sábado, septiembre 13, 2025

Jorge Olguín, un campeón con historia: “Hay que defender a los clubes de barrio”

Por Diego Collado

Ex futbolista, pieza clave en el plantel que se consagró en el Mundial de 1978, repasa su conexión con el fútbol desde chico, sus años en San Lorenzo y la Selección, las enseñanzas que le dejaron Menotti y Zubeldía, su opinión sobre la política, los clubes de barrio y la realidad que vive el país.

A sus 73 años no lo verás ni de short ni corriendo en una cancha. Olguín lleva puestos unos clásicos jeans con un suéter azul eléctrico. La conversación se da en una cafetería con un clima casi primaveral en Ciudad Jardín, donde es vecino desde hace más de 18 años.

-¿Cómo fue tu infancia en Dolores y tu primer vínculo con el fútbol?

-Mirá, yo era muy chiquito, de esa etapa en Dolores no me acuerdo mucho ya que estuvimos muy poco. Mis viejos tomaron la decisión de ir a Mar del Plata en busca de mejores condiciones laborales. Mi padre consiguió trabajo que, casualmente, quedaba a dos cuadras de la cancha de Alvarado. Tengo un par de fotos de pequeño ya con una pelota; la tenía pegada (entre risas). No sé sinceramente cómo arrancó, pero me encantaba el fútbol y siento que nací para eso.

-¿Desde ese momento no te separaste más del deporte?

-El episodio más fuerte que tuve fue no poder caminar durante un año y medio; yo tenía unos 5 años. Me caí jugando a la pelota con mis hermanos, la pasé muy mal, me punzaban el hueso cada 15 días. Por suerte pasó y pude recomponerme. Eso fue por inquieto: me metía en cualquier club de barrio a jugar, de equipo en equipo, nunca cambié mi manía de jugar en cualquier lado.

-¿Cuándo llegó la oportunidad de mostrarte?

-Unos años después fui a ver a mi hermano que jugaba en Alvarado. Resulta que el partido no empezaba porque un jugador no había llegado. Él exclamó: “Pongan a Jorge”, pero le decían que no porque yo era muy chico, tenía 13. Los logré convencer y jugué. Cuando terminó el partido, el técnico de Alvarado me estaba observando, se comunicó con mi familia y les dijo que me esperaban el lunes en el club.

Empecé a entrenar con ellos y, al poco tiempo, me llegó todo de golpe. Se solían armar cuadrangulares entre la selección de Mar del Plata, Rosario Central, San Lorenzo y Quilmes. Hablaron con la gente del club y me querían llevar a probarme. ¡Me decidí por el Ciclón!

-¿Cómo fueron las idas y vueltas para consolidarte en el plantel?

-Viajé y estuve de prueba un año; no sabía eso, pensé que ya era permanente. A los 19 años, tras un tiempo en la reserva, debuté en primera. Mi familia siempre me apoyó.

Cuando sentía que todo iba a la perfección, el presidente me comunica que quería que volviera a Mar del Plata porque no iba a ser tenido en cuenta tras la llegada de Osvaldo Zubeldía. Le dije: “Escúcheme, yo no me voy a ir; que eso me lo diga él en la cara”. Finalmente hicimos una gira por Europa y me probó en todos los puestos: de 3, de 4, de central… ¡me volvió loco! Gracias a su llegada me mantuve en el club.

-¿Tu primer sueldo?

-Lo invertí en una casita en Ituzaingó para poder traer a mi viejo. Estaba tranquilo y feliz con esa decisión, era una satisfacción demostrarle lo que logré.

-¿En medio de tanto fútbol, cómo llegó el amor a tu vida?

-En una gira por el interior conocí a mi señora. Ella estaba por venirse para Buenos Aires, ya que vivía en un pueblo chiquito de Córdoba. Cuando vino la ayudé con los gastos para que se quedara y, desde ese entonces, fue mi gran compañera.

-¿Cómo se dio tu llegada a la Selección Argentina?

-En el 76, el Flaco (Menotti) pasaba por los clubes y dejaba un listado para que los técnicos escribieran cuál de sus jugadores podía estar en la Selección. En el clásico con Huracán lo vi a Zubeldía raro, me gritaba de todo. Al finalizar me dijo que era para que me cuidara, que al día siguiente me iban a llamar para la Selección. ¡Le dije que estaba loco!

Al día siguiente suena el teléfono en casa, atiende mi mujer y me dice que eran de AFA. Ella no entendía nada y yo, en el momento, tampoco. Me avisaron que estaba citado, no lo podía creer. Fui y me pusieron a entrenar como regalo de bienvenida.

-¿Cómo era tu relación con Menotti?

