Por Valentín Köstler
En un clima de bombos, platillos y camisetas agitadas, el Superclásico se trasladó a la cancha de 40×20 del handball, como si un partido de fútbol se hubiera comprimido en un rectángulo mucho más pequeño. El aliento de la hinchada fue idéntico al que se respira en un campo de once contra once: intenso, envolvente y capaz de transformar cada jugada en un instante épico.
El conjunto dirigido por Gustavo Sciglitiano, consciente de que se jugaba el todo por el todo, no perdió la calma. Después de sumar su primera victoria reciente ante Estudiantes, Boca llegaba con la confianza reforzada y un impulso anímico enorme, preparado para intentar una hazaña histórica.
En cambio, el elenco de Núñez llegaba en un presente muy distinto. Sexto en la tabla, con tres triunfos consecutivos y un andar mucho más firme en el torneo, los conducidos por Eduardo “Dady” Gallardo partían como favoritos. Con rodaje, individualidades en gran nivel y la presión de sostener la paternidad en un clásico que recién empieza a escribirse en el handball argentino, River se plantó con seriedad desde el inicio.
El duelo comenzó con ritmo vertiginoso. Al minuto y medio, Bautista Gallardo abrió el marcador para el conjunto riverplatense y replicó lo ocurrido en el choque anterior. El “Xeneize” arrancó mejor en los primeros pasajes y llegó a tomar una leve ventaja, pero la visita reaccionó de inmediato: se adueñó de los tiempos del ataque, pasó al frente y, con ajustes tácticos como la inclusión de Francis Acosta para frenar a Piedrabuena, dio vuelta la historia antes del descanso, logró sacar hasta tres tantos de diferencia y encontró la llave para quebrar la defensa boquense.
La segunda parte fue un verdadero vaivén de emociones. Los de “Núñez” llegaron a distanciarse hasta por cuatro goles en distintos tramos, pero los de la Ribera, empujados por el aliento de su gente, recortaron la diferencia poco a poco. A los dieciséis minutos, cuando el marcador señalaba un 23-23, Pablo Portella —ex jugador de River— vio la tarjeta roja y dejó momentáneamente a los suyos con un hombre menos en un momento decisivo.
En el cierre, el cuadro “Azul y Oro” mostró toda su contundencia: tres aciertos desde los siete metros y cuatro conversiones de jugada le permitieron sellar el resultado. Los de Gallardo intentaron descontar, pero el tablero finalizó 27-26 y marcó la primera victoria de Boca en un Superclásico de handball, en el segundo enfrentamiento oficial entre ambos. El historial, ahora, quedó igualado 1-1.
El desahogo fue total. Jugadores e hinchas entonaron a viva voz el clásico “un minuto de silencio para River…” mientras el plantel celebraba con su gente. El triunfo no solo tiene un valor simbólico: llega en un momento clave en la lucha por la permanencia en la División de Honor. Tras disputar cuatro partidos en 16 días, los Xeneizes deberán confirmar su levantada frente a Lanús para asegurar su continuidad en la categoría.