domingo, octubre 5, 2025

Club Atlético Presidentes de Facto

Por Ariel Atanasio

Durante los años más oscuros de la historia argentina, el fútbol mezclado con la política se calzó los botines y jugó un partido para el olvido. Cuando la argentina estaba siendo castigada por las desapariciones, los asesinatos y las torturas, algunos de los clubes de nuestro país abrieron las puertas a los militares del proceso. A través de honores, palcos y carnets de socios se produjo un apoyo que visto desde un punto de vista actual, se vuelve condenable.

Uno de los casos más representativos de este accionar es el de River Plate, que en 1978 a vísperas del Mundial, la comisión directiva del club en ese momento presidida por el empresario hotelero Rafael Aragón Cabrera, votaba por unanimidad atribuirle la distinción a los genocidas Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti (los tres integrantes de la Junta). Finalmente 19 años después el “Millonario” decidió dar de baja el privilegio de los dictadores en uno de los primeros actos públicos de reparación institucional en nuestro fútbol.

Al otro lado de la vereda, en Boca Juniors ya se habían forjado lazos con miembros del poder militar previamente. En 1972, cuatro años antes del golpe de Estado, durante la presidencia de Alberto J. Armando, Emilio Eduardo Massera fue nombrado socio honorario a través de la Asamblea General Extraordinaria de representantes del club. La distinción se justificaba por “servicios prestados” en relación con la Ciudad Deportiva de la Costanera Sur, un proyecto que, al final, nunca se llevó a cabo. Ese mismo año, el gobierno de facto de Alejandro Agustín Lanusse también recibió reconocimiento, al ser distinguido como presidente honorario del club.

Con el paso de las décadas, estas distinciones cayeron en el olvido institucional. Sin embargo, durante la gestión de Jorge Amor Ameal, Boca decidió afrontar el asunto: en 2021, a través de una propuesta a la Asamblea de Representantes, se revocaron oficialmente los títulos de socio honorario de Massera y Lanusse.

En el barrio de La Paternal también se registró un caso especialmente polémico. Guillermo “Pajarito” Suárez Mason, uno de los jefes del Primer Cuerpo del Ejército y responsable de numerosos centros clandestinos de detención, fue socio activo de Argentinos Juniors y mantuvo una relación muy cercana con la institución. Se lo vinculó con la contratación de Diego Maradona y con diversos aportes económicos que benefició al club durante los años de la dictadura. Tras recibir el indulto de Menem en los noventa, Suárez Mason regresó a la entidad ya sin su investidura militar. Sin embargo, tiempo después fue escrachado en la puerta del estadio por la agrupación “hijos”. Finalmente, en 1999, la Comisión Directiva de Argentinos Juniors decidió expulsarlo formalmente como socio, marcando un antecedente histórico dentro del fútbol argentino.

En Colón de Santa Fe, el vínculo con el poder militar también dejó su huella. En 1981, cuando el club atravesaba una profunda crisis deportiva e institucional, la dirigencia encabezada por Pedro Giménez decidió nombrar socio vitalicio al general Roberto Eduardo Viola, quien por entonces acababa de retomar la presidencia de facto tras la salida de Videla. En un acto muy simbólico, el club le entregó la llave de oro, un carné vitalicio y un escudito como obsequio distintivo. Mientras los hinchas coreaban en las tribunas “Viola y Colón, un solo corazón”.

Esa escena muestra hasta qué punto la dictadura se infiltró también en la vida institucional del fútbol del interior. Años más tarde, el 16 de junio de 2011, Colón decidió revocar oficialmente la distinción. El acto fue encabezado por el entonces presidente del club, Germán Lerche, junto al Secretario de Deportes de la Nación, Claudio Morresi, y el diputado Agustín Rossi. En esa jornada se rectificó el contenido del Acta N.º 1.888 del 17 de junio de 1981, en la que figuraban no sólo Viola, sino también Carlos Lacoste y Rodolfo Luchetta como socios vitalicios del club.

Cada caso, desde el palco de River hasta las comisiones del sabalero, revela cómo los clubes (por acción o por omisión) fueron parte de una trama donde el poder militar encontró legitimidad de manera simbólica. Hoy, a casi medio siglo del golpe, la revisión de esos vínculos no solo es un acto de justicia histórica, sino también una forma de preguntarse cuánto del fútbol argentino fue y sigue siendo un espejo del país que lo rodea.

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