Por Sebastián Cura
La familia todavía conserva la famosa bicicleta amarilla en la que Guido Mainero pedaleaba rumbo a sus entrenamientos en las inferiores de Instituto entre los 7 y los 19 años, en el barrio Juan B. Justo, Córdoba. Durante las seis cuadras hasta el predio La Agustina, los vecinos veían al enfocado Mainero en la búsqueda del sueño de convertirse en jugador profesional, mientras pensaba en las piezas metálicas que estamparía más tarde en la fábrica de juntas y arandelas La Americana, la que le enseñó la constancia, el esfuerzo y la humildad.
Antes de su debut como profesional en Instituto, el 5 de noviembre de 2014 a sus 19 años, Mainero no era muy constante en Quinta división y llegó a pensar en dejar el fútbol. Consiguió un trabajo mediante el Programa Primer Paso del gobierno de Córdoba, que ayudaba a los jóvenes a conseguir su primera experiencia laboral. Así, comenzó a trabajar en una fábrica de juntas y arandelas con 18 años, al terminar la escuela secundaria. El premio llegó en octubre, cuando, después de meses de esfuerzo, subió a Primera.
Su día tan esperado llegó. A las 17:17, en el estadio Leoncio Benítez, Instituto visitaba a Boca Unidos de Corrientes. El local ganaba 1 a 0 con gol de José Vizcarra. Mainero entró para cumplir su sueño de ser futbolista: después de altas y bajas, el cordobés hacía su debut profesional. Ingresó al minuto 17 del segundo tiempo por Gastón Machín. El gol de Marcos Aguirre, a los 37 del complemento, puso el empate. Pero una buena jugada individual del debutante terminó en un pase a Gustavo Gotti, quien sacó una bomba desde afuera del área para remontar de manera épica al minuto 47 y dar vuelta la historia. Fue un debut soñado para el pibe de 19 años que, no hacía tanto, dudaba de su futuro. En diciembre, Instituto le ofreció su primer contrato profesional y Mainero, ya oficialmente jugador de fútbol, cerró su ciclo como trabajador en la fábrica.
La temporada 2015/16 no fue buena para él: el entrenador Héctor “Chulo” Rivoira no lo tuvo en cuenta. La mentalidad de Mainero se resintió y volvió a pensar en dejar el fútbol profesional.
El sueño de ser futbolista muchas veces no se cumple, o tarda más de lo esperado. Pero todo llega para el que sabe lo que quiere. A los 21 años, Mainero contrató al entrenador deportivo argentino Francisco Arrietto para que lo ayudara tanto física como mentalmente. “Entendió que bajonearse no le iba a servir de mucho. Se comprometió, sumó el gimnasio. Su actitud cambió y fue más comprometida”, recuerda Arrietto sobre ese cambio de chip.
Comenzaron en abril de 2016 y, al mismo tiempo que entrenaba y trabajaba, el jugador hizo un curso del gobierno de Córdoba de monitoreo deportivo, que abarcaba temas como reglas del fútbol, psicopedagogía, nutrición, medicina deportiva y primeros auxilios. “Ese año terminó siendo muy lindo, trabajé y lo disfruté muchísimo”, recordó con emoción Mainero.
Su esfuerzo, finalmente, dio grandes frutos. Vélez lo compró el 1 de enero de 2018. El pase costó 400 mil dólares, una cifra baja pero digna de un jugador que, con 23 años, todavía tenía mucho por demostrar. El sacrificio de Mainero había valido la pena, pero no todo fue positivo: su paso por Vélez, Sarmiento, Defensa y Justicia, Deportes Iquique de Chile y su regreso a Instituto no estuvo al nivel que había mostrado en sus inicios. Sin embargo, el fútbol le tenía guardada una revancha.
El 1 de julio de 2024, Mainero llegó libre a Platense, que sostenía su lugar en Primera pero con un presente irregular. Un gran torneo del equipo llevó al Calamar a la final del Apertura 2025 contra Huracán. El 1 de junio de 2025, un Platense soñador buscaba conquistar el primer título de su historia. Del otro lado, un equipo que no era campeón desde 1973. A los 19 minutos del segundo tiempo, un tiro libre de Vicente Taborda encontró la cabeza de Rodrigo Herrera, que bajó la pelota dentro del área. Atento esperaba Mainero. Cuando vio la pelota picar, ni lo dudó: volea de media vuelta y al ángulo. Ese gol valió el primer título de la historia de Platense.
Trabajo y dedicación son las palabras que definen a Guido Mainero, quien dejó hasta su último aliento para lograr su sueño, su meta: algo que no muchos consiguen, pero que millones sueñan. Y aunque llegó un poco tarde, el fútbol le dio su recompensa. Mainero todavía conserva su bicicleta amarilla.