiempo, cuando vieron que aquello no era un pasatiempo sino un sueño que estaba por cumplirse, optaron por acompañarla. Hoy siguen cada partido y ya tuvieron la oportunidad de verla con la camiseta de la Selección Argentina en la cancha, gesto que demuestra cuánto cambió la mirada familiar desde aquellos comienzos.

Nazareno Pereyra, hermano de Solana, expresó: “La verdad que a Sol la admiro como persona y como futbolista. Es una jugadora que, las 24 horas del día, es una profesional. Se ve a la hora de entrenar, en la alimentación que mantiene y en otras cosas, como el compromiso con el gimnasio. Creo que la continuidad que lleva cuesta mucho, pero ella puede afrontarla y disfrutarla”.

También sostuvo que la humildad y la resiliencia de su hermana fueron claves para alcanzar el lugar que ocupa hoy. Consideró que esas cualidades reflejan su esfuerzo por mantenerse y cumplir en cada etapa.

Solana tiene 26 años y con apenas 16 viajó a Buenos Aires para probarse en River Plate y, aunque superó la evaluación, optó por buscar otro rumbo. Fue entonces cuando se incorporó a UAI Urquiza.

 Su etapa en el conjunto de Villa Lynch tuvo uno de sus momentos más destacados en 2019, cuando se consagró campeona del torneo femenino de Primera División 2018-19. Aquella consagración llegó tras una contundente victoria por 4-0 frente a River Plate en la última fecha.

Solana Pereyra integró la Selección Argentina Sub-20 que disputó el Campeonato Sudamericano Femenino de 2018, certamen en el que comenzó a consolidarse como una de las jóvenes arqueras con mayor proyección del país.

 Un año más tarde, el 23 de mayo de 2019, tuvo su debut oficial con la Selección Mayor en un amistoso frente a Uruguay. Su actuación y el crecimiento que venía mostrando en cada convocatoria la llevaron a ser incluida en la lista definitiva para la Copa Mundial Femenina de la FIFA Francia 2019, uno de los hitos más importantes de su carrera.

En enero de 2023 se confirmó su llegada a San Lorenzo, club al que arribó para afrontar una nueva etapa en su carrera profesional.

Gustavo Cánepa, ayudante de campo del plantel femenino de San Lorenzo, describió el compromiso absoluto que la arquera mantiene en su profesión y la dedicación que muestra cada día, tanto en los entrenamientos como en los partidos. Para el cuerpo técnico, su presencia en el vestuario funciona como una voz autorizada que cumple ese rol con naturalidad, aportando conducción y seguridad gracias a la confianza construida. A eso se suman sus virtudes en el campo de juego: los descuelgues de centros, los mano a mano, la buena pegada y el manejo de ambos pies.

Yas Roston, preparadora física de San Lorenzo, resaltó a la protagonista y afirmó que es la mejor arquera del país, una profesional con gran trayectoria y experiencia, aunque con mucho camino por delante. Además, enumeró varias de sus virtudes, entre ellas su juego aéreo, su temperamento para encontrar lo mejor en cada partido y su mentalidad de no conformarse y buscar superarse cada día.

La pandemia la llevó a jugar a España, primero en Tenerife y luego en Oviedo tres temporadas seguidas. Sin embargo, una situación familiar la obligó a decidir: estar tan lejos, a tantas horas de su casa, no le permitía sentirse tranquila. Entendió que regresar no significaba retroceder, sino priorizarse. 

La salud mental para Solana ocupa un lugar fundamental ya que cree que el rendimiento no puede pensarse separado de lo emocional, remarca que cuando algo afecta fuera de la cancha, es muy difícil evitar que eso se refleje en el juego. Ha atravesado momentos de inestabilidad que derivaron en lesiones o bajo rendimiento, por eso es indispensable tener una red de contención que incluya profesionales, amistades y afectos. Es complejo sostener una carrera deportiva en soledad, sin un equilibrio entre entrenamiento, descanso, alimentación y bienestar emocional.

