miércoles, diciembre 10, 2025

Del sueño de Liberti al nuevo Monumental: la historia de la casa de River Plate

Por Galo Maggi

En el barrio de Núñez, ciudad de Buenos Aires, figura una imponente estructura: el estadio Monumental. No nació como un gigante, sino que se hizo gigante con el paso de los años hasta hoy. Su historia es también la historia del Club Atlético River Plate, que siempre quiso ser más grande que el resto.

A comienzos del siglo XX, River buscaba un lugar para asentarse. Había nacido en La Boca en 1901 y había pasado también por Recoleta. En Alvear y Tagle se levantó un estadio de madera que fue orgullo durante la década de los años 1920-1930, pero pronto quedó chico para lo que el club representaba. En 1930, River ya era de los equipos más grandes del país, por lo que su presidente, Antonio Vespucio Liberti, soñaba con una casa monumental.

La construcción en Figueroa Alcorta comenzó el 25 de mayo de 1935, bajo la dirección de los arquitectos José Aslan y Héctor Ezcurra. El 26 de mayo de 1938, River inauguró su nueva casa en un amistoso ante Peñarol. Tenía capacidad para 70 mil personas, por lo que el estadio ya era visto como moderno y extraordinario. En 1951 se completó la edificación con la tribuna norte, cumpliendo el diseño que Liberti había imaginado. En 1958 se instalaron las torres de iluminación, una novedad que permitió disputar partidos nocturnos e internacionales. Poco a poco, el Monumental se transformó en un símbolo del fútbol argentino.

En la década del 70, River vivió una etapa de renovación institucional y deportiva. Argentina había sido elegida sede del Mundial de 1978, y el gobierno de la dictadura cívico-militar comandada por Jorge Rafael Videla, decidió que el estadio principal sería el Monumental. En 1977 la capacidad superó los 76.000 espectadores y fue allí, el 25 de junio de 1978, donde la selección argentina se consagró campeona del mundo por primera vez en su historia.

Desde entonces, el Monumental pasó a ser más que la casa de River: fue también la casa de la selección. En 1986, como homenaje a su impulsor, el estadio fue rebautizado con el nombre completo de su fundador: “Estadio Monumental Antonio Vespucio Liberti”. Ese mismo año, River alcanzó la gloria máxima al ganar su primera Copa Libertadores y Copa Intercontinental. Martín Narvarte, miembro de la Subcomisión del Hincha, explica que para ellos el estadio es mucho más que un lugar para jugar: “Es el corazón del club. Representa nuestra historia, nuestras alegrías y también nuestras tristezas. Une a diferentes generaciones y nos hace sentir parte de algo más grande que un partido de fútbol”. Narvarte agrega que las remodelaciones recientes, especialmente la renovación de las tribunas bajas, cambiaron la experiencia: “Se siente más cerca de la cancha, la visibilidad mejoró y el ambiente se hace sentir todavía más”.

Durante los años 90 se construyeron nuevos palcos, se mejoraron los vestuarios y se renovaron sectores de las tribunas. También fue sede de la Copa América 1987 y de la final de la Libertadores 1996, cuando River ganó su segunda copa. Al comenzar el siglo XXI, el estadio Monumental ya era una leyenda. Había visto a River conquistar América y al país celebrar un Mundial. Pero el tiempo también se hacía sentir en el estadio. Así que el gigante de Núñez se preparó una vez más para reinventarse.

La década de 2010 no dejó buenos recuerdos. River atravesó momentos difíciles, incluso el descenso en 2011, pero el Monumental se mantuvo firme, como si se negara a caer. En 2014 y 2015, bajo la dirección técnica de Marcelo Gallardo, el estadio volvió a ser testigo de noches épicas. La Copa Sudamericana 2014 y la Libertadores 2015. Cada paso de aquel River victorioso parecía devolverle al estadio el brillo de su historia. Ricardo Ledesma, miembro de la subcomisión del hincha, recuerda los momentos más alegres que le tocó vivir en el estadio: “Uno de los partidos que más recuerdo es la final de la Libertadores 2015. El recibimiento me hizo acordar mucho al de la final en el 96, y después de todo lo malo que vivimos, fue una alegría muy grande”. Destaca también que la propia estructura del Monumental hace aún más grande el aliento de los hinchas: “La acústica, la cercanía de las tribunas y el tamaño hacen que el aliento de la gente tenga más fuerza”.

En 2020, bajo la presidencia de Rodolfo D’Onofrio, el club decidió encarar una renovación profunda. En plena pandemia, comenzaron las obras más ambiciosas de su historia desde su construcción original. Por primera vez en 82 años, el estadio cerró completamente sus puertas. Las viejas butacas fueron retiradas y se bajó el nivel del terreno para acercar las tribunas al campo de juego. El objetivo de modernizar el estadio estaba claro. Se instaló un césped híbrido, similar al de los mejores estadios del mundo.

Las obras avanzaron en dos etapas. La primera terminó en 2021 con la reapertura parcial del estadio y un campo totalmente renovado. La segunda, entre 2022 y 2023, donde se completó la transformación. Se construyeron nuevas tribunas bajas, se reemplazaron todas las butacas, se añadieron palcos corporativos, zonas de hospitalidad y un anillo perimetral que permite la circulación completa. El resultado fue un Monumental distinto. Su capacidad se elevó a 86.000 espectadores, lo que lo convirtió en el estadio más grande de Sudamérica.

En febrero de 2023, con la inauguración completa de las tribunas bajas, el estadio alcanzó su versión definitiva. Bajo la presidencia de Jorge Brito, River presentó oficialmente el nuevo Estadio Mâs Monumental, patrocinado por la cadena de supermercados ChangoMas, aportando 20 millones de dólares en un lapso de siete años. Un símbolo del crecimiento institucional del club y de su lugar de liderazgo en el fútbol argentino. Jorge Lorenzo, más conocido como “Chachi”, integrante de Los Auténticos Decadentes, apunta cómo evolucionó la relación entre los hinchas y el estadio. “Antes, el Monumental era más frío; hoy si se vive diferente y se siente muchísimo más la conexión entre el estadio, la gente y el equipo”. Según Lorenzo, hoy hay otro color en el Monumental: “Ahora se llena siempre en cada partido, no importa el rival, la hora o el clima. Ya desde mucho antes de que empiece el partido la cancha tiene otro color”.

El aire dentro del Museo River huele a historia. En ese espacio, a pocos metros del Monumental, se recuerda al pasado. Vitrinas, fotos y maquetas que reconstruyen, paso a paso, la vida del estadio más grande de Sudamérica. Quien recorre sus pasillos siente que el museo no solo cuenta la historia de un club, sino la de un lugar que acompañó cada encuentro con su gente. En una de las primeras salas, una maqueta iluminada muestra el Monumental tal como fue en su nacimiento. La estructura de herradura, no se compara con su versión actual. Las placas explicativas relatan cómo River apostó por un proyecto en los terrenos de Núñez.

Unas vitrinas más adelante, se encuentran los planos originales firmados por el ingeniero José Aslán, que muestran las tribunas en hormigón armado, las rampas y el círculo de la cancha. En los paneles se destacan las fechas 1938, la inauguración; 1958, la ampliación que cerró la herradura; y 1978, la gran remodelación para el Mundial. A un costado, un video compara imágenes del pasado con los trabajos recientes de remodelación. Se puede ver cómo las antiguas tribunas bajas fueron demolidas y reconstruidas, cómo se acercó el campo de juego, cómo el cemento gris se transformó en un anillo moderno, con butacas nuevas y palcos vidriados.

Más adelante, una pared curva reproduce los nombres de las leyendas que pisaron la cancha. Angel Labruna, Norberto Alonso, Enzo Francescoli, Marcelo Gallardo. Luego, una proyección muestra el avance de las obras recientes: la ampliación de las tribunas, el nuevo césped híbrido y los túneles reformados. La voz en off narra cómo el Monumental alcanzó los 86 mil espectadores. Al terminar el recorrido, desde los ventanales del museo se puede ver el estadio Monumental. Es el cierre ideal, porque después de conocer su historia, está justo enfrente. Un símbolo en la historia de Plate y de la selección.

Hoy, más de ocho décadas después de su nacimiento, el Monumental sigue siendo la casa de River y del fútbol argentino. Desde los tablones de madera de los años 30 hasta el hormigón pulido del siglo XXI. Es un estadio que se rehace sin dejar de ser el mismo y que se expande sin olvidar su origen. En el Monumental se vive distinto los días de partido y en uno de los últimos partidos del Torneo Clausura, en la derrota por 0-1 ante Sarmiento de Junín el 12 de octubre de 2025, no fue la excepción. Al ingresar al estadio, se siente de inmediato la pasión y la emoción desde los molinetes de acceso hasta las escaleras que llevan a las tribunas.

En el partido, la tensión se acumula. La derrota por 0-1 ante Sarmiento no se vive solo en el resultado, sino en las caras en las tribunas. Expectativa, frustración y esperanza. En un mal año, el estadio se hace sentir igualmente. Cada contragolpe del equipo visitante hace que la tribuna contenga la respiración y en cada ataque de River se siente la intensidad en cada grito y movimiento de los hinchas.

Al final, algunos hinchas salen en silencio y otros aplauden. Al salir, se puede ver el imponente estadio detrás: no es solo un lugar para ver fútbol, sino un espacio donde la pasión se vive en cada partido. El Monumental también se respira a través de quienes acompañan al club y representan la voz de los hinchas. 

Mariana Quiroga, integrante de la subcomisión del hincha, destaca la importancia de la historia y de los ídolos que pasaron por el estadio: “Cada parte de la cancha tiene recuerdos de jugadores que marcaron época. Labruna, Alonso, Francescoli, Ortega, Aimar; hay un montón”. Para el futuro, Quiroga siente que aún hay cosas que mejorar, como los accesos al estadio, la seguridad y algunos espacios para que los hinchas puedan disfrutar de manera completa la experiencia de vivir un partido en el Monumental.

El estadio Monumental es historia, memoria y pasión. Desde sus inicios hasta los partidos actuales, sigue siendo el corazón de River y un lugar en donde cada encuentro se vive con una intensidad única.

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