miércoles, octubre 22, 2025

Mateo Freyre: de pibe con problemas de conducta a triple campeón del mundo

Por Bruno Grandinetti 

En la localidad bonaerense de Trujui, partido de Moreno, nació un
chico que, a los nueve años y por problemas de conducta, junto a su
hermano se inscribió en una academia de Taekwondo ITF. Allí comenzaría
un camino que lo llevaría a convertirse en tricampeón del mundo. Mateo
Freyre no solo pelea contra sus contrincantes, sino contra su historia y
contra el anonimato que se le da a los deportes fuera del radar.

Freyre se entrena de la misma forma en la que compite. Es por eso,
que cuando lucha, lo hace tan suelto y como si fuera parte de una rutina.
Su estilo, diferente al resto, y a lo que implica la “normalidad” de un arte
marcial, es caracterizado por su fortaleza mental, sus distracciones y
burlas hacía los rivales: “Mi mayor fuerte es mi cabeza. Estoy preparado
para seguir ante cualquier adversidad. Tengo que buscar la manera de
sacar a los rivales de la cancha si no tengo la técnica que tienen ellos. Los
vuelvo locos”.

Esa forma de desenvolverse es la que lo vuelve impredecible. No
solo son patadas y golpes. Son gritos, soplidos al guante y distintas
formas de despistar al rival -que cada vez encuentra más- que hacen que
el combate se vuelva en un juego psicológico. Mateo encuentra, en la
distracción de los rivales, una grieta, un espacio, un segundo en donde el
rival se desconcentre para aprovechar y hacer un punto que, quizás, le
haga ganar la lucha.

Fuera de la competencia, sin embargo, él se comenzó a mostrar
cada vez más en las redes sociales. Con más de 30 mil seguidores en
Tiktok y más de 10 mil en Instagram, Mateo sube recortes de sus peleas,
en donde muestra a un personaje que no deja entrever la realidad y la
humildad que tiene.

Las redes, como en tantos otros deportes, le dieron la visibilidad y
lo colocaron en el ojo de la tormenta. Sus gestos lo hicieron viralizarse en
más de una ocasión, contando con videos con más de 300.000 visitas. Los
llamados haters le critican desde el estilo hasta a su forma de ganar o hacer gestos. Inclusive, en más de una ocasión ha salido al cruce contra
ellos: “¿Hiciste Taekwondo por 3 años? Yo toda una vida, tranquilo que sé
lo que hago” respondió en su publicación a una persona que comentaba
haber hecho el arte marcial por un tiempo y que sentía que sus formas no
representaban a la misma.

Aunque le lluevan las críticas, los comentarios positivos también
existen, y abundan. Están aquellos que piden consejos, hay practicantes
que se reflejan en él e intentan imitarlo, y personas que aplauden la
osadía de Mateo. Las acusaciones lo hacen fuerte y las toma como un
combustible para seguir adelante. Se mantiene firme en su creencia de
que está haciendo las cosas como corresponden.

La ATU (Asociación Taekwondo Unificado), y sus directivos, sin
embargo, respaldan el controversial accionar de Mateo al saber que él es
una persona respetuosa y que lo que sube representa lo que hace como
competidor, pero no como persona: “No significa que sea un egocéntrico,
una mala persona o no cumpla con los valores que tiene el arte marcial”.
Mariano Composto, quien él cataloga cómo su guía, lo acompañó en
numerosas ocasiones, particularmente en esta última etapa donde se lo
centró mucho por sus actuaciones: “Yo no te voy a quitar nada de lo que
vos tenes, yo quiero acomodarte en lo que haces técnicamente y guiarte
y educarte en los momentos en los que corresponda” cuenta refiriéndose
a un diálogo con Composto.

A pesar de haber sido bicampeón panamericano, bicampeón
mundial individual, tricampeón del mundo con la selección y cinco veces
campeón nacional, él no permite que esto se le suba a la cabeza. De
hecho, siempre la tiene en el próximo torneo. Ni bien terminó el mundial
de este año, disputado en Barcelona, España, fue consultado sobre las
sensaciones que tenía tras finalizar su pelea. La respuesta fue: “No hay
dos sin tres, vamos por el próximo, no hay que aflojar”.

En sus redes sociales, tras el hito, comentó lo siguiente: “Muchos lo
llaman suerte, casualidad o no ven el trasfondo de lo que esto implica,
pero es constancia, disciplina y sacrificio”. Hace tan solo una semana que
volvió a la competencia tras la cita mundialista que se dió en España, en el Encuentro Deportivo Amistad, fiscalizado por la ATU, y se llevó el título de campeón absoluto del torneo. “Estoy muy feliz, muy contento por el momento, por haber venido, también trabajando como Umpire (árbitro) y aportandole un granito de arena a la escuela porque a
mi ella me dio y me da un montón”.

Tres años pasaron desde la última pelea que perdió Freyre. Al ser
consultado sobre si este era el mejor momento de su carrera, cuenta que
prefiere no catalogarlo en momentos, que es muy difícil, pero que está
muy bien. Si tuviera que catalogarlo, dice que está entrenando mucho,
sintiéndose muy bien y disfrutando lo que está haciendo. “La palabra es
esa: disfrute”.

Mateo Freyre pasó de ser un niño con problemas de conducta a un
tricampeón del mundo. Aprendió a transformar cada golpe en esperanza,
cada crítica en un combustible y cada grito en una identidad que lo hace
distinto al resto. Aun así, con todos los lauros que lo respaldan desde lo
deportivo, él prefiere quedarse con la sensación de disfrute y felicidad que
le proporciona día a día el arte marcial que tanto ama.

Entre golpes, risas, gestos provocadores y la disciplina que lo
sostiene, Mateo sigue construyendo su legado: un legado de Taekwondo,
de constancia y de humanidad. Más allá del ruido, más allá de las
críticas, más allá de la fama, lo que permanece es su manera de pelear, y
no solo en el arte marcial, también ante la vida: con cabeza y corazón.

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