Por Victoria Rapetti
Durante la temporada 2007, McLaren y Ferrari se vieron envueltos en uno de los mayores escándalos de la Fórmula 1, el Spygate, que culminó con la descalificación del equipo británico del Campeonato de Constructores y una multa de 100 millones de dólares, la más alta en la historia del deporte automotor.
Todo comenzó en 2006 cuando el siete veces campeón del mundo, Michael Schumacher, anunció su retiro. Durante los años de gloria del alemán, Nigel Stepney había sido su jefe de mecánicos, pero, descontento con el anuncio de su partida y la dirección en la que iba a ir el equipo italiano, decidió comunicar que iba a tomarse un año sabático a menos que encontrara una mejor oportunidad en otra escudería. Ferrari decidió ascenderlo al puesto de jefe de Desarrollo de Rendimiento del Equipo, lo que significaba que no participaría en ninguna carrera. Stepney esperaba ocupar el lugar de Ross Brawn, quien en ese entonces había hecho un paso al costado en la dirección técnica, pero ese espacio fue cedido al italiano Mariano Almondo, por lo que decidió tomar cartas en el asunto.
El británico irrumpió en la fábrica de Ferrari, ubicada en Maranello y robó 780 páginas de documentos que revelaban información financiera y técnica de la Scuderia. ¿Que decidió hacer Stepney con aquel documento? Entregárselo a un amigo suyo, Mike Coughlan, diseñador jefe de McLaren.
Coughlan comenzó a trabajar para el equipo británico en 2002, durante el apogeo de Schumacher en Ferrari, con David Coulthard y Kimi Räikkönen como pilotos. Con unos años complicados sin poder igualar al equipo italiano y la desaparición de cualquier esperanza por conseguir un auto que tuviera fiabilidad mecánica, a fines de 2005 se dio a conocer el fichaje para 2007 de Fernando Alonso, quien llegaba siendo dos veces campeón del mundo con Renault (2005-2006). Tras varias idas y vueltas, el director deportivo en ese entonces, Ron Dennis, decidió que el otro asiento del equipo lo iba a ocupar un joven británico de 21 años: Lewis Hamilton.
Tanto Stepney como Coughlan esperaban mantener todo en secreto, por lo que le pidió a su esposa, Trudy Coughlan, que llevara el documento a una fotocopiadora para escanearlo en dos CDs y luego quemar las copias originales para eliminar cualquier prueba. Si bien parecía que todo había salido perfecto, no contaban con que el empleado de la fotocopiadora fuese un tifosi, quien, al darse cuenta de que cada página escaneada tenía el logo de la escudería italiana, decidió alertar a Ferrari acerca de lo ocurrido.
El 26 de julio, cuando el caso llegó a los tribunales de la Federación Internacional del Automóvil por primera vez, McLaren fue absuelto, ya que se creía que Mike Coughlan trabajaba de forma independiente y que el equipo no había hecho uso de esa información. Con Ferrari en desacuerdo y McLaren contento por la decisión, la FIA decidió programar una audiencia para el 13 de septiembre.
Para esa fecha, jefes de equipo actuales y anteriores, pilotos e incluso mecánicos de ambos equipos fueron citados a declarar en la Corte Disciplinaria de la FIA en París mientras el resto comenzaba el ensamblaje para el Gran Premio de Bélgica que sucedería en cuestión de días.
Tras analizar cajas y cajas de documentación, incluyendo emails, registros de llamadas telefónicas y SMS, luego de diez horas de deliberación, el Consejo Disciplinario emitió su veredicto: McLaren quedó descalificado del Mundial de Constructores, dándole la victoria a Ferrari automáticamente y sería multado por 100 millones de dólares. Los pilotos, en cambio, no sufrieron medidas disciplinarias, ya que tanto Hamilton y Alonso como Pedro de la Rosa, piloto de pruebas de McLaren, le proporcionaron a la FIA información de la cual ellos tenían conocimiento, lo que provocó la ira de la prensa y la afición italiana.
Kimi Raikkonen ganó el campeonato de 2007 en la última carrera del año, en Brasil, por solo un punto sobre Fernando Alonso y Lewis Hamilton, que, con su segundo puesto, registró la mejor actuación de un piloto novato desde entonces.