martes, noviembre 25, 2025

Hockey, fútbol y futsal: un país que se construye corriendo detrás de una pelota

Por Candelaria Cavagna

En la esquina de una de las canchas de “Futbol Palaá”, en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, a escasos pasos de la de Racing, un chico de 11 años patea una pelota gastada contra un paredón grafiteado. Es el domingo 13 de julio de 2025 por la mañana y la bruma sube como una neblina casi tenebrosa pero al mismo tiempo relajante. En el Club Ciudad de Buenos Aires en Avenida del Libertador, una chica de 22 años camina apurada a las 20:30 mientras esquiva a la gente del camino para alcanzar la cancha de hockey y no tener que correr una vuelta extra por llegar tarde al entrenamiento. Entre esos dos extremos, el potrero y el club de élite, se despliega el mapa de un país que, a pesar de sus crisis, su inflación y sus grietas, encuentra en el deporte un refugio y una herramienta.

En las calles, plazas y clubes de Argentina, el fútbol, el futsal y el hockey no son solo deportes; son parte del latido cotidiano de millones de personas. Desde los barrios más humildes hasta las grandes ciudades, estos deportes se convierten en espacios donde niños, adolescentes y adultos encuentran salud, aprendizaje y comunidad. Pero más allá de la pasión y la identidad cultural, tienen un impacto profundo en el desarrollo integral de las personas y en la construcción de una sociedad.

En Argentina, el deporte no es solo un entretenimiento: es un medio social que articula comunidades y modela la identidad colectiva. Según la Encuesta Nacional de Actividad Física 2023 de la Secretaría de Deportes de la Nación, dato más reciente debido a que se hace cada dos años y la del 2025 todavía no se publicó, más del 58% de la población practica alguna actividad física al menos una vez por semana. Pero solo el 38% lo hace en instituciones deportivas formales, mientras que el resto se las arregla en canchas improvisadas, plazas o playones municipales. La estadística no alcanza para describir el fenómeno. En Argentina, los clubes de barrio, en muchos casos, funcionan como verdaderos pulmones sociales; ahí los chicos comen, estudian, disfrutan del tiempo libre, se cuidan unos a otros. Incluso para muchos chicos el club es la única alternativa para escapar del encierro y de la tentación de la droga.

El deporte es fundamental en mi vida. Tuve que dejar de hacer muchas cosas por el futsal pero yo creo que vale la pena siempre y cuando sea lo que uno quierereflexiona Ramiro Martin, jugador de fútbol de salón en Club Social y Deportivo Pacífico. También afirma que no todo siempre es alegría y felicidad ya que las lesiones y los obstáculos, como persistir pese a no obtener los resultados que uno quiere, tienden a ser frecuentes en la vida del deportista, pero que mientras el objetivo sea claro y la persona siga disfrutándolo la recompensa siempre llega.  

Fue en la década de 1940, con el primer peronismo, que el Estado argentino entendió el poder del deporte como herramienta de política social. El presidente Juan Domingo Perón impulsó una masificación sin precedentes. Se construyeron canchas, polideportivos y se crearon los Juegos Nacionales Evita, que convocaban a miles de niños y jóvenes de todo el país, y no solo buscaban talentos; su propósito fundamental en un comienzo era la integración social ligada a una política de salud pública y asistencia a la niñez al garantizar el acceso al deporte y a la sanidad a los niños y niñas de las clases populares, que históricamente habían estado excluidos de los clubes deportivos y de los chequeos médicos regulares. La actividad deportiva se convirtió en un derecho y en un medio para promover la salud y la disciplina. Los clubes de barrio, con apoyo estatal, florecieron y se volvieron verdaderos centros de vida social y cultural. 

Pero esa misma herramienta, tan poderosa para unir, también podía ser usada de manera negativa. La dictadura militar rompió el tejido social de los clubes y del deporte principalmente al reprimir a militantes y deportistas, utilizar el deporte para fines de propaganda y desviar la atención de la realidad política, además de impulsar un modelo que, a largo plazo, debilitó la estructura de base de las instituciones. Se persiguió a quienes manifestaron resistencia dentro de los clubes, mientras que el régimen promovió eventos deportivos para proyectar una imagen de normalidad y éxito que contrarrestara la violencia de estado y el silencio de la sociedad. 

A pesar de los vaivenes políticos, en cada club de barrio la herencia de las políticas de fomento perduró. Canchas de futsal, de fútbol, de hockey. Los sábados, en la cancha de clubes de barrio como Pinocho, Atlanta o Arquitectura, entrenan o juegan más de 100 chicos y chicas, mientras que en instituciones con más renombre, como San Lorenzo, River o Boca, la cifra escala aún más.

El bullicio es constante en clubes como Atlanta o Parque. Los silbatos resuenan cada 30 segundos, un sonido clásico en las mañanas de Sunderland o entre las dos canchas de hockey en Ciudad de Buenos Aires. Poco a poco, clubes como Pinocho o Arquitectura cobran vida. El eco de una pelota contra el piso se mezcla con el murmullo de los padres y madres que llevan a sus hijos a que practiquen una actividad deportiva y, mientras, toman mate y comen bizcochos con otros padres y se ponen al tanto de las novedades y chismes.

