miércoles, julio 16, 2025

Axel Meridione, entre goles en Fénix y la memoria de Lucas González, su excompañero en Barracas

Por Bautista Balbi

Para Axel Meridione, el fútbol no es solo un deporte, sino una forma de vida que ha moldeado cada una de sus decisiones desde la infancia; un destino que lo acompaña desde que tenía apenas unos pocos años. Nacido el 8 de abril de 2003 en la Ciudad de Buenos Aires, es el menor de tres hermanos de una familia profundamente ligada al deporte. Su hermana Astrid, con quien comparte la pasión por la competencia, juega al hockey en Italia, en el club SG Amsicora. Su padre, Andrés, fue una figura clave en sus primeros pasos como futbolista. “Mi primer entrenamiento en cancha de once fui acompañado por mi papá. Salí corriendo del colegio y fuimos a Comunicaciones. Era fin de año, me hicieron hacer fútbol y, cuando terminó, pregunté cuándo tenía que volver. Me dijeron que ese era el último del año, así que volví recién al siguiente”, recuerda Axel con una sonrisa. Desde ese momento, supo que el fútbol sería su camino. Un camino que, con el tiempo, también lo enfrentaría a situaciones tan duras como la muerte de Lucas González, un compañero de juveniles cuya memoria aún lo acompaña en cada paso.

Hoy, a sus 22 años, Meridione juega como delantero centro en el Club Atlético Fénix, equipo que milita en la Primera B del fútbol argentino. Es un atacante de presencia serena: alto, de contextura delgada pero marcada, y con una mirada tranquila que transmite más firmeza que agresividad. “Estar en Fénix es una responsabilidad enorme. Hay muchas cosas externas que condicionan, pero intento enfocarme. Llegar a Primera te da esa sensación de que cumpliste un objetivo, pero después viene lo más difícil: mantenerse”, afirma.

Su objetivo personal es claro: destacarse. “Quiero hacer la mayor cantidad de goles posible, sumar minutos y, si Dios quiere, subir de categoría”, asegura. Pero también piensa en lo colectivo: “Queremos terminar el campeonato lo más arriba posible. A veces nos ven como uno de los equipos más débiles, pero tratamos de dar lo mejor en cada partido”.

El compromiso de Axel con el fútbol va más allá del campo de juego. En 2024, se recibió de entrenador en el Instituto Superior de Deportes. “Estar toda la vida involucrado en el fútbol me dio ganas de estudiar algo relacionado. Me gustaría transmitir lo que aprendí. Con mi viejo siempre hablamos de armar una dupla técnica en algún equipo, sea amateur o profesional. Él también está estudiando ahora”, cuenta con orgullo.

El camino al profesionalismo tuvo su cuota de sacrificio. “Tenía que alimentarme bien, dormir temprano, decir que no a muchas cosas. Mientras mis amigos salían, yo entrenaba o descansaba. Es una mezcla de todo”, dice, consciente de lo que dejó para llegar hasta acá. Pero no se arrepiente. “Hay que hacer lo que uno quiere, no lo que le imponen. Después del trayecto te quedás pensando en lo que pudiste haber hecho. Hay que disfrutar y aprender de los errores”.

Aunque el presente lo encuentra con la camiseta de Fénix, su paso por Barracas Central dejó huellas profundas que lo acompañan hasta hoy. Axel formaba parte de la quinta división del club en noviembre de 2021, momento en el que la tragedia golpeó de cerca: Lucas González, un compañero de la sexta, fue asesinado por policías de la Ciudad de Buenos Aires durante un operativo ilegal. Fue un hecho que conmocionó al fútbol argentino y cambió para siempre la vida de muchos, incluido Meridione.

