sábado, agosto 16, 2025

Milagros Trejo: una pierna y mil batallas ganadas sobre patines

Por Milena Di Pardo

Hay historias que no necesitan adornos para emocionar. Solo basta contarlas. Porque cuando una nena con una sola pierna vuela sobre ocho ruedas, es su habilidad la que habla por ella, una fuerza silenciosa que nace del corazón y que nadie puede detener. El silencio se llena de aplausos, y la emoción anida en cada rincón de la pista

Milagros Trejo tiene doce años, una sonrisa inmensa y un corazón que desafía diagnósticos. Patina, gira, salta, y cada movimiento suyo parece decir “nada es imposible”. Pero antes de brillar en torneos internacionales, antes del aplauso y los reflectores, hubo un camino que empezó torcido y que, contra todo pronóstico, fue enderezado por el amor.

Milagros nació en Suipacha, provincia de Buenos Aires, con un cuadro médico que los especialistas describieron como “incompatible con la vida”: sin ano, con una fístula traqueoesofágica y un dedo extra en la mano. Fue abandonada por su familia biológica al ser internada, cuando apenas tenía tres años. En el hospital vivió días muy duros: llegó a estar una semana entera con el mismo pañal. Allí la vio por primera vez Héctor, doctor que se enteró de su caso. Su pareja, María, rescatista de animales, no estaba convencida de ir a conocerla… hasta que soñó con ella: en una habitación blanca, la niña saltaba sola en una piernita. Ese sueño fue una señal. Fueron a verla, y el flechazo entre Mili y María fue instantáneo.

A pesar de la conexión inmediata, el proceso legal fue lento y doloroso. El juez les advirtió que no podrían adoptarla bajo esas condiciones, pero ellos no se rindieron. Entre papeles, estudios médicos y batallas legales, pelearon con el cuerpo y el alma. Finalmente, lograron llevarla a casa. La familia biológica rechazó el pedido de revinculación, y eso, por duro que suene, terminó allanando el camino. “Si tuviera las dos piernas, seguiría dando vueltas”, dijo alguna vez María, con la crudeza de quien enfrentó a la burocracia de frente. Desde entonces, María y Héctor pusieron todo: tiempo, amor, coraje. Mili fue operada tres veces para mejorar su calidad de vida y, aunque le habían dicho que solo recuperaría un 40% de movilidad, hoy se mueve con el 95%. A los tres meses de la última cirugía, ya se deslizaba con andador.

En su crecimiento, las ganas de integrarse fueron tan naturales como urgentes. Jugó al fútbol, hace equitación, y en una Navidad, recibió de su tía un par de patines. Fue amor al primer giro. “Desde ese momento supe que quería hacerlo toda la vida”, recuerda. Pero no todo fue fácil: pasó por varios clubes que no supieron cómo acompañarla. Hasta que apareció Claudina, su entrenadora en el Club Independiente de Chivilcoy, que no solo la aceptó: la desafió. Entrenan cuatro veces por semana, dos horas por clase. Claudina adapta las coreografías a sus movimientos, la estimula, la impulsa. Milagros gira, va para adelante, para atrás, salta. Y no tiene miedo.

Claudina se convirtió en más que una profe: es su cómplice en cada nuevo desafío. Juntas trabajan dos disciplinas dentro del patinaje artístico adaptado, en las que van creando movimientos únicos que se ajustan a las capacidades de Milagros. Nada está escrito. Todo es posible. Cuando algo le sale, surgen nuevas ideas. “Se me ocurren 800 cosas más cuando la veo lograr una”, dice Claudina. Mili gira, se impulsa para atrás, patina hacia adelante con fuerza, y sobre todo: salta. Salta como en aquel sueño de su mamá. Pero ahora, lo hace en pistas reales y frente a públicos que la ovacionan.

La inclusión no siempre fue automática. En algunos clubes le dijeron que no estaban preparados para trabajar con una nena así. Así. Como si no fuera una nena como todas. Pero Mili encontró en el patín no solo su lugar en el mundo, sino una trinchera desde la cual demostrar lo que es capaz de hacer. En el barrio y en la escuela, la discriminación no formó parte de su vida. Su familia cuenta que sus compañeros jamás vieron la falta de su pierna. En el club, tampoco. Siempre participó de las mismas actividades que el resto.

En su casa, el respeto es una bandera. María y Héctor le enseñan a manejarse con amabilidad, a saludar siempre con una sonrisa, a entender que a veces le va a costar un poco más, pero que todo se puede lograr con paciencia y dedicación. “Si me caigo 500 veces, me levanto todas”, es una de las frases que más repiten en familia. Porque lo que más quieren no es que Mili sea la mejor, sino que sea feliz y sepa levantarse. No se trata de negar la realidad, sino de mostrarle cómo enfrentarse a ella con amor propio, empatía y confianza.

Hoy Milagros se desplaza con andador, bastones o prótesis, según la situación. Aunque esta última le resulta incómoda, los médicos insisten en su importancia para cuidar la postura y evitar lesiones en la columna. Pero más allá de la herramienta que use, lo que no cambia es su actitud: avanza. Siempre. Ya no es solo la nena que desafía diagnósticos: es la que inspira, la que emociona, la que se roba todas las miradas cuando entra en escena.

Milagros emocionó a todo el país con su presentación en el programa Buenas noches, familia (el trece ), conducido por Guido Kaczka, donde logró recaudar más de 75 millones de pesos para seguir persiguiendo sus sueños. Además, participó de la segunda edición de los Juegos Sudamericanos sobre Ruedas, en Brasil y Paraguay, representando a la Selección Argentina en la categoría adaptada. Su rutina, una mezcla perfecta de técnica y emoción, con su uniforme albiceleste y una sonrisa más grande que ella, se convirtió en símbolo de esfuerzo y superación.

No tiene límites. Es una deportista, una hija amada, una amiga. Tiene once años y un montón de sueños por delante. Uno de ellos, convertirse en veterinaria. “Yo les digo a todos que pueden hacer lo que se propongan. Nada es imposible”, repite, como si fuera una profecía. Quizás por eso su historia trasciende el deporte: porque no se trata solo de una patinadora con una pierna. Se trata de una niña con una vida entera por conquistar, y con la certeza de que el amor, la perseverancia y la fe en uno mismo pueden cambiar destinos.

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