-César era un loco lindo. Si bien discrepamos en algunas cosas, era alguien extraordinario. La cabeza le volaba: él buscaba a toda costa saber cuál era el distintivo de cada uno para mejorarlo y potenciarnos mutuamente. Un día nos dio a elegir entre la Selección o el equipo: “Si ustedes le dan prioridad a su equipo, no serán tenidos en cuenta”, exclamó.

-¿El recuerdo más lindo que te quedó del Mundial?

-Que estábamos seguros de poder luchar hasta el último segundo y que no había problemas entre nosotros. Pensar para adelante, más allá de si te tocaba jugar o no, eso nos ayudó mucho más. Para el Mundial siguiente, toda esa unión se rompió.

-¿Por qué?

-Teníamos la cabeza en otro lado. El Flaco se equivocó. Si vos estás en guerra y tenés a tu familia en el país, ¿te vas a ir a jugar a la pelota? Cuando veíamos el noticiero decían que en Argentina iban a tirar bombas, no se podía jugar con eso en la cabeza. Comentaban que íbamos ganando la guerra… ¿Ganando? Era una cosa de locos.

-¿Creés que no fueron tan valorados después de ganar el Mundial?

-Sí, todos lo sentíamos así. Yo creo que nunca se tomó dimensión de lo que vivimos. Buscamos, a través de eso, darle una alegría a millones de argentinos que no la estaban pasando bien por la situación del país.

-Contame de tu etapa como técnico.

-Arranqué con una escuelita en Ituzaingó en la cual estuve 7 años. Nunca pensé que iba a tener tantos chicos, agarré el envión enseñándoles cómo jugar, cabecear, patear… lo antiguo pero lo más necesario. Luego de esa etapa ya quería probar un plantel profesional. En 1989 tenía que hacer el curso de técnico, pero con Grondona en ese momento no hizo falta.

Un conocido me comentó que buscaban un técnico en Japón. El equipo era un desastre, hacía 5 años que no ganaban un partido, iban últimos y ¡aun así los aplaudían! Llegué solo allá, no me dejaban llevar a nadie; mi ayudante era japonés.

-¿Cómo hacías para comunicarte?

-Había unos chicos del cuerpo técnico que me daban una mano, ¡menos mal!

-¿Cómo terminaron el campeonato?

-Quedamos terceros, ¡se nos escapó en la última fecha!

-¿Qué es lo que más te sorprendía de ellos y su cultura?

-Lo educados que eran. Todo lo que les decías, lo hacían caso sin decir nada. Buscaban siempre la perfección.

-¿Retomaste hoy la escuela de técnicos? ¿Sentís las mismas ganas?

-Lo uso como un pasatiempo. En el club del barrio (AFALP) pusimos algunos carteles adelante, no es algo fijo. Me llevó tiempo conseguir el espacio y todo el papeleo necesario. Hablé con el intendente (Diego Valenzuela) y me dio una mano. Estamos buscando mejorar las instalaciones para una mejor experiencia.

-Si no hubieras sido futbolista, ¿qué hubieras sido?

-No, nada. ¡Menos mal que me salvó ser bueno en la pelota! Tuve negocios pero no se me dieron nunca bien; hay muchas cosas que pasan y uno no se las espera.

-¿Seguís consumiendo fútbol como espectador?

-Sí, ya no sé a quién más mirar, me encanta. Si no me gusta a esta altura, ¡estamos complicados! (dice riéndose).

-¿Un día cotidiano en tu vida?

-Nada del otro mundo, tranquilo como quiero estar. Disfruto con mi señora, mis hijos, mis nietos, los pequeños detalles.

-Pasaste por muchas etapas del país: dictadura, democracia, crisis económicas. ¿Hoy en día cómo estamos?

-Mal, horrible, con todo lo que le está pasando a la gente, insólito. Yo la verdad que nunca vi un presidente como este en cuanto a la forma en que se maneja. Los anteriores serán buenos o malos, pero no de una manera como esta. Dice que no hay plata y anda viajando a cualquier lado, arma y desarma las cosas como si no afectara a todos los argentinos. Lo que no entiendo es a los diputados, pero viendo lo que cobran… se ve la razón de sus votos. Es una pena, la verdad, porque hay mucha gente que se ha quedado sin nada. A los jubilados los están matando, yo no entiendo.

-¿Cuál es tu ideología política?

-Siempre fui peronista, lo heredé de mi viejo, pero actualmente no veo a nadie con ningún parecido. Este gobierno no va a tener oposición.

-Relacionando el deporte y la política, ¿SAD o clubes de barrio?

-Hay algo que me fascina y son los clubes de barrio. Hay que dejarlos y tratar de hacerlos lo mejor posible. Hay que ayudar, manifestar y defender eso del que alguna vez todos fuimos parte.

El legado del Campeón del Mundo refleja el esfuerzo, la humildad y la perseverancia para llegar a lo más alto.

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