Por Pedro Carracedo, Pedro Lujambio, Tomás Ponce y Nicolás Renedo
Bastantes autos y algunos transeúntes pasan por la esquina de Corrientes y Bouchard. Lo hacen y siguen, como si no hubiera nada ahí. La única “atracción”, digámosle así, es la Bolsa de Cereales que está a mitad de cuadra. Allí se dirige buena parte de las personas en la manzana. Todos ignoran el gran estadio, postrado en el mismo lugar desde hace 93 años, que hay frente a sus ojos.
Hoy es jueves 27 de noviembre y mañana será feriado: la noche es ideal para un espectáculo en el Luna Park, icónico estadio de Buenos Aires. Pero no. Este año el Luna no abrió sus puertas, y hasta parece abandonado. La gran cartelera anuncia 30 shows de Luciano Pereyra y Abel Pintos entre noviembre y diciembre… del año pasado. Todo el decorado está cubierto de suciedad, como si nadie se animara a sacarlo. Las rejas de la boletería están llenas de tierra y telarañas, todas las persianas del lugar están bajas y, al dar la vuelta a la manzana, sí puede encontrarse una persona a la que “le importa” el estadio: el indigente que aprovecha el techo para dormir y no estar tan a la intemperie.

Atrás parecen haber quedado las míticas jornadas de deporte o de espectáculos en este recinto. Un día como hoy, la actividad de la zona estaría mucho más viva. Mejor dicho, estaría viva, lo cual ya es un avance. Hoy no hay “manteros” vendiendo las prendas de ropa del evento de turno, hoy los kioscos que hay a una cuadra, sobre Leandro N. Alem, están vacíos, hoy el bar de la esquina sólo aprovecha los clientes que salen de la Bolsa de Cereales.
Entre ellos está Eduardo Cerioni, quien opera ahí hace más de 40 años y es un aficionado e historiador de boxeo. Él estuvo presente en varias veladas, entrenó en el gimnasio que estaba en la esquina del histórico recinto y además, pudo vivir en carne propia lo que es una velada de boxeo en el exterior, tanto en Estados Unidos como en México siguiendo a Miguel Ángel Campanino cuando peleó por el título mundial wélter. Ese 12 de marzo para Eduardo fue especial pero según él, no se aproxima ni un poco a lo que vivió en la década del ‘60 con las peleas que se llevaban a cabo en el templo del boxeo sudamericano. Sin embargo, él no se ata a ese pasado del Luna Park: “Si las remodelaciones son para mejorar el comfort y el refrigeramiento, estoy de acuerdo… así no se podía continuar”. De todos modos, pese a la promesa de arreglos y las distintas versiones no tan claras, en el Luna Park no se ve que nadie esté trabajando a más de 11 meses de su cierre. Su primer cierre total en más de 90 años de historia.
Estos 93 años del Luna Park estuvieron muy ligados a la historia argentina, y no solo al deporte o al boxeo específicamente. Todo empezó en 1931, gracias a la iniciativa de José “Pepe” Lectoure e Ismael Pace, que le alquilaron los terrenos a la empresa Ferrocarriles Buenos Aires al Pacífico. Aquel recinto con el que soñaron, con 4 tribunas, terminó costando más de lo esperado. El proyecto se iba de presupuesto. El libro de Guido Carelli Lynch y Juan Manuel Bordón, “Luna Park: el estadio del pueblo, el ring del poder”, desliza la teoría de que Jorge Nalgay, arquitecto de origen húngaro que se hizo cargo de la obra, les consiguió la financiación a través de un préstamo del Banco Alemán. Por eso, a modo de devolución de favor, el Luna Park albergó una mañana de abril de 1938 la congregación de los nazis austriacos de Buenos Aires para celebrar el Anschluss, la anexión de Austria al Reich. Esta, sin embargo, es una de las dos hipótesis para saber de dónde salió el dinero. La otra teoría sobre la financiación del estadio lo incluye a Natalio Botana, fundador del Diario Crítica, que habría decidido invertir su dinero en el proyecto de Lectoure y Pace. A partir de la inauguración, este periódico cobraría una comisión a cambio. De cualquiera de las dos formas, en menos de un año el estadio estuvo en condiciones de abrir.

El 6 de febrero de 1932, el gran día llegó. El Luna Park abrió sus puertas para los bailes del carnaval, cobrando entradas a $1,50. A lo largo de su historia, tuvo distintos acontecimientos importantes por fuera de lo deportivo que dejaron su marca en la vida de nuestro país. En febrero de 1936, por ejemplo, se realizó el velatorio del tanguero Carlos Gardel, casi un año después de su muerte en Medellín.
El estadio fue testigo del nacimiento de la relación de Juan Domingo Perón, tres veces presidente de la Nación, y María Eva Duarte. En un acto para recaudar fondos para las víctimas de un terremoto en San Juan en enero de 1944, gran parte del gobierno de Pedro Ramírez decidió asistir. Entre ellos, el Secretario de Trabajo y Previsión, Perón. En aquella jornada, una joven Eva Duarte se sentó a su lado en el improvisado palco del Luna Park para la ocasión, y el resto es historia conocida.

