jueves, junio 26, 2025

Jorge García Barrera: a 20 años del asesinato que truncó sus sueños

Por Laureano Vergara 

Para Jorge García Barrera, la muerte llegó conduciendo un Chevrolet Corsa oscuro y con vidrios polarizados. “Jorgito”, como lo apodaban con cariño, todavía era joven. Apenas 21 años. Tenía una sonrisa pura y cautivadora, que solía dibujarse cuando hacía lo que más amaba: jugar al fútbol y enseñar educación física. Conservaba el pelo largo, cubriéndole con sus ondulaciones finales la nuca; barba rala; cejas pobladas. 

Desde los 10 años era parte del Club Atlético San Miguel, institución que lo vio florecer en su niñez, adolescencia y primera juventud. Allí también realizó la primaria y secundaria. No alcanzó a recibirse como profesor de Educación Física, pero cumplió en parte su pasión al enseñar ad honorem en las inferiores del “Trueno Verde”, algo que Jorge padre le recriminaba. Este último revelaba tiempo después que “Jorgito”, tranquilo y decidido, le respondía: “Papi, ¿te acordás cuando jugamos con Banfield y en el segundo tiempo nos caímos porque no teníamos piernas? Bueno, no quiero que pase más. Y vos no sabes la alegría que te da que los pibes te digan Profe”.

Hacía poco que era parte del plantel de Primera de San Miguel. No llegó a debutar. Jugaba de mediocampista y llevaba el cinco estampado en la espalda, número que también había utilizado Fernando Redondo, su ídolo. En la cancha intentaba emularlo, aunque según Walter Berardi, histórico jugador del club de Los Polvorines y quien fue compañero de “Jorgito”, sus cualidades pasaban por otro lado: “Era un futbolista con fuerza, que corría mucho. De esos que persiguen al rival por todo el campo. Cuando la tenía, jugaba, y eso lo llevó a entrenar con nosotros”. Un chico callado, pero maduro y con personalidad, era lo que percibía Berardi de Barrera cuando estaba con el grupo. 

 

San Miguel vivía episodios críticos. Disputaba la Primera C y, por terminar penúltimo en los promedios, debía jugar la Promoción frente al Club Social y Deportivo Liniers para mantener la categoría. El 25 de junio de 2005 se desató la alegría que luego daría paso a las lágrimas: el “Trueno Verde” vencía 4 a 1 a la “Topadora del Oeste” y se salvaba del descenso. 

Aquel fue el último partido de Berardi en su carrera.

—¿Qué recuerdos te quedan de Jorge?

—Quedé muy mal, muy dolorido por lo que le pasó. Él fue quien me llevó a caballito cuando yo me estaba despidiendo. Tengo fotos en casa del momento. Él me llevó en andas toda la vuelta a la cancha.

A la noche, tras la celebración, Cecilia, novia de “Jorgito”, fue a su casa a comer y mirar películas. En la madrugada del domingo, dispuesta Cecilia a volver a su hogar, llamaron a un remis, que la pareja fue a esperar hasta la ruta 197 y Seguí, frente a la estación de Pablo Nogués. Por allí mismo pasó y siguió de largo el fatal Chevrolet Corsa, que momentos después volvió, frenó frente a ellos y escupió por la ventanilla, sin motivo aparente, dos disparos accionados por el hombre que conducía. Una bala atravesó el pecho de Barrera, dejándolo herido de gravedad. Un par de horas después, pese a llegar al hospital Ramón Carrillo y ser intervenido quirúrgicamente, el corazón de Jorge García Barrera dejaba de latir. El profe y futbolista, junto a sus sueños, morían asesinados.

A día de hoy, dos décadas más tarde del hecho, solo se ha identificado y condenado con cinco años de cárcel por encubrimiento al ex policía bonaerense Cristian Javier Soria, quien iba como acompañante en el vehículo de la muerte. El móvil y el autor del asesinato continúan sin ser reconocidos.

 

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