Por Ignacio Laviana
Alem Yuma es hijo de Elizabeth Copes, que participó en los Juegos de Atenas 2004, y Fernando Yuma, ex entrenador de Paula “La Peque” Pareto. Desde chico desafiaba a luchar a su padre sin tener experiencia, pero hoy, con 18 años, es una de las mayores promesas del judo nacional y sueña con participar en Los Ángeles 2028. Este año obtuvo una medalla dorada en la Copa Panamericana Junior y dos de bronce: una en los Juegos Panamericanos Junior y la otra en los Juegos Argentinos de Alto Rendimiento (JADAR) Rosario 2025.
-Hoy estás en el top 30 mundial de la categoría Junior -81 kg, ¿tu principal objetivo es estar en Los Ángeles?
-Mi objetivo es seguir subiendo en el ranking. Si bien estoy 30, muchos de los que están abajo pasan a ser mayores y también voy a bajar un poco. Apunto a mantenerme entre los mejores, sostener la estabilidad que tengo a nivel nacional y empezar a proyectarme en la categoría de mayores con el objetivo de llegar Los Ángeles 2028. Sería un sueño.
-En junio conseguiste la medalla dorada en la Copa Panamericana Junior, ¿qué sensaciones te llevaste de ese torneo?
-Había que tomárselo con la seriedad de ser el último torneo antes del mayor objetivo del año, que fueron los Juegos Panamericanos. Fui para saber cuáles eran las posibilidades frente a lo que iba a ser Paraguay. Quedaron muy buenas sensaciones y terminé de darme cuenta de lo que era capaz y de que podía luchar por alguna medalla.
-Y en Paraguay obtuviste la de bronce…
-Era a lo que apuntaba, una competencia complicadísima con una clasificación dura. Llegué ajustado con los puntos. Entraban siete por categoría más una plaza para Paraguay, por ser el local, entonces entré justo en el séptimo. No tenía las esperanzas muy altas.
-Pero lo lograste…
-Sí, una vez cerrada la clasificación y adentro del torneo, era darlo todo. Tenía que disfrutarlo y sentirlo como si fuese lo máximo de mi carrera. Por suerte se terminó dando el bronce, aunque queda la espinita de quizás haber luchado por más, porque estuvo la oportunidad, pero son cosas del deporte. A veces uno gana y otras pierde. Se resuelven cosas por detalles mínimos.
-Dos semanas más tarde competiste en los JADAR, torneo de “mayores”, y aun así te metiste en el podio ¿Qué sentiste al competir con gente de otra categoría?
-Fue una competencia durísima, porque era mi tercera vez luchando en mayores en Argentina. Era un torneo que me iba a servir para introducirme en la categoría y para empezar a apuntar a lo que es mayores, en los que cambia la fuerza, la dinámica y un montón de variantes, pero me sentí bien.
-Venís de una familia de judocas, tu mamá compitió en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y tu papá fue el entrenador de Paula Pareto, ¿qué rol cumplió el deporte en tu infancia?
-Yo nací en el tatami, fue algo que tuve presente toda mi vida. Es más, inicié en el deporte de la nada: tenía tres años y le dije a mi papá que quería luchar con él sin haber hecho absolutamente nada, solo con mirar. Esos fueron mis primeros pasos. Hoy lo sigo haciendo con mucho gusto porque lo amo y siento que es parte de mi vida.
-¿En qué momento tomaste la decisión de arrancar a competir?
-A los 10 años empecé a meterme en la parte deportiva seriamente. Si bien lo hacía de manera irregular y como si fuera un juego, fue mi manera de empezar a vivirlo. Sabía que si quería llegar lejos tenía que empezar desde chico.
-¿Cuándo llegaste al alto rendimiento?
-Te diría que el año pasado, que es cuando realmente empieza a haber eventos internacionales. Se pone seria la competencia porque tanto el nivel argentino como el internacional son difíciles, hay que dedicarles mucho tiempo.
-Hablando del tiempo, también sos jugador de handball de Estudiantes de La Plata y formaste parte del plantel que participó en el Sur Centro de Cadetes 2022 y 2023…
-Sí, tuve la suerte de poder representar a Argentina en handball, que fue algo muy lindo. Una experiencia totalmente diferente a lo que es el judo porque es en equipo, con gente de todos los clubes. Es algo muy distinto, pero es un recuerdo muy lindo que me guardo conmigo.
-¿Cómo hacés para combinar las dos actividades?
-Lo llevo como puedo, tengo la semana partida. Se hace un poco difícil a veces con temas de la facultad, estar cansado, ponerme a estudiar, volver y estar sin ganas de hacer nada, pero es parte de mi vida.
-¿Tenés pensado enfocarte en uno de los dos deportes o mantener la combinación?
-Depende mucho de mi salud y mi físico. Va a llegar un punto en el que voy a tener que decidirme porque es imposible mantener el ritmo que tengo. A la larga termina siendo perjudicial, pero mientras tanto prefiero no pensarlo y seguir disfrutando.
-¿Cómo afrontás los gastos de los viajes?
-Para clasificar a los Juegos Panamericanos yo hice siete torneos puntuables, de los cuales cinco me los pagó mi familia y los otros dos me los pagó la Secretaría de Deportes. Fue muy duro eso y en cierta parte se hizo complicado.
-¿Recibís becas del ENARD?
-No, yo lo único que recibo es una beca de la Municipalidad de La Plata.
-¿Crees que en un país como Argentina se puede vivir del deporte?
-Claramente no. Es muy difícil vivir, en mi caso, del judo. Realmente es imposible sin un sustento económico aparte, como puede ser un trabajo o sponsors, marcas que te apoyen. Muy pocas personas en el mundo, sacando a los tops y europeos, lo logran.
-Durante enero y febrero estuviste entrenando en Japón, ¿qué fue lo que más te impactó?
-Estuve casi 60 días allá. Me traje un montón de aprendizajes de judo y de la cultura. Algo que me impactó fuera del deporte es el orden, su forma de ser. Es una sociedad totalmente distinta. Es extraño hasta tirar un papel al piso.
-El judo es un deporte bastante mental, ¿usás rutinas de relajación o concentración?
No, me considero una persona bastante tranquila, aunque tengo mis momentos. Cuando uno termina de luchar tiene la adrenalina al máximo, pero hay que ser conscientes de que el torneo sigue. A veces uno tiene la calentura de poder haber hecho mejor las cosas, pero es buscar la forma. Hay gente que tiene sus métodos, como la psicología.
-¿En algún momento pensaste en implementar eso?
-No, por suerte no lo necesito, puedo controlarme solo. Además cuento con la ayuda de mis papás, que al ser mis entrenadores también están constantemente conmigo. Ellos también son mi cable a tierra para poder tranquilizarme y ser consciente de dónde estoy parado.



