Por Valentín Strumberger
Mateo Rodriguez, jugador de Waterpolo Avellaneda e integrante de la selección uruguaya de waterpolo, nos comparte su camino hacia el waterpolo y cómo este deporte, que comenzó como una simple curiosidad, se convirtió en una pasión que lo llevó a representar a un seleccionado. El waterpolista reveló cómo la dedicación, la perseverancia y el trabajo en equipo son claves en su carrera a pesar de su corta edad.
Mateo comentó que empezó a practicar este deporte ya que amigos suyos jugaban al waterpolo, y él iba a intercambiar figuritas del mundial. Admitió que le llamó la atención la combinación de habilidades técnicas y la necesidad de estar en constante movimiento ya que es un deporte que exige mucho físicamente, pero también mentalmente.
EL polista acuático resaltó el sacrificio y desafío que representó adaptarse al deporte en el agua debido a que nunca había practicado ningún ejercicio de este estilo. “ Fue un desafío, ya que no conocía a nadie pero el equipo me recibió muy bien, y con el tiempo fui mejorando mis habilidades y adaptándome al estilo de juego.”
El jugador expresó que las personas que lo incursionaron en este deporte y los que más lo apoyaron, exceptuado a su familia, fueron sus entrenadores Lebian y Meliani, expresando gratitud hacia ellos dijo: “El club es como una segunda casa. Pasamos muchas horas ahí. No solo entrenamos; compartimos, aprendemos, nos apoyamos. Se forman vínculos muy fuertes.”. El waterpolo en Argentina enfrenta muchas dificultades: escasez de recursos, poco reconocimiento mediático y falta de infraestructura pero eso no le evita a los jugadores disfrutar y compartir este deporte con amigos y compañeros.
Uno de los momentos más emotivos de la entrevista llega cuando Mateo habla de su convocatoria a la selección uruguaya. “Fue una sorpresa total. Yo no lo esperaba. Un día me llamaron, me dijeron que estaban siguiendo mi desempeño y que querían contar conmigo. Fue un orgullo enorme, para mí y para todos los que me ayudaron a llegar hasta ahí.” expresó mateo. “Yo estaba feliz pero mi papá estaba como loco, porque es el país de él y lo ama” agregó.
Ese reconocimiento no llegó por casualidad. Mateo entrena todos los días, combina el deporte con sus estudios, y se esfuerza por superarse constantemente. “No es fácil, pero vale la pena. El waterpolo me enseñó a ser disciplinado, a manejar la frustración, a trabajar por objetivos a largo plazo. Son cosas que también aplico en mi vida fuera del agua.”
Más allá de los logros deportivos, Mateo valora profundamente el impacto que el deporte tuvo en su crecimiento personal. “Antes era más tímido, más inseguro. El waterpolo me dio confianza, me hizo encontrar un lugar donde me siento fuerte, donde puedo expresarme. Y eso no tiene precio.”
Hoy, con varios torneos en su haber, una presencia consolidada en su equipo y la experiencia de haber vestido los colores del país, Mateo Rodríguez se perfila como una de las jóvenes promesas del waterpolo uruguayo. Pero no se olvida de sus raíces. “Todo empezó con un álbum de figuritas. A veces pienso en eso y me doy cuenta de lo impredecible que puede ser la vida. Lo importante es estar abierto a lo nuevo y a lo distinto.”
Esa visión es la que intenta transmitir también a los chicos que recién empiezan. Desde su rol como jugador experimentado, muchas veces acompaña a las categorías más jóvenes en entrenamientos y competencias. “Me gusta ayudar. Recuerdo cuando yo estaba empezando y lo perdido que me sentía. Si puedo hacer que otro se sienta más seguro o motivado, ya es un montón.”
La entrevista con Mateo Rodríguez no solo nos acerca a la experiencia de un deportista, sino también a los valores que el deporte puede inculcar: compromiso, humildad, esfuerzo, respeto. A través de su testimonio, vemos cómo un encuentro fortuito con un deporte desconocido puede cambiar el rumbo de una vida.
En un país donde los deportes menos mediáticos luchan por sobrevivir, historias como la de Mateo merecen ser contadas. Porque detrás de cada pase, cada brazada, cada gol, hay horas de entrenamiento, sacrificios personales, sueños colectivos. Hay también una comunidad que sostiene, que cree, que resiste.
Y sobre todo, hay pasión. La misma que empujó a ese chico que fue un día al club solo para cambiar figuritas, y que hoy, con una pelota en la mano y el agua como escenario, sigue soñando a lo grande.
La entrevista también es una oportunidad para visibilizar un deporte poco conocido, pero con una comunidad muy activa en Argentina. Mateo aprovechó el espacio para invitar a los jóvenes a acercarse, dijo que a veces pensamos que solo existen el fútbol o el básquet. Pero hay muchos deportes que esperan ser descubiertos. “Yo les diría que se animen, que prueben. Capaz encuentran algo que los apasiona, como me pasó a mí.” agregó
El waterpolo es un deporte poco común debido a factores que limitan su difusión y por consiguiente su popularidad. Uno de dichos factores es la alta complejidad física y técnica. Este deporte exige una gran resistencia física, ya que los jugadores deben nadar constantemente, mantenerse a flote (sin tocar el fondo) y realizar esfuerzos explosivos, todo en un entorno acuático. Esta dificultad lo hace poco accesible para el público general y para quienes buscan deportes más fáciles de practicar.
La infraestructura limitada también representa un problema para el polo acuático. A diferencia de deportes como el fútbol o el básquet, que se pueden jugar en casi cualquier lugar, el waterpolo requiere una piscina específica con medidas reglamentarias y cierta profundidad. Esta necesidad de infraestructura especializada reduce la cantidad de lugares donde se puede practicar.
El waterpolo tiene relevancia en países específicos como Hungría, Serbia, Croacia, Italia o España, pero en la mayoría del mundo es prácticamente desconocido. Esta falta de globalización limita su crecimiento y popularidad. La Selección Argentina de waterpolo es un país poco reconocido en el mundo acuático, esto se refleja en la poca cobertura de los medios masivos de comunicación. Sin visibilidad en televisión, redes sociales o periódicos, es difícil que nuevos aficionados se interesen por el deporte.