Por Catalina García
Comenzó a correr a los 15 años, en plena pandemia, cuando muchos considerarían que ya era tarde para llegar lejos. Pero Gino Trappa no tardó en demostrar lo contrario. Es un joven que encontró su pasión en las pistas de karting y, desde ese momento, fijó la vista en la cima del automovilismo.
“De chiquito probé distintos deportes y con la pandemia tuve que dejarlos. Como no estaba haciendo nada, y el automovilismo era uno de los pocos que se podían practicar, mi viejo nos propuso ir a un kartódromo con mis primos. Fuimos a ver qué onda, como un plan de fin de semana… y no salimos más”, recuerda el muchacho de 17 años cuya actual pasión por los deportes de automotor la heredó de su padre, aunque a este último le atrae más el despliegue nacional.
Evidentemente, del lado paterno, la decisión de dedicar su vida a las carreras se la tomaron bien, mientras que la principal preocupación era su madre. Sorprendentemente, lo apoyó desde el minuto uno. “Mi vieja al principio no entendía mucho, pero le gustaba la idea de hacer algún deporte de manera profesional. Creo que es algo lindo para cualquier persona, porque necesitas mucha dedicación y disciplina. Ahora la tiene muy clara porque me viene ayudando con todo y se fue informando”, destaca Trappa sobre cómo su madre se adaptó al mundo automovilístico, y lo necesario que es tener un padre acompañándolo.
En una disciplina en la que la mayor parte del tiempo se está solo, Gino inició a la par de sus primos. Al principio, la situación era compleja: la falta de conocimiento y experiencia los posicionaba dentro de los últimos. “Teníamos que trabajar el doble que los demás”, explica mientras rememora aquellas épocas en las que solían correr juntos. A pesar de las dificultades como el tener que hacer el doble de esfuerzo, pero también conllevaba el doble de pasión, la convivencia entre los tres ayudó a que se potenciaran entre sí, y a no “quemarse la cabeza”.
Para lo joven que es, Gino, cuenta con una mentalidad muy avanzada. Su madurez se refleja en cada decisión que toma dentro y fuera de la pista. No obstante, sigue siendo un adolescente, dentro de un mundo para el que nadie lo preparó, pero al cual se adaptó fluidamente. “Por suerte, yo ya sabía lo que quería hacer, sabía que por distintas cuestiones no me iban a acompañar mis primos y lo tomé bastante bien, porque para ese momento ya éramos bastante profesionales y no dependíamos tanto del otro”, cuenta el reciente campeón de la F4 Checa sobre haber tomado la decisión de subir de categoría y dejar a su familia atrás.
Antes de instalarse en España, el piloto argentino encontró en Brasil un punto medio clave en su carrera. “Fue el escalón intermedio, no solo en lo conductivo, sino que también en lo personal”, afirma. Competir allí los fines de semana en 2024 le proporcionó claridad: era muy pequeño para dar el salto a Europa. Sirvió como un período de transición a la nueva etapa en la que se encuentra, ya que tuvo que adaptarse al colegio online, además de un nuevo modelo de auto. Una vez que saltó, se encontró con un nuevo universo, uno en el que la soledad llena cada esquina y el crecimiento llega de golpe. Sin embargo, es un sacrificio que estaba dispuesto a hacer.
Nuevamente, la madurez tomando la delantera, mientras deja atrás al niño que alguna vez fue. Entre valijas y aeropuertos, despedidas y abrazos, la joven promesa era consciente de las dificultades que lo esperaban del otro lado del océano. No obstante, su mente ya estaba preparada para los eventuales fines de semana en los que los resultados no eran los esperados. Afortunadamente, cuenta con amigos que lo “distraen un poco” durante los viajes de vuelta, ya sea en tren, avión o auto.
“El automovilismo es un deporte muy duro, lo ves todos los fines de semana en cualquier categoría, dos décimas es todo y al final es casi imperceptible para nuestra cabeza. La parte mental juega mucho, tiene un papel muy grande, algunas veces podes estar bajón y andar rápido igual, pero para alcanzar ese punto óptimo, como si fuese tu performance, tenes que estar bien de acá arriba”, explica el oriundo de San Isidro, cuyo trabajo psicológico es de mérito propio.
Vivir solo en otro país implica desafíos que van más allá de la pista. Aprender a cocinar, lavar la ropa, o simplemente organizar una rutina diaria son parte del proceso, pero lo más difícil, según Gino, es la soledad. “No sé si se puede contar como dificultad o no, pero cuando tenes un fin de semana libre y no lo podes pasar con tus amigos es algo duro, porque no podes aprovechar tu tiempo libre tanto como deseas”, admite. Sabe que está dejando atrás experiencias típicas de la adolescencia, como el viaje de egresados, pero no duda en que “lo último es poner la cabeza en el automovilismo y hacer valer el sacrificio y mirar atrás y poder decir ‘valió la pena, me perdí esto, pero no me arrepiento de todo lo que hice para poder conseguirlo’”.
Más allá de lo sinuoso del camino, Gino trata de no ponerse sentimental y perder tiempo en eso. La concentración es lo más importante, así como hacer valer cada centavo que sus padres invierten en su sueño de llegar a la escalera de la Fórmula 1, específicamente la F3, y poder vivir de lo que más ama. Aunque, sí la oportunidad de competir en La Máxima se le presenta, no dudaría ni por un segundo en aceptar la oferta.
“Compartir pista con un argentino como Franco sería una locura. También con los grandes: Leclerc, Verstappen, Norris. Compartir pista con los mejores de la categoría sería extraordinario”, confiesa entusiasmado sobre el porvenir y agrega que le gustaría competir contra el piloto brasileño Gabriel Bortoleto, que se sumó a la parrilla de la F1 en 2025.
Paso a paso, pero siempre con la mirada en lo que está por venir, Gino Trappa no desperdicia ni una milésima para lograr una vida llena de autódromos y fin de semanas con más victorias que derrotas. Es consciente de los sacrificios y los hizo, hace y hará valer hasta que cumpla su objetivo. Desde la línea de salida puede ver a la distancia que un futuro brillante le espera.