Siguiendo con un par de hechos más para cerrar con esto, en 1987, el Papa Juan Pablo II fue partícipe de un encuentro organizado por la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa en el Luna Park. Era la segunda visita al país del representante de Dios en la Tierra. Y si de Dios hablamos, también hay que recordar que en 1989 Diego Armando Maradona se casó con Claudia Villafañe en el Luna Park con más de 1200 invitados.
Aunque estos son eventos importantes del Luna Park y que también tuvieron su huella en la política o en la cultura argentina, hay uno que dejó una marca mayor, y que tiene que ver con el deporte predilecto de este estadio: el boxeo. Hasta 2001, el pugilismo era ilegal para las mujeres. Algunas, como Marcela Acuña, peleaban en el exterior pero no podían hacerlo en Argentina. Acuña incluso competía por títulos mundiales. Cuando habilitaron el boxeo femenino, la “Tigresa” obtuvo la licencia número 1 y afirmó que su sueño era pelear en el Luna Park. Esto se cumplió en diciembre del 2003: venció a la panameña Damaris Pinnock Ortega y se consagró campeona mundial supergallo de la Asociación Internacional de Boxeo. Pero faltaba más. 5 años después, por primera vez dos mujeres protagonizaron el evento principal de una velada en el Luna. Fueron ella y Alejandra “Locomotora” Oliveras. Diez mil personas estaban ahí para ver una pelea femenina. Ese 4 de diciembre, el evento terminó tan tarde que los diarios del día siguiente no llegaron a poner el resultado. En el Olé del lunes, aunque habían pasado más de 24 horas, no se ignoró el combate: salió un mano a mano con Acuña tras su triunfo. Allí, ella reconocía el sueño cumplido pero pedía más. Una velada solo de mujeres y “con los caballeros abajo del ring, aplaudiendo”. Aquella noche del Luna Park terminó siendo un símbolo del avance de los derechos de las mujeres y también de la inclusión en el deporte, que hacía no mucho estaba prohibido para ellas.

Pero, ¿por qué era tan importante para las boxeadoras tener una pelea estelar ahí? Está claro que el Luna Park trasciende la barrera del deporte y significa mucho más que solo boxeo, pero para el pugilismo en nuestro país, el Luna lo es todo. “Es como ser bailarín y que te ofrezcan ir al Teatro Colón”, dice el periodista Ariel Nesci. César Cuenca, que combatió y ganó tres veces en este estadio, narra que cuando le dijeron que pelearía ahí “era más de lo mismo”, pero luego cambió de opinión. “Cuando estás ahí adentro es distinto. Las tribunas, los vestuarios… todo es muy lindo, de todo me queda un lindo recuerdo”.
Casi sin falta, los más grandes boxeadores argentinos tuvieron su evento estelar ahí: Luis Ángel Firpo, José María Gatica, Horacio Acavallo, el “Intocable” Nicolino Locche, “Ringo” Bonavena, Carlos Monzón, Víctor Galíndez, el “Roña” Castro y se podrían seguir enumerando. Desde su primera velada en marzo de 1932, llegó a convertirse en un paso casi indispensable para consagrarse a nivel nacional y llegar a luchar por campeonatos mundiales.
Algunas grandes rivalidades también tuvieron como punto cúlmine una cartelera estelar en el Luna Park. Una de las primeras fue entre el “Mono” Gatica y Alfredo Prada. Se enfrentaron cuatro veces como profesionales y el récord fue parejo: dos victorias para cada uno. En aquella época el enfrentamiento dividió al público y a la política. Juan Domingo Perón no se perdió un solo encuentro entre ambos. La confrontación llegaría a su final el 16 de septiembre de 1953 cuando Prada ganó por nocaut en el sexto round y se quedó con el Título Argentino de los Ligeros.

