domingo, noviembre 9, 2025

Valentín Perrone: el argentino que acelera hacia el futuro del motociclismo mundial

Por Francisco Frutos

Valentín Perrone tiene apenas diecisiete años, pero cuando baja la visera del casco y acelera su KTM naranja con el número 77, parece llevar toda una vida corriendo. Nació en Barcelona el 28 de diciembre de 2007, pero en su corazón flamea la bandera celeste y blanca. No es un detalle menor que haya elegido representar a Argentina por su padre, Marcelo, nacido en Buenos Aires, el hombre que lo acompañó desde que tenía tres años y se subía, tambaleante y feliz, a una mini moto en algún circuito catalán. 

En los paddocks europeos lo llaman “el argentino de Barcelona”. Es un chico tímido fuera de la pista, pero cuando se pone el casco, todo se transforma. De pronto, la serenidad se vuelve hambre; la sonrisa discreta se convierte en una mirada feroz que busca huecos imposibles entre rivales. “Quiero llegar a MotoGP, pero sé que hay que ir paso a paso”, repite como un mantra aprendido en casa, donde el sacrificio fue siempre el combustible principal. “Mi familia nunca tuvo vacaciones para que yo pudiera correr”, confesó alguna vez, con una madurez que impresiona ver en alguien de su edad.

Antes de llegar al Mundial, Valentín se entrenó en los circuitos más exigentes del Viejo Continente. Pasó por la European Talent Cup y la Red Bull Rookies Cup, donde comenzó a hacerse un nombre con victorias en pistas legendarias como Mugello y Misano. En ese ambiente competitivo, donde los apellidos suelen pesar más que los cascos, Perrone se fue abriendo camino a base de resultados, constancia y una serenidad inusual para un adolescente. 

Idolatra a Marc Márquez, pero su estilo tiene algo propio, una mezcla de agresividad controlada y lectura inteligente de carrera, como si hubiera nacido con el instinto de anticipar lo que va a pasar unos metros más adelante.

El 2025 marcó su ingreso al Mundial de Moto3 con el equipo Red Bull KTM Tech 3. Tenía diecisiete años recién cumplidos y la presión de ser el único argentino en el campeonato. La sombra de Gabriel Rodrigo, su antecesor, todavía flotaba en el ambiente, y muchos lo miraban con una mezcla de curiosidad e incertidumbre. Sin embargo, Perrone no tardó en demostrar que no estaba allí para figurar. Su debut fue áspero, con caídas, golpes y aprendizajes. En Austin sufrió una dura caída cuando peleaba por los puntos, y durante semanas sintió el dolor en los huesos y en el orgullo. Pero esa misma caída se convirtió en el punto de inflexión que necesitaba. “Aprendí más de esa carrera que de todas las anteriores”, comentó después.

El premio llegó en Assen, el templo holandés del motociclismo, donde logró su primer podio mundialista finalizando en tercer lugar, detrás de dos pilotos con más experiencia, pero con la serenidad de quien sabía que ese resultado no era casualidad. En Austria, semanas después, se adueñó de su primera pole position en Moto3, un hecho histórico para Argentina. Los medios europeos comenzaron a mencionarlo como “la nueva joya sudamericana”. En nuestro país, de repente, su nombre empezó a resonar por fuera del círculo del motociclismo.

Pero lo que realmente sorprende en Perrone no es solo su velocidad, sino su mentalidad. Habla poco, pero cuando lo hace, transmite una claridad inusual. No se desvive por la fama, no busca titulares ni polémicas; su mundo gira en torno al trabajo, la disciplina y el deseo de mejorar. En el box, los ingenieros destacan su capacidad para explicar sensaciones técnicas con precisión. Y sus rivales, aun los que lo superan en edad y experiencia, lo miran con respeto, sabiendo que tiene algo distinto, una calma que suele ser el preludio del talento verdadero.

Valentín todavía tiene mucho por aprender. El salto a Moto2 y luego a MotoGP es largo y lleno de trampas. Pero si algo ha demostrado este chico argentino nacido en Barcelona es que su historia no se escribe con suerte, sino con determinación. Mientras otros sueñan con llegar, él ya está allí, aprendiendo, cayendo, levantándose y volviendo a acelerar. En un mundo donde la velocidad lo es todo, Perrone avanza sin prisa, pero sin pausa, con la mirada fija en el futuro. Y en cada curva, en cada bandera a cuadros, lleva consigo una promesa silenciosa: “Devolver a Argentina a lo más alto del motociclismo mundial”.

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