Por Florencia Carnabuci
Serena Williams, una de las mejores atletas de todos los tiempos: 23 títulos de Grand Slam. Una mujer que redefinió el tenis y también lo que significa ser madre, y campeona en un mundo que muchas veces no suele ir de la mano.
Pero detrás de cada trofeo, hubo decisiones. Y una de las más grandes fue esta: postergar la maternidad para hacer historia. Desde muy joven, Serena supo que tenía un talento fuera de lo común. Cada partido, cada torneo, eran una oportunidad para demostrar que sí se podía.
Mientras muchas mujeres a los 20 ya pensaban en formar una familia, Serena pensaba en títulos. Sabía que el reloj biológico corría, pero también sabía que su carrera aún no había tocado el techo. Serena lo dijo sin rodeos en más de una entrevista: “No quería tener hijos mientras siga en competencia. Sabía que no sería justo para mí, ni para el niño”.
Y esa fue una elección valiente. En una sociedad que muchas veces juzga a las mujeres por “dejar pasar el tren”, ella tomó las riendas de su tiempo. Durante más de 15 años, pospuso la maternidad. Se dedicó a su físico, a su mente, a su juego. Hizo lo impensado: dominó un deporte durante dos décadas y lo hizo a su manera. En 2017, con 35 años, Serena ganó el Abierto de Australia embarazada de 8 semanas. Nadie lo sabía: ni su rival, ni los medios, ni siquiera el mundo del tenis. Era la confirmación de que había elegido el momento justo. Ya no tenía que probar nada. Ya lo había ganado todo. En septiembre de 2017, nació Alexis Olympia Ohanian Jr. Pero el parto no fue fácil: Serena casi muere por complicaciones médicas.
La primera hija de la tenista nació un 1 de septiembre de 2017 de urgencia porque había bajado el ritmo cardíaco de la bebé. 24 horas después tuvo una embolia pulmonar -un coágulo que bloquea la arteria de los pulmones- que le provocaba tos y que hizo que la herida de la cesárea se abra. Cuando la operaron los médicos encontraron un hematoma en su abdomen.
Y cuando volvió a las canchas en 2018 ya no era la misma, era aún más fuerte, más consciente, más madre. Aunque no volvió a ganar otro Grand Slam después de su maternidad, su sola presencia fue una declaración de poder: la maternidad no fue el final de su carrera, fue el comienzo de una nueva etapa.
Serena Williams no solo cambió las reglas del juego, sino que cambió la vida de millones de mujeres. Demostró que la maternidad no tiene una fecha fija. Que cada mujer tiene derecho a elegir su camino. Y que se puede ser madre, pero también líder, deportista y leyenda. Porque a veces, postergar no es renunciar es prepararse para volver más fuerte. Serena Williams no solo jugó tenis. Jugó por todas. Y ganó mucho más que trofeos.