“Yo lo conocía. No éramos amigos, pero era un compañero más. A veces entrenábamos juntos o uno después del otro. Lo cruzaba seguido”, recuerda Axel, con un tono que mezcla tristeza y bronca. La noticia de la muerte de Lucas llegó de forma abrupta, como un mazazo. Meridione, que en ese momento iba camino a la casa de su abuelo, recibió un mensaje confuso sobre “unos chicos de Barracas” y, al llegar y encender la televisión, se enteró de lo sucedido. “Fue muy shockeante. Hacía poco yo había subido a Reserva, pero hasta algunos días antes entrenaba con él. Le pudo haber pasado a cualquiera”, admite Axel, revelando el profundo impacto que el hecho tuvo en él, no solo como futbolista, sino también como persona.

Mientras se acomoda en la silla al costado de la cancha de entrenamiento de Fénix, todavía con la ropa de la práctica recién terminada, Axel Meridione se toma unos segundos antes de continuar. El pasto sigue húmedo por la tormenta del día anterior, el cielo permanece nublado y los mosquitos zumban entre los árboles. El entorno parece absorber parte de la tensión del relato, como si contuviera el peso de sus palabras.

La conmoción que causó el asesinato de Lucas no solo se sintió en Barracas, sino también en el corazón del fútbol argentino. Axel recuerda cómo, al día siguiente, el equipo se preparaba para enfrentar a Quilmes, pero el ambiente estaba cargado de dolor. “Un compañero se largó a llorar antes del partido. Estaba destrozado. Lucas había estado un día internado y falleció. Fue muy fuerte”, cuenta Meridione, en una escena que demuestra lo difícil que fue continuar con la rutina del fútbol cuando la tragedia había tocado a su puerta de esa manera.

Además, ese hecho no solo dejó un vacío emocional, sino que también transformó su percepción de la vida cotidiana: “Entrenábamos en una cancha que estaba en el medio de la villa. Para llegar, tenías que cruzar un pasadizo desde el estadio. Con mi viejo íbamos todos los días. Saber que eso le podía pasar a uno mismo fue impactante”.

Aunque su carrera futbolística lo llevó por otros clubes y el tiempo pasó, Axel nunca pudo desentenderse del caso. A pesar de ya no estar en Barracas ni compartir el día a día con aquellos compañeros con los que vivió ese trágico momento, la muerte de Lucas siguió presente en su vida. La sensación de impotencia y dolor nunca desapareció, pero Meridione canalizó ese sufrimiento de una manera particular: a través de las redes sociales. Cada vez que había una novedad sobre el caso, se lo hacía saber a sus seguidores. Publicaba historias, fotos de Lucas o sencillas frases cargadas de sentido.

Tras el fallo judicial del 16 de abril de 2025, que confirmó la prisión perpetua para los policías responsables del crimen, Axel sintió alivio, pero también una profunda tristeza por todo lo que atravesó su compañero. “Para mí se hizo justicia. Ojalá se cumplan esas cadenas perpetuas. Lucas se lo merece, para poder descansar en paz. Era un pibe que venía de Florencio Varela hasta Barracas todos los días a entrenar sin que le paguen. Y que te pase eso es tristísimo. La vida a veces es muy injusta”, reflexiona Meridione, con la esperanza de que la tragedia de Lucas González no quede en el olvido y que la memoria de quien alguna vez fue su compañero de fútbol siga viva en la lucha por justicia.

A pesar del dolor, Axel no pierde de vista su presente ni su entorno. En un contexto donde los jugadores del ascenso ganan cada vez más visibilidad, valora los cambios: “Hoy hay muchas más plataformas, más difusión. Se muestra más al jugador del ascenso que antes”, dice. Y eso, al menos, le da algo de esperanza. Sabe que el camino no es fácil, pero está convencido de que vale la pena.

—¿Cómo te ves en cinco años?

—Me imagino compitiendo en niveles más altos, habiendo mejorado mis capacidades y siendo una persona más madura.

El sueño de vivir del fútbol, aunque a veces parezca lejano, para él está más cerca que nunca. Axel Meridione sigue peleando por su lugar. Lo hace en cada entrenamiento, en cada partido, en cada decisión que toma. Con los botines bien puestos, los sueños intactos y la memoria de Lucas siempre presente.

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