Por Manuel Martinez Cataldo
De abuelo y padre árbitros, Nicolás Lamolina se crió en una casa en la que el arbitraje tenía casi tanto protagonismo en las charlas como el fútbol. Nació el 7 de diciembre de 1982 en San Fernando, en la zona norte de la Provincia de Buenos Aires. A pesar del vínculo de su familia con el silbato y las tarjetas, empezó su camino como jugador, formando parte del plantel de Tigre. Era volante por izquierda en el Matador mientras, pensando en su futuro, comenzaba a dar sus primeros pasos en la profesión que habían ejercido sus antecesores.
-Empezaste siendo jugador, ¿en esos años tenías en mente un futuro en el arbitraje?
-El arbitraje está en mi familia desde que nací. Mi vida está relacionada mucho al arbitraje ya de por sí, aunque yo no esté directamente involucrado en esa circunstancia. Respecto a lo que mencionás como jugador, obviamente yo era muy chico porque era de las divisiones inferiores. Tuve la posibilidad de integrar el plantel profesional de Tigre, del Porvenir, de Central Ballester y demás y ahí ya con 18, 19 años estaba haciendo el curso y ya empezaba a verlo con buenos ojos. Veía que con el fútbol quizás no tenía tanto camino como podía llegar a conseguir con el arbitraje por todo esto que te mencioné anteriormente.
-¿Qué tanto te influyó el pasado de tu familia en el arbitraje?
-En ese caso te diría que mucho y que nada. Mucho porque mi vida desde el momento en que nací fueron diálogos o comentarios en casa acerca del arbitraje, teniendo en cuenta las trayectorias de mi abuelo y mi papá. Por ese lado tuvo mucho que ver, porque además yo viví muy buenas épocas. A mi papá tuve la posibilidad de acompañarlo en su última etapa, en la que ya era un árbitro mundialista, destacado en el fútbol argentino y mundial. Por otro lado no tuvo nada que ver porque ni mi abuelo ni mi padre me insistieron en acercarme a hacer el curso, eso fue una decisión completamente mía y que hoy agradezco haber hecho porque me dio la posibilidad de transitar hace muchos años en el arbitraje argentino y lograr cosas que la verdad que eran impensadas en un momento.
-¿Cómo cuáles?
-Ser árbitro internacional, poder dirigir Copa Libertadores, poder ir a dirigir un Sudamericano, partidos de selecciones mayores, es grandioso. Requirió mucho esfuerzo, fueron muchos años, me recibí en 2004 y me costó diez años poder dirigir un partido de primera división y debutar, y me costó otros más poder ser internacional, entonces requirió de mucho esfuerzo pero la verdad que el premio fue grande.
“Diego, no me hagas quedar como un boludo”: la frase histórica de Francisco Lamolina a Diego Maradona en el regreso del 10 al fútbol argentino. (10/10/1993 Independiente 3 – Newell’s 1)
-¿Qué diferencias notás entre un árbitro de primera y uno del ascenso?
-El cambio es notorio. Yo siempre traté de ser profesional, incluso sin serlo. La plata que recibía, que era mínima, la utilizaba en un preparador físico, un psicólogo porque yo tenía un objetivo que iba por encima de todo eso. Era una especie de inversión, no lo veía como un gasto. Al principio obviamente hay faltantes. De recursos, de dinero. Tenés que dirigir muchísimo, pasar por situaciones muy adversas. En el ascenso lo mismo, hay cierta desprotección lógica propia de que algunos equipos son un poco más peligrosos, no hay tanta seguridad. Pero bueno, es parte del camino y hoy agradezco haber transitado todo ese trayecto.
-¿Cómo es el día a día de un árbitro argentino?
-Es como cualquier trabajo. Desde la preparación es muy similar a la de un futbolista: entrenar todos los días, cuidarse mucho en la alimentación, prepararse desde lo técnico. Nosotros nos enteramos los martes de la designación de la próxima semana, entonces ya desde ahí empezamos a trabajar. Desde aspectos físicos, técnicos, prestar atención a cómo juegan los equipos a dirigir. Todo un trabajo de planificación para poder llegar preparado, sabiendo lo que más o menos te vas a encontrar.
