domingo, noviembre 9, 2025

Una actuación que remarcó la supremacía Azul y Oro

Por Javier Alayo

En la previa del superclásico del fútbol argentino, que se disputará en La Bombonera, recordamos el único clásico que también se jugó un 9 de noviembre, el partido en el que Boca Juniors se impuso 2 a 0 ante River Plate en el Monumental, en el año 2003.

Hay superclásicos que siempre quedan en la memoria de los fanáticos, y el del 9 de noviembre de 2003, es uno de ellos. Aquella tarde, el equipo dirigido por Carlos Bianchi visitó al River de Manuel Pellegrini, por la fecha 14 del Torneo Apertura.

Este clásico tomó una gran relevancia para los hinchas del conjunto de la ribera, ya que Boca venía de ganar la Copa Libertadores ante el Santos de Brasil, y el encuentro frente el conjunto de Núñez se disputaba en la antesala de la final Intercontinental frente al Milan.

Todo ese contexto hizo que el Xeneize llegase envalentonado al partido, aunque pocos imaginaban que el desarrollo del encuentro sería tan favorable para el equipo que tenía a Rolando Schiavi como capitán.

Ese día, Bianchi eligió estos nombres para afrontar el duelo ante el rival de toda la vida: Roberto Abbondanzieri; Luis Perea, Rolando Schiavi, Nicolás Burdisso, Clemente Rodríguez; Sebastián Battaglia, Raúl Cascini, Diego Cagna; Matías Donnet; Pedro Iarley y Antonio Barijho. Pellegrini, en tanto, alineó a Franco Costanzo; Rojas, Horacio Ameli, Eduardo Tuzzio, Osmar Ferreyra; Eduardo “Chacho” Coudet, Guillermo Pereyra, Javier Mascherano, Daniel Ludueña; Fernando Cavenaghi y Darío Husain.

En los papeles parecía un encuentro difícil, pero en la cancha se resolvió sin sobresaltos. Sebastián Battaglia abrió el marcador a los 37 minutos del primer tiempo, luego de un centro de Matías Donnet.

En el complemento aparecería una figura inesperada, que hasta el día de hoy sigue siendo recordada por los hinchas de Boca: el brasileño Pedro Iarley, quien tras gambetear a dos jugadores, definió con fuerza al primer palo y decretó el 2-0 a los 52 minutos.

Para muchos, aquel resultado quedó corto en comparación con la superioridad futbolística que mostró el equipo del Virrey.

Con el paso del tiempo, más de dos décadas después, aquel clásico quedó guardado en el alma boquense, un partido que reflejó la identidad y el temple de un equipo acostumbrado a los grandes desafíos.

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