Por Nicolás Costa
Un miércoles soleado pero con algunas nubes dando vueltas por el cielo, en la ciudad de Morón más específicamente en la calle 25 de Mayo al 754 está ubicada la Línea 216 de colectivos. Allí se encuentra la historia de Luis Darío Calvo, quien compartió hermosos momentos junto a Juan Román Riquelme, Diego Armando Maradona, Claudio Paul Caniggia, el Beto Márcico, entre otros grandes jugadores. Hoy en día se gana la vida de una manera inesperada y busca volver a incorporarse al deporte que tanto ama.

Luis dijo que él viene de una familia muy futbolera, tanto por parte del padre como de la madre, y explicó que familiares suyos, especialmente tíos y primos, no llegaron a jugar en el ascenso argentino pero tuvieron la posibilidad. Su recuerdo más peculiar del deporte es cuando jugaba al baby fútbol en San Miguel.
Mientras Calvo estaba hablando, los ruidos y las bocinas invadían los oídos, y el olor a nafta quedaba impregnado en las narices. Es un olor tan fuerte que lo seguís respirando hasta cuando te retiras del lugar.
Calvo explicó que no era chofer, sino que trabajaba como conductor dentro de la empresa, en la parte más técnica. A lo que él se dedica es a acomodar los colectivos. Cuando los choferes terminan de trabajar en sus respectivos turnos, Calvo coloca los colectivos dónde tienen que ir, también los suele revisar para que estén listos y salir a la calle. Hace nueve años que trabaja allí y pudo lograr una estabilidad económica después de pasarla mal por mucho tiempo.
En el año 1995 empezó a entrenar con la Primera de Boca y, con los ojos un poco brillosos, declaró que haber jugado con Riquelme y Maradona es algo que nunca va a olvidar en su vida y que está agradecido a Dios por todo lo que le pasó en ese momento. Silvio Marzolini entrenador del club en aquel entonces, fue muy inesperado para el que lo elijan, porque no entendía cómo, con la cantidad de grandes jugadores juveniles que había lo llamaran a él y a dos más cuyos nombres no recuerda.
No solo eso, sino que el ex volante también fue jugador de la Selección Argentina Sub-20, donde en el año 1997 conquistó el Campeonato Sudamericano. En Boca Juniors jugó 19 partidos y, con un poco de bronca, contaba que cuando se fue Marzolini del club, Carlos Bilardo no le dio muchas oportunidades, lo que ocasionó que Calvo volviera a entrenar con la Cuarta del Xeneize. Eso le provocó una crisis en su cabeza, pensando en su futuro, sin saber qué iba a pasar; tenía que renovar su contrato y nadie le daba respuestas. Pero aparecieron dos ángeles para él: Francisco Sá y un tal Héctor “Bambino” Veira, quienes le dieron un par de oportunidades, pero, al no rendir al 100%, se fue a Rosario Central.
Al preguntarle por Juan Román Riquelme, en su cara se le vio una sonrisa de oreja a oreja. Según dijo, lo conocía de la selección juvenil de José Pekerman, y como Román era de Don Torcuato y él de San Miguel, se encontraban siempre en Retiro y viajaban juntos a entrenar. Luego, un micro los esperaba y los trasladaban a Ezeiza. Calvo, entre risas, declaró: “Pero bueno, uno llegó a donde llegó y yo ahora estoy acomodando colectivos”. Según Calvo, Román era muy buena persona y muy compañero. Compartían muchos momentos juntos; a veces él lo buscaba por su casa e iban a entrenar. Hoy en día es diferente, porque ya no tiene contacto con él. También afirmó que hace mucho no pasa por el club.
Mucha gente cercana le preguntó: “¿Cómo terminaste acá?”, y su respuesta es simple: “Las vueltas de la vida, algunos tienen suerte y otros no tanto”. Tuvo la posibilidad de haber jugado en Boca, y no solo eso, sino que también supo jugar en Europa, como en el AEK Atenas, Kalamata y Panachaiki de Grecia, y un breve paso por el Virtus Lanciano de Italia. “Tuve la fortuna de jugar en Boca y en Europa, es lo que soñaba toda mi vida”.
A sus 47 años decidió retomar los estudios y al dedicarle tanto tiempo al club antes, no había llegado a terminar la secundaria. Ahora su mente cambió un poco: “Yo no había terminado la escuela secundaria y el fútbol me alejó de los estudios. Sin embargo, el año pasado lo pude terminar y ahora estoy haciendo un curso de ingreso en la Universidad de Hurlingham, donde voy a estudiar Kinesiología. En parte, tengo el deseo de seguir ligado al fútbol de alguna manera y creo que este es un buen camino”.
Luego de su paso por el fútbol, económicamente tuvo momentos complicados porque no sabía cómo mantener a su familia. Lo que él dio a entender, fueron malas decisiones. El fútbol lo había dejado solo y lo había “abandonado”. Entró en una grave depresión y, en su cabeza, recorría la palabra “fracasado” y la vergüenza de no haber llegado a ser algo que tuvo un final muy corto. Como mencionaba antes, lo que pudo sustentar su situación económica fue la Línea 216 de Morón.
El exjugador de Boca Juniors no le cerró las puertas a trabajar en el club de sus amores en un futuro no tan lejano. No como técnico o dirigente, sino desde lo que está estudiando: Kinesiología. Obviamente, si es en Boca, mejor, pero si es en otra institución no diría que no. Es algo que realmente le apasiona y que, hoy en día tiene la oportunidad de poder estudiarlo y disfrutarlo en su máximo esplendor. Un hombre que de haber jugado con Juan Román Riquelme, Diego Armando Maradona, Claudio Paul Caniggia, entre otras grandes leyendas del Xeneize, pasó a acomodar colectivos en la Línea 216 de Morón, Luis Darío Calvo.