Por Vittorio Bianchi
“Fue mejor que Maradona”, dicen. Sí, dicen, porque los que lo vieron jugar son un grupo muy reducido y afortunado. Era otra época; los registros audiovisuales de su juego escasean. Ya de por sí, tenés que ser bueno para ser respetado por la gente de Newell’s y Rosario Central en simultáneo. Que estos estén de acuerdo es algo inusual.
El 17 de abril de 1974, la selección argentina disputó un partido amistoso frente a un combinado rosarino, en la previa del mundial que tuvo sede en Alemania. Un partido con el objetivo de darle rodaje al equipo para llegar aceitado a la competencia. Cualquiera pensaría que el seleccionado nacional iría a entretenerse al Gigante de Arroyito aquel día. Pero había un hombre que no estaba en los planes del conjunto dirigido por Vladislao Cap: Tomás Felipe Carlovich.
Aquella noche nació una historia que todos conocemos, pero nadie vivió. Al entretiempo, los rosarinos ganaban por 3 a 1 y eso fue gracias a un solo hombre. Aquel del bigote, que fue finalmente quien terminó entreteniéndose. Algo que le agrega sabor a la anécdota es que, según se cuenta, Cap tuvo que pedir que sacaran al muchacho de la melena desprolija en el medio tiempo. Los estaba bailando.
El conjunto de la ciudad santafesina estaba compuesto por jugadores de Newell’s y Rosario Central, algo común. Pero había uno solo de los once titulares que no era “Canalla” ni “Leproso”. Y sí, se trataba del “Trinche”. Jugaba en Central Córdoba, equipo que en aquel momento deambulaba por el ascenso. Eso explica muy bien una de sus cualidades: Carlovich jugaba para divertirse. Lo demostraba con su estilo de juego elegante, de pisada y gambeta, y también lo demostraba jugando para el equipo que él amaba y no por el que más dinero le dejaba.
Porque sí, el “Trinche” era eso. Un día era el de aspecto extraño que se bailaba a los mejores jugadores del país y al otro iba pedaleando por el barrio hacia su entrenamiento con el “Charrúa”. Una historia que demuestra que para ser recordado y, sobre todo, para que reconozcan tu talento, no hace falta ni ganar títulos ni jugar en el equipo más grande.
El mito pasará a la historia como “el hombre que fue mejor que Maradona”, pero solo los que lo vieron jugar lo saben. ¿Los demás? Nos tendremos que conformar con escuchar maravillas de él y elegir creer en la leyenda.