Los niños suelen llegar entre las ocho y las nueve de la mañana a clubes como Pinocho o Ciudad de Buenos Aires y se quedan hasta después del mediodía. Entre el partido de los más chicos antes del mediodía partido y el de la primera división, los chicos almuerzan una vianda preparada por madres y padres que, además de pagar la cuota social, a veces se quedan a ver los partidos y entrenamientos, cocinan y organizan rifas para juntar fondos. La cancha es un segundo hogar. El club es un refugio de la cotidianidad donde el tiempo parece pasar un poco más lento.

Pese a crecer en una cancha de fútbol, a la hora de plantearse si su sueño es llegar a jugar en Primera, los deportistas que quieren dedicarse de manera profesional deben tenerlo en claro lo antes posible ya que conlleva sacrificios. Gonzalo Desaunet, jugador de Racing de Teodelina de Santa Fe, confiesa que desde chico no tenía bien en claro sus objetivos pero al ir creciendo se dio cuenta de que quería ser jugador profesional. “No solo es correr atrás de una pelota como muchos dicen, es un estilo de vida que hay que saber llevar. No muchos tienen la predisposición para afrontar todo el esfuerzo y dedicación” explica el defensor de 23 años con pasado en Defensores de Cambaceres. Además, reconoce que el deporte le enseñó responsabilidad y respeto que lo ayudaron a saber manejarse en la vida.

Sentada en la silla de la mesa de la esquina del bar al costado de las canchas de hockey del Club Ciudad de Buenos Aires, en la que todos los sábados Morena Fernández Gándola, jugadora de hockey de Muni, se sienta a almorzar un plato espaguetis con salsa rosa luego de arbitrar a las niñas de octava división que entrena, explica lo fundamental del deporte en su vida: “Practicar hockey me hizo entender mis emociones, qué es lo que me enoja, además de crear una conexión con tus compañeras que, en mi caso, no conseguí con nadie más”. Con una sonrisa en la cara, Fernández Gándola, destaca el significado que tiene la vida de club. Cuenta que pasa no solo los fines de semana sino también hasta nueve horas semanales debido a los entrenamientos, y que nunca deja de sentirlo placentero.

Según la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENAFyD) 2023, sólo el 30% de los argentinos cumple con la recomendación de realizar al menos 150 minutos semanales de actividad física de moderada a intensa. El sedentarismo está vinculado a enfermedades crónicas que afectan la calidad y expectativa de vida. En este contexto, el fútbol, futsal y hockey se presentan como herramientas clave. Al fútbol lo practican más del 60% de los niños y jóvenes que realizan actividad física, mientras que el futsal creció un 25% en los últimos cinco años. El hockey experimentó un aumento del 40% en la inscripción de jugadoras en la última década, y se consolidó como una actividad que promueve la igualdad y la inclusión.

El Estado, sigue siendo un jugador imprescindible. Desde 2014 existe la Ley 27.098 de Régimen de Promoción de los Clubes de Barrio y de Pueblo, que otorga subsidios y tarifas sociales para servicios públicos. Sin embargo, según la Confederación Argentina de Clubes solo el 40% de los clubes logra acceder de manera regular a los beneficios, porque la burocracia y la falta de información actúan como obstáculos. En muchos casos, sobreviven gracias a rifas, bingos y festivales.

Las disciplinas de alto rendimiento también alimentan un sueño colectivo. Cada medalla olímpica o mundial funciona como espejo para miles de chicos y chicas. En Tokio 2020, la delegación argentina estuvo integrada por 189 deportistas: muchos de ellos surgieron de clubes barriales y apenas podían costearse los pasajes para competir.

Aún agitada y con gotas de transpiración cayendo por la frente, Chiara Ambrosini, jugadora de Las Leonas y de Ferro Carril Oeste, trata de recuperar el aire luego de terminar un nuevo entrenamiento en el Centro de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD) con el seleccionado mayor de hockey. “Más allá del aspecto social que me dio el deporte gracias a los diferentes equipos y personas con las que compartí, el hockey me ayudó mucho a ganar autoconfianza. Siempre me sentí muy acompañada tanto por mis compañeras como por mi familia e incluso yo misma”, revela.

El legado de ídolos como Luciana Aymar, Lionel Messi o Diego Armando Maradona no se mide solo en trofeos. Es inspiración pura para una sociedad que, a menudo, encuentra en la actividad deportiva una forma de sentirse parte de algo más grande. Y ese niño, que patea una pelota gastada contra un paredón cerca del Estadio Presidente Perón o esa chica que camina apurada para no llegar tarde a su entrenamiento, más allá de cualquier situación difícil que tengan en su vida cotidiana, eligen ese momento. La sensación de que no exista nada más alrededor, solamente alcanzar el objetivo, ya sea que pase el tiempo para que aparezcan sus amigos o no llegar tarde al entrenamiento, a sabiendas de que no será la última vez que tenga que esquivar a las personas para arribar a tiempo, pero siempre con la certeza de que las próximas horas serán una pausa en sus vidas para disfrutar de lo que más les gusta: hacer deporte.

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