Por Katrina Botta, Rocco Miño, Martino Pizzi y Azul Ramos
En un país donde el fútbol es el deporte que más pasión mueve, el hockey tuvo que pelear para encontrar su lugar. Hubo una luz de esperanza entre 1974 y 1978, cuando la primera generación se alzó como subcampeona del mundo dos veces y logró un tercer puesto. Sin embargo, esa luz no brilló lo suficiente para crecer e impulsar el deporte.
Después de años de fracasos y desilusiones, resurgió en 1987 con el primer título en los Juegos Panamericanos, seguido del bicampeonato en 1991. El golpe de gracia fue en 1993, el seleccionado se consagró campeón mundial juvenil en Tarrasa, España. Comenzó una nueva etapa donde se escuchó el “primer rugido” y quienes lo conformaban se convirtieron en “Leonas”.
En 1997, Sergio “Cachito” Vigil, tomó las riendas de la selección, con una misión: despertar el potencial de un equipo dormido y brillar a nivel mundial. Armó el plantel con una mezcla de juventud y experiencia. Promesas como Luciana Aymar, Soledad García y Mariela Antoniska, se vieron al resguardo de veteranas como Vanina Oneto, Jorgelina Rimoldi y Magdalena Aicega. Bajo el liderazgo de Vigil, un fuego interior se prendió en cada una de ellas. ¿El objetivo? triunfar, destacar, hacer historia. El DT, transformó el equipo, cada jugadora dio lo mejor de sí. Juntas, forjaron un legado que resonó en el tiempo y le dieron comienzo a lo que fue Sidney 2000.
Sergio Vigil junto a Karina Masotta y Luciana Aymar
Ya en los Juegos Olímpicos, el escenario más grande del deporte, Argentina ganó los primeros dos partidos y perdió los dos restantes de la primera fase. Llegó el momento de enfrentar a Holanda, el mejor seleccionado del mundo. Pero ellas no se dejaron intimidar. Lucieron por primera vez la camiseta con la leona bordada, un símbolo de su espíritu indomable. Jorgelina Rimoldi, ex jugadora del seleccionado, definió que ser una leona es sinónimo de “compromiso, entrega, compañerismo, unión y perseverancia”. Ella siente que aquella generación marcó un antes y un después en el hockey argentino, reconoce que “muchas niñas y adolescentes se interesaron más por el deporte”, luego de la medalla olímpica, y decidieron practicarlo, lo que generó una expansión masiva en nuestro territorio.
Primera versión de la camiseta argentina con la leona estampada
El hockey en Argentina es de nivel amateur y es algo gratificante que a nivel deportivo sea potencia mundial hoy en día. Rimoldi aseguró que: “Argentina tiene un plus que los demás no lo tienen, otras selecciones tienen todo servido y nosotros eso lo compensamos en la cancha con la entrega, garra y sacrificio”. A su vez, Alejandra Gulla, goleadora histórica de la selección, expresó: “La diferencia está, pero nosotros tenemos el semillero que hace que sigamos creciendo. Además, lo que tiene el argentino es la resiliencia y el ir siempre para adelante”. Esa medalla de plata que lograron el 29 de septiembre en Sidney, abrió el camino para los años más gloriosos del hockey argentino. Después del 2000, en total consiguieron: 6 medallas olímpicas, 7 Champions Trophy, 1 Liga Mundial, 1 Pro League y sus únicos 2 mundiales, uno disputado en Rosario en 2010.
Las Leonas, campeonas del mundo en Rosario 2010
Cuando se ponen la celeste y blanca, sienten “placer, felicidad y orgullo” por representar al país, ser una leona representa muchos valores. Gulla agregó: “No es solo ponerse la camiseta, sino que lleva una gran responsabilidad a nivel personal, la salud mental, el estudio, la vida propia en sí. Todo influye”. A la hora de buscar similitudes con el felino se considera que las leonas cazan en grupo, y se entrenan para cumplir su objetivo, que allá por el 2000, fue subirse a un podio. Y así fue como con “sacrificio” y las garras afiladas, se fueron abriendo paso al mundo. Las Leonas no solo conquistaron medallas, sino también corazones, dejando una huella imborrable en el deporte argentino. Pasaron 25 años y su legado vive, respira y late en cada jugadora que sigue su camino.