Ser arquera implica otro tipo de presión. Un error de las jugadoras muchas veces se diluye; el de una arquera suele condicionar el partido con un gol. Solana recuerda varios errores que se vieron reflejados en resultados. Puntualizó la importancia del entrenamiento diferenciado y que cada indicación de sus entrenadores es vital, porque siente una exigencia extra por estar en el arco, del mismo modo que sus compañeras la tienen al convertir goles.

Construyó un estilo de arquera que combina técnica, lectura de juego y una presencia que transmite seguridad al equipo. No es solo la última línea defensiva, sino una futbolista que entiende el arco no únicamente como un lugar para evitar goles.

Su formación en distintos contextos del fútbol le dieron herramientas que hoy se traducen en una identidad muy marcada dentro del campo. Creó una confianza poco común. Sabe cuándo salir, cómo acomodar el cuerpo para anticipar y cómo ordenar a la defensa. Sus descuelgues de centros no son un recurso técnico, sino una forma de liderar, ya que devuelven estabilidad al equipo. Esa lectura de tiempos es una de las cualidades que entrenadores y preparadores físicos destacan como uno de sus mayores diferenciales.

Cuando analiza el crecimiento del fútbol femenino en Argentina, ve los avances en infraestructura y desarrollo juvenil. Comentó que le hubiera gustado formarse en el contexto que hoy tienen las juveniles, donde existe mayor organización y competencia. Aun así, sostuvo que la diferencia con otros países sigue siendo grande.

La brecha salarial entre el fútbol masculino y el femenino continúa siendo una de las desigualdades más visibles. Solana destacó que no se trata de aspirar a cobrar lo mismo que un jugador profesional, pero sí de alcanzar condiciones dignas. Explicó que muchas jugadoras deben complementar su sueldo con otros trabajos, porque el fútbol no garantiza estabilidad económica. Para ella, la clave está en que los clubes inviertan y apuesten por el crecimiento real de la disciplina.

La visibilidad cumple un rol fundamental en esa transformación. La televisión y la cobertura mediática mejoraron, pero todavía son insuficientes para su difusión. Señala que incluso pequeñas acciones, como mostrar jugadas o contar historias de las jugadoras, contribuyen a ampliar el espacio del fútbol femenino en el público.

Según Pereyra, el futuro del deporte en el país depende de que las nuevas generaciones encuentren caminos más accesibles. Considera necesario que haya más escuelas, torneos juveniles y clubes comprometidos, y sobre todo, condiciones laborales que permitan vivir de la profesión. También aclaró que los entrenamientos, las competencias y mantener un proyecto deportivo requiere esfuerzo, disciplina y entrega, lo que a su parecer siempre estuvo presente.

El recorrido desde Tucumán hasta la primera división y la Selección muestra no solo una evolución personal, sino también los distintos niveles de construcción que atraviesa la disciplina en Argentina. Su presente se explica por una suma de trabajo técnico, lectura táctica y capacidad para sostenerse en entornos cada vez más competitivos. Se ubica como parte de una generación que continúa afianzando el espacio y ampliando la proyección del fútbol femenino en el país.

El desarrollo del deporte avanza, pero lo hace en un marco donde la profesionalización convive con estructuras todavía frágiles, como contratos que no siempre garantizan estabilidad, calendarios que dependen de los recursos de cada club y una formación juvenil que recién empieza a ordenarse. En ese escenario, historias como la de Solana Pereyra no solo responden a decisiones personales, sino también a un sistema que obliga a las jugadoras a adaptarse a contextos cambiantes, migrar en busca de continuidad o volver para encontrar entornos más estables. Su recorrido entre clubes del interior, experiencias en el exterior y el regreso al país refleja la dinámica de un deporte que crece pero aún exige a las futbolistas manejarse entre oportunidades puntuales y desafíos que condicionan cualquier proyecto a largo plazo.

 

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