-Teniendo en cuenta lo expuestos que están los árbitros, ¿cómo te llevás con las críticas?
-La crítica es cotidiana pero en un punto pierde cierto efecto. Yo no le doy mucha relevancia a eso porque sino no podría llevar a cabo mi tarea. Sí soy muy autocrítico como en todo aspecto; cuando llego a mi casa ya sé dónde me equivoque, en qué me equivoqué, qué podría haber hecho. Lo tomo como un aprendizaje para que no me vuelva a suceder. Si voy la otra semana y me vuelve a pasar lo mismo, evidentemente algo hice mal.
-¿Cómo ves al arbitraje argentino hoy en día?
-Siendo parte es muy difícil calificar al arbitraje argentino para mi porque quizás lo voy a ver con grandísimos ojos, o por ahí voy a ser muy crítico por ser parte y conocer pormenores que a la vista del televidente o del futbolero pueden llegar a pasar de largo. Lo que sí es evidente es que el arbitraje argentino es tenido en cuenta en todo el mundo, no sólo acá. Entendemos nosotros que es difícil dirigir acá por todo un condimento social que conlleva, que nos prepara para que cuando tengamos que salir afuera sea mucho más sencillo. Con esto, si te digo que es bueno o malo, para mi siempre va a ser muy bueno, pero también siendo autocrítico con muchas cosas por mejorar que no están saliendo del todo bien, por lo menos a mi manera de verlo, que hay que modificarlas y hay que tratar de cambiarlas para generar algo mejor como arbitraje.
-¿Cuáles crees que son estas cosas a mejorar?
-Preparación, más preparación. Entiendo que por momentos no estamos tan preparados. Llevar a cabo los partidos con un poco más de seriedad. Entendemos que muchas veces lo que pasa con nuestra liga local es que también nosotros nos permitimos cosas que no corresponden. Yo trato de hacer mi trabajo de forma seria pero sin embargo a veces uno percibe o ve cosas que no le gustan, que tampoco ahora vienen al cabo llamarlas o mencionarlas pero que sí uno como árbitro las ve y no les gusta, desde el punto de vista del profesionalismo, de la entrega, del compromiso, de las decisiones. Entonces es ahí donde creo que como arbitraje tenemos que mejorar un poco. Deseo que por ahí en algún momento en el corto plazo hayan muchos chicos que puedan lograr mantener esa jerarquía del arbitraje argentino.
-¿Cómo ves al fútbol argentino de hoy?
-El hecho de tener una selección campeona del mundo nos genera que a nivel piramidal para abajo tenemos que estar bien, tendría que estar todo en la misma línea. Entiendo que no es fácil con respecto a lo que conlleva el fútbol a nivel social. Es muy difícil. El fútbol argentino es muy lindo, pero a nivel social es muy fuerte. Los jugadores muchas veces están muy presionados, entonces eso hace que en algunas circunstancias los equipos tengan que privarse de hacer algo que realmente sienten o demás, para no tener un resultado adverso, para no perder, para no perder de local, para no irse al descenso, porque conlleva un costo altísimo, pero es propio del juego. Yo al fútbol argentino lo veo muy bien. Obviamente que seguro si le preguntás a algún dirigente o a los que llevan a cabo todo esto verán cosas por mejorar, que siempre las hay y tiene cierta lógica, pero yo en líneas general lo veo bien.
-¿Qué diferencias hay entre el fútbol de cuando empezaste a dirigir y el de ahora?
Fundamentalmente desde la intensidad y el físico. A medida que van pasando los años se hace cada vez más rápido, más difícil, con más detalle. La llegada de la tecnología acá también tiene que ver, porque fue necesaria, porque el fútbol cada vez era más rápido, se definía más por detalles. Al ser tan físico y que se define por pequeños detalles es donde ingresó la tecnología. Los partidos terminan muy apretados y es ahí donde entramos nosotros también como arbitraje, que tenemos que entender que, al definirse por pequeños detalles, nosotros no podemos permitirnos desatenciones, desconcentraciones, malas decisiones porque terminamos cambiando el curso de un partido y tampoco está bien.