Alfredo Prada vs José María Gatica, 1953.
Un año más tarde, el entonces presidente Perón también sería parte de un gran evento en el Luna Park. Mediante su embajador en Japón, gestionó una pelea entre el campeón mundial Yoshio Shirai y el crédito local Pascual Pérez. No competían por el cinturón, pero el combate terminó empatado. El gran estadio fue testigo el 24 de julio de 1954 de cómo por primera vez un argentino sobrevivía a una batalla contra un campeón mundial.
“El boxeo es el único deporte que no se juega”, decía Juan Carlos “Tito” Lectoure, dueño (junto a su familia) del Luna Park y encargado de organizar los combates. Pero la manzana rodeada por las calles Bouchard y Lavalle y las avenidas Madero y Corrientes, fue testigo de la excepción que confirma la regla. El 11 de diciembre de 1971, Nicolino Locche se convirtió en “el Intocable”. Esa noche, con sus quiebres de cintura y sus movimientos generó que el colombiano Kid Pambelé errara 155 de los 174 golpes que lanzó. Solo dos impactaron con fuerza. Con ese triunfo, probó que él podía “jugar” al boxeo y se adueñó del público del Luna.
Otras decenas de noches históricas tuvieron lugar en el estadio ubicado en el barrio porteño de San Nicolás. Pero la relación histórica entre el boxeo nacional y el Luna Park no se puede resumir solo en algunos nombres y rivalidades. Son 93 años de sentimiento por detrás. El sueño de cualquier chico o chica que empieza a dar sus primeros pasos en la disciplina. Con el tiempo esto se fue desgastando y cada vez se pelea menos, incluso en los últimos tiempos también fue menos el público. En las mejores épocas del boxeo argentino, se mojaban los asientos para que la gente no pudiera sentarse y así meter más gente. Sin embargo, en estos años sucedió lo opuesto: “En las últimas veladas que fui, hasta ponían telones negros para tapar las butacas vacías. Está difícil que las épocas del Luna Park regado vuelvan”, explica la periodista Brenda Melgar. Sin embargo, el significado del lugar o la mística siguen vivos.
La última jornada de boxeo en el Luna Park fue el 4 de mayo de 2024. Esa noche, en el marco del evento “Gloria y Honor IX”, no todos sabían que era la última antes del cierre. “Algunos sabían que era la última velada, pero yo me anoticié ahí. Se vivió con una emoción particular, sobre todo por la nostalgia”, explica Brenda Melgar.
De los cambios que habrá, aún no hay mucha información. “Esa noche otros colegas me mostraron tres bocetos y no había ninguno aprobado todavía”, señala Melgar. Al día de hoy, todavía no se conoce un plano oficial para saber de qué se tratarán (en futuro, porque parecen no haber empezado) las obras en el Luna Park.
El comunicado oficial de la empresa DF Entertainment, que junto a Live Nation se harán cargo del estadio, expresa que habrá una “transformación sin precedentes” y que se reabrirán las puertas del Luna Park para fines de 2027. Aunque el proyecto no es de público conocimiento, el texto que se encuentra en la web de DF habla de un plan ya decidido. De todos modos, los detalles son pocos. Lo más interesante está en la conclusión del comunicado, en la que se explica que se creará un Museo del Luna Park, que se mejorará la acústica, que se ampliarán las áreas gastronómicas, los camarines, las salas técnicas y las zonas de producción, que habrá nuevos palcos y “experiencias premium”… Todo parece ir orientado en una dirección, que es la de los espectáculos. De deporte, nada

No sería la primera vez, de todos modos, que el Luna Park le cierre las puertas al boxeo. En toda la década de 1990 no hubo ni un sólo evento de pugilismo. “En esa época, me acuerdo de que fui a ver una definición de la Liga Nacional de Básquet entre Boca y Atenas. Y me sacudió, porque no era lo que yo acostumbraba a ver ahí de chico con mi viejo. La reapertura al boxeo en el 2002 fue muy fuerte para mí, que estaba cubriendo las peleas desde el borde del ring. Ese día había una alegría enorme”, narra Ariel Nesci. Está claro que las nuevas reformas mantendrán atento a todo el mundo del boxeo, que espera volver a ver combates en el ring del “Palacio de los Deportes”.
“Es todo muy raro y poco transparente”, sentencia Brenda Melgar. ¿Por qué es poco transparente? Las supuestas tres maquetas solo las vio un grupo de periodistas a través de fotos. Se cerraron las puertas del estadio hace ya casi un año, pero el Luna, como se dijo al principio, luce abandonado. Ni boceto oficial hay, simplemente el texto que sale en la web de DF. Y más allá de la refrigeración del lugar, los cambios no parecerían ser del todo necesarios, sino que “se trata de darle bola a un grupo de inversores”, como dice Melgar.
Estos inversores, encabezados por DF y Live Nation, buscarán sacar el mayor rédito económico una vez que el estadio reabra. Entre las modificaciones edilicias orientadas al espectáculo y que la ganancia que deja el boxeo es baja… ahí es donde corre riesgo el deporte para el que Ismael Pace y “Pepe” Lectoure soñaron este estadio. ¿Qué pasará? Es una incógnita. Pero la historia y la mística del boxeo en el Luna Park no se borran ni aunque lo demuelan.



