Por Nicolás Pettigrew, Rocío Segura y Antonella Paez Quiroga
Con más de un siglo de historia, el Club San Andrés volvió a Primera A del rugby porteño.Entre tradición, esfuerzo colectivo y figuras como Marcos Moneta, el club revive su legado. Con raíces en la inmigración escocesa y más de un siglo de vida, la institución se reinventó entre caídas y resurgimientos. Su último ascenso reavivó la pasión de una comunidad que sigue escribiendo la historia con esfuerzo y pertenencia.
El Club San Andrés no nació en una cancha, sino en una historia. Una que comenzó en
1824, cuando los primeros colonos escoceses llegaron a bordo del barco Symmetry y con lafe como punto de encuentro, levantaron la Iglesia Presbiteriana que todavía hoy da nombre a la comunidad. Décadas más tarde, aquel espíritu desembocó en un club que supo forjarsu identidad en torno al deporte, la amistad y la pertenencia.
El 9 de mayo de 1911, en una pequeña sala del viejo colegio de Ituzaingó, veinte
exalumnos de la Escuela Escocesa San Andrés decidieron fundar el “Saint Andrews Former Pupils Club”. Lo que comenzó como un espacio para seguir unidos después de la escuela, pronto se convirtió en un proyecto cultural, social y deportivo que con el tiempo abrazó mucho más que a los exalumnos. Hoy, más de 1.400 socios forman parte de un club que late con el mismo espíritu de camaradería que lo vio nacer.
Si bien en sus comienzos se practicaban diversos deportes como rugby, tenis, cricket y
yachting, es en 1972 cuando Noel Anthony “refunda” el rugby del club inscribiéndolo en la Unión Argentina de Rugby (UAR). Desde entonces, se transformó en el deporte principal del club, además a fines de los 80’, principios de los 90’ se incorporó el hockey femenino que hoy cuenta con tres líneas completas que participan en los torneos de la Asociación Amateur de Hockey de Buenos Aires (AHBA).Recientemente incorporaron el Rugby mix, una variante de inclusión para niños con diferentes capacidades.
La camiseta azul con tonos violáceos se transformó en bandera, y el rugby en motor. En
2009 llegó el primer ascenso al Grupo 1, hoy Primera A, de la URBA: una epopeya deportiva que puso al club frente a los gigantes de Buenos Aires. Pero los años siguientes
fueron un camino de curvas: descensos, reconstrucciones, días difíciles. Hubo un tiempo en
que San Andrés cayó hasta la quinta división, y parecía que el sueño se desdibujaba.
Sin embargo, el club nunca se rindió. La apuesta por los juveniles, el trabajo silencioso de
entrenadores y dirigentes, y la pasión intacta de su gente, mantuvieron viva la llama. En
2017, volvió a gritar campeón en Segunda; en 2018, ascendió de nuevo, y el círculo se
cerró en 2024, cuando San Andrés goleó a San Carlos y conquistó el campeonato de
Primera B, logrando el ansiado regreso a la Primera A.
El ascenso no fue solo un título, fue el reencuentro con la historia, el desquite de los que
vivieron los descensos. La alegría de una comunidad que pintó de azul y violeta las tribunas
y volvió a creer. Hoy, San Andrés enfrenta el desafío de consolidarse en la Primera A del Torneo de la URBA, pero más allá de la tabla, su mayor victoria es haber demostrado que un club no se define por sus caídas, sino por la fuerza con la que se levanta. A más de un siglo de su fundación, el club que nació de un puñado de exalumnos sigue escribiendo capítulos de esfuerzo y pasión. Y el de 2024, sin dudas, quedará entre los inolvidables.
La camiseta “Milka”, el talismán de San Andrés
En el rugby, una camiseta puede ser más que un uniforme: puede convertirse en emblema,
en recuerdo, en cábala. En San Andrés, esa camiseta tiene nombre propio: “La Milka”.
En 2009, el club sorprendió con un modelo suplente de color lila, que internamente se ganó el apodo de “Milka” por su parecido con el envoltorio de la conocida marca de chocolates.
Aquel año no quedó grabado sólo por la particularidad estética: fue también el del histórico
ascenso al Grupo 1, actual Primera A. Desde entonces, la “Milka” dejó de ser una simple casaca alternativa para convertirse en un símbolo. Quince años después, en 2024, el violeta volvió a escena. Y también volvió el ascenso. El equipo repitió la historia, y con ella, el ritual que marcó un nuevo momento inolvidable.
La imagen de los jugadores corriendo a abrazarse con su gente, con la lila flameando en los
festejos, lo dijo todo. Porque algunas victorias se explican desde la táctica, pero otras también se entienden desde la historia, las coincidencias y la pasión que une generaciones. San Andrés volvió a Primera A con un rediseño de la camiseta que se convirtió en leyenda. Y si el rugby tiene esa magia de unir pasado y presente en una misma jugada, el club ya sabe que sus colores también pueden escribir capítulos imborrables.