jueves, abril 24, 2025

El último loco del arco romántico

Por Juan Cruz Tomasco

Hugo Orlando Gