Por Facundo Carratú
En el barrio de Ramos Mejía, se encuentra el histórico Estudiantil Porteño que logró uno de los hitos más importantes del último tiempo. Es el umbral de una gesta que, en el transcurso de solo unos años, ha cambiado el pulso del club y del futsal precisamente: tres ascensos, dos de manera consecutiva, y a partir del 2026 disputará la máxima categoría.
En 2021, Estudiantil Porteño participó por primera vez en el futsal AFA. Es un suceso casi simbólico, porque para muchos el club había sido desde siempre sinónimo de actividades múltiples: deportes amateurs con sus respectivas categorías formativas y algunos torneos de salón. El cambio implicó no solo el uniforme, sino la estructura, los controles, los viajes, la exigencia y la rutina. El objetivo fue claro, adaptarse a la liga y pasar una etapa de transición en esta nueva competencia.
La gente se reúne y convive entre sí, sin importar el deporte que realice. El punto en común es lo social y el sentido de pertenencia. Cuenta con un bar que funciona como “bodegón” y es constantemente concurrido ya que está en el sector principal.
Luego de mantenerse en la Primera D, en 2022 arribó al club Juan Manuel Massola, reconocido director técnico que venía de ascender con Atlanta luego de derrotar en la final a River: “Desde un primer momento los jugadores se adaptaron a la metodología, personalidad y modelo de juego, eso generó un día a día muy lindo”, recordó sobre su primera experiencia en Porteño.
Hace de local en el colegio Salesiano Don Bosco, situado en Pereyra 1085, Ramos Mejía. Por el momento continuará ahí debido a que construir un 40 x 20 no está en los planes. El domingo se espera con ansias. Es el día en el que las tradiciones toman protagonismo: colgar las banderas, limpiar la cancha con la botella de agua en mano o ajustar algún agujero en las redes de los arcos. Son algunas de las acciones que nunca faltan, sumado a las cábalas individuales y colectivas de los protagonistas.
El instituto tiene un predio amplio, los vestuarios con aroma a lona mojada, la cancha también es de handball por ende los palos son cuadrados y molestos a la vez. Posee una tribuna de costado y otra detrás de uno de los arcos. Pese a no ser locales dentro de Porteño, los más chicos acuden a todos los partidos para ver si el día de mañana hacen su lugar en la primera: “De repente un domingo al finalizar el partido comenzaron a bajar los jóvenes de la tribuna y de esa manera se fue transmitiendo el sentido de pertenencia”, concluyó Massola.
Ascender implica un recuerdo para toda la vida pero también representa otro desafío con un nivel de exigencia más alto. Poco le importó a Porteño: consiguió el primer campeonato desde su ingreso a AFA y se coronó tres fechas antes. En 2024 disputó la Primera C y dominó la categoría de principio a fin. En 32 partidos jugados ganó 23, empató 4 y perdió solo 5. Derrotó 2 a 0 a la UAI Urquiza de visitante, y consumó así un nuevo éxito para la historia del club.

Ese campeonato fue más que un título, fue la validación de un proyecto deportivo consolidado desde el primer ascenso en 2022. Porque detrás del primer equipo están las inferiores que juegan un papel importante. Es prioridad que año tras año los chicos se formen para dar el salto a la primera división.
En los alrededores la indumentaria de Porteño reluce a flor de piel, es casi una regla que al ingresar lleves una prenda del “Azulgrana”. Con espacios amplios que permiten evitar aglomeraciones. Porque no solo asisten para practicar algún deporte, sino también van a tomar un café mientras trabajan con su computadora o se reúnen previo a realizar alguna actividad.
Finalmente en 2025, Estudiantil Porteño se consagró campeón de la Primera B cuatro fechas antes y ascendió por primera vez a la máxima categoría, tras una campaña histórica. Cosechó 70 puntos producto de 22 victorias y 4 empates a falta de un cotejo para que finalice el campeonato: “Es una locura, algo inolvidable por el cariño de toda la gente y el grupo que formamos nosotros”, sentenció Jorge Hernan Clapcich, experimentado pívot del equipo. El “Colo” comparte plantel con su hermano Diego “Chapa” Clapcich, quien cosechó su quinto ascenso personal: “Vine a este club con ganas de lograr cosas importantes, los primeros seis meses del año fueron duros pero al final todo tiene su recompensa”, agregó el “Chapa” que venía de sufrir diferentes lesiones en su paso por Arsenal, donde estuvo el primer semestre de la temporada.
Fue el segundo campeonato de forma consecutiva para el equipo de Ramos Mejía. En los pasillos del club las vitrinas se renuevan con los nuevos trofeos, y los socios que alguna vez observaron las fotos antiguas del baby fútbol, hoy disfrutan con los afiches y medallas del futsal que ascendió a la A. La identidad de Porteño se transformó; pasó de ser un club de barrio respetado a codearse con la élite del futsal argentino.

En la fecha 30 del torneo, el Azulgrana recibió a Atlanta con chances de sellar su ascenso de manera anticipada. El partido tuvo de todo: nueve goles, expulsados y una tribuna repleta al ritmo de los bombos y las trompetas. Todo terminó con final feliz para el local. Porteño se impuso por 5-4 con tres goles de su pívot: “Fue mágico, ni en el mejor de mis sueños lo pude haber imaginado de meter tres goles en un partido de esa envergadura”, comentó el “Colo” Clapcich. Incluso llegó a convertir con un hombre de menos: “Siempre es lindo hacer un gol en esta clase de partidos y más especial aún que se haya dado justo cuando nosotros estábamos en desventaja numérica”, declaró Federico Tavare, de los más experimentados del equipo.
El encuentro fue vibrante, palo a palo, con una intensidad a la altura de lo que estaba en juego y Lucas Miceli tuvo una noche para el recuerdo: “Es muy lindo, un premio al esfuerzo y a la perseverancia, uno viene de abajo y conseguir un bicampeonato es una satisfacción enorme”, argumentó el arquero y referente de Estudiantil. Además, se mostró agradecido con Massola ya que fue quien lo trajo a Porteño: “En el club no me conocían, y ver cómo se fue dando todo es increíble. Siempre tuve fe en este equipo, es un club muy ganador ya desde la Metro”, agregó Miceli.
Posterior a los festejos, ocurrió el ritual habitual al finalizar cada partido: la ronda de los jugadores y la gente. Esta vez tuvo la particularidad que se dio a lo largo de toda la cancha, fue la más grande que realizaron. Massola se metió en el medio, agradeció a su cuerpo técnico, jugadores y dirigentes. Finalmente le dedicó unas palabras a todos los hinchas y terminaron a los saltos festejando el tan ansiado ascenso a la A: “La ronda me la inculcó el club a mí, porque es la costumbre que ya tenían. Nosotros lo mantuvimos principalmente gracias al grupo que contagia de una manera que no se puede describir”, completó Massola.
Para comprender la magnitud de esta gesta, hay que detenerse y pensar en lo que es el club en sí. Una institución con historia en la Zona Oeste de Buenos Aires, reconocida por el buen trabajo en los diferentes deportes que alberga pero que le faltaba profundizar sobre uno en particular: el futsal.

Es un proyecto que se ha ido consolidando con el correr de los años. A medida que el deporte fue creciendo, los clubes de barrio fueron los que más sufrieron el cambio. El motivo principal es el económico, el desafío está en cómo competir al máximo nivel cuando la economía no acompaña de la mejor manera. Hay diversas dificultades, algunas de ellas son: falta de recursos, viajes largos, canchas compartidas y doble turno de trabajo.
Actualmente Porteño tiene un buen pasar económico, gracias al aporte de sus socios que tienen diferentes categorías: “socios deportivos” con una cuota ronda entre los 20.000 y 34.000 pesos -según si sos menor, cadete o mayor-, y los “socios generales”, que de cuota pagan 24.800 si son menores o 41.400 si son activos.
Es el laburo silencioso, de formar, de crecer, es la base por la cual puede seguir apostando por el futsal desde hace más de 5 años. Y lo que rodea a la disciplina es fundamental: los padres que llevan a sus hijos y esperan en la tribuna, el utilero que se encarga de que no falten las pelotas ni las pecheras, los hinchas que sin importar la hora y el lugar siempre están presentes. Ese entorno contribuye a que un ascenso no sea sólo deportivo sino también social; el barrio se siente parte y el club es la bandera.
En la semana la rutina se repite: los chicos salen del colegio y van directo al entrenamiento, en el medio se compran su botella de agua o bebida deportiva, con la cara sucia y las piernas lastimadas completan otro día en el club de sus amores y se vuelven con una sonrisa a sus casas.

El plantel de la Primera suele llegar entre treinta/cuarenta minutos antes, se toman unos mates, acuden con el kinesiólogo, se ponen sus botines o zapatillas de acuerdo a lo que pida el preparador físico y saltan a la cancha para una nueva práctica.
Ascender a la A del futsal argentino conlleva consigo un desafío que a muchos les cuesta: mantener la categoría. Por ejemplo, River estuvo cinco años en la B. Otros casos son los de Chicago, Atlanta o Villa la Ñata, tres clubes que acostumbran a estar en la A, hoy se encuentran en la segunda categoría. Para Estudiantil Porteño significa asumir que a partir de 2026 el club compite con la élite, que sus jugadores serán mirados de reojo no sólo por el famoso scouting sino que también para hacerse de sus servicios. Los juveniles tendrán su espejo y se darán a conocer.
El cambio es rotundo: la costumbre de jugar en las canchas del ascenso, donde la luz escasea y los vestuarios están sucios, quedó atrás. La falta de duchas o en el mejor de los casos de agua caliente, ya es anécdota. A partir del año que viene el “Azulgrana” será transmitido hasta por televisión.
Los tres ascensos en cinco años de Estudiantil Porteño son, en esencia, un sueño cumplido, que en algún momento pareció lejano pero hoy es realidad y debe asumirse como tal: “No es normal lo que logramos, por eso hay que celebrarlo. La clave fue mantener el proyecto, confiar en el grupo y adaptarnos a las categorías”, concluyó Massola.
El objetivo de llegar a la Primera A fue alcanzado, pero el camino no concluye, apenas comienza otro. Un nuevo capítulo para Estudiantil Porteño que les permite seguir soñando a quienes lo alientan de toda la vida desde la tribuna, ya sea por el futsal u otro deporte, o mismo también por la cercanía con el barrio.
Bajo las luces de la cancha del Colegio Salesiano, tras el silbato final, el gol del ascenso derivó en un abrazo interminable donde quedó grabada la escena: la camiseta azul-navy ondeando, los jugadores con un habano en la boca, los cánticos clásicos y un festejo que todos los que estuvieron presentes van a recordar.



