Por Conrado Maguna Martorell
“Platense, Manuela Pedraza y Cramer, familia. En ese orden”. De esa manera definieron y
celebraron, vía redes sociales, los que andan en su tinta la recuperación de los terrenos en
dicha esquina. Una historia que comprende de vigas, madera y 54 años. Un amor que no se puede olvidar. Un terreno que encontró a una joven institución deportiva de 12 años como pretendiente. Blandengues era cosa del pasado. La pasión crecía y necesitaba ampliar sus espacios, hacerlos más accesibles y cómodos a la flamante ola de fanáticos.
El presidente Archivaldo Goodfellow encabezó la gestión junto a Gregorio Callichio, Carlos
García, Casto Pérez y Martín Álvarez; el Dr. Carlos Delcasse cedió. El tratamiento del suelo,
la construcción edilicia y una puesta en valor material y sentimental en marcha. Inclusive, el primer velódromo dentro de un club de la Patria en la extensión.
El sueño, la relación y la reciprocidad había comenzado: se casaron un 9 de julio de 1917, a 101 años de la independencia argentina, con Provincial de Rosario como testigo y derrotado por 5 a 0, pero la disputa oficial debut se dio el 22 del mismo mes en un 0 a 0 frente a Porteño. Hubo público femenino, un dato no menor, pues para tomar noción de la coyuntura social faltaban más de 30 años para que ellas puedan votar.
Hector Negro, poeta y periodista calamar fallecido en 2015, definió en 75 años de historia
del Club Atlético Platense 1905-1980 de Jorge Sepiurca a Manuela Pedraza y Cramer como
“el primer templo tumultuoso y dominguero, […] el primer hervidero impregnado de leyenda, que me tuvo por ávido testigo abismado de asombro”.

La peculiaridad del barrio, aquel con “serenidad de siesta”; de un fútbol mucho más cercano al hincha, al vecino, al pibe que veía a sus ídolos a centímetros y que podía oler su transpiración, perfume, emoción o desazón, durante y post partido. “El portón de Cramer”, la llave para caminar por el asfalto junto al enganche, al cinco e incluso el árbitro. Destellos de un deporte que, por más popular que sea, fue devorado por el hermetismo y el alejamiento a quienes son la matriz de cada club.
Si han pasado cracks por allí: León, Cracco, Duarte, Bisio y Pardal en la década de 1920;
Esperón, Spitale y Pajoni fueron la columna vertebral del juego marrón a mediados de los
30s; Toledo, Sandoval y Galvagni como los herederos en tiempos de Segunda Guerra Mundial. Pasaron Báez, Sayago y Vernazza; Orlando Garro, Tomás Beristain, Domingo Boero. Pero en especial, Julio Cozzi, cuya leyenda nació tras atajarle un penal a Isidro Lángara en un enfrentamiento contra San Lorenzo en 1941 con solo 19 años. Más duelos ganados mano a mano desde los doce pasos que perdidos, ante nenes como el mencionado vasco, Labruna, Corbatta o Perucca, entre otros. También fue titular en el Sudamericano de Guayaquil en 1947 para el seleccionado nacional.
En 1971, se concretó una fórmula letal: dictadura de Lanusse e institución rota y
endeudada. El contrato de alquiler vencía, había que renovarlo. La familia Delcasse propuso
un trueque. Nueva firma a cambio del sector donde giraban las bicicletas. La respuesta fue
la solicitud de una recompensa monetaria excesiva. Un juicio como producto. Los
propietarios presentes, Platense ausente y acusado de “inquilino pudiente” por poseer
terrenos en Vicente López, adquiridos en 1947. El juez no desalojó, pero la cifra mensual
que dictaminó, sí: 25.000 pesos que fueron imposibles de afrontar. El adiós al verdadero
punto fraternal de la institución. La dinastía no pudo comprobar el derecho sobre el terreno y el Estado se lo quedó para construir “viviendas y establecimientos educativos”. Se
concesionó.
Pero un nuevo horizonte esperaba al Marrón. Aquellos terrenos en la Provincia de Buenos
Aires comenzaron a ver escalones entre 1974 y 1975. El longevo socio José García como
impulsor con una importante donación económica y Ginanni (presidente entre 1979 y 1984) también. La dura Printier rodó allí por primera vez un 22 de julio de 1979 en un
enfrentamiento contra Gimnasia y Esgrima La Plata.
El estadio tiene, remodelaciones de por medio, una capacidad para 28.530 espectadores,
que pueden ubicarse en la Popular Local Roberto Polaco Goyeneche (donde está
inmortalizado el nombre de Nicolás Landoni), en la Visitante Julio Cozzi, la Platea Alberto
Zaccheo o Marino.
A escasas cuadras de la Autopista General Paz, es donde la institución formalizó una
rivalidad frente a Argentinos Juniors, transcurrió más de 20 años en el ascenso, celebró su
regreso a la Primera División y llegó a dos finales en esta categoría.
El 12 de diciembre de 2024, la Legislatura Porteña le devolvió su enamorada esquina al
club que nunca se debió ir de su hogar. El arreglo, que aún no entró en vigencia, será la
concesión por dos décadas a partir de mediados de 2026. No se construirá una cancha,
pero Platense tendrá la decisión sobre dichos metros cuadrados, y podrá abrir sus puertas a vecinos y socios. Al respecto, Alejandro Fabbri afirmó que “es muy bueno, es un lugar muy valioso que tiene una larga historia. La idea es aprovechar las instalaciones, que la gente del barrio participe y no desarrollar el lugar con intereses de un emprendimiento privado”.
Para cerrar, una frase que el periodista y autor del libro Historias y Relatos de un siglo
Calamar recibió de un tal Roberto Fontanarrosa: “Nadie recuerda a la calle Manuela
Pedraza sin su marido Don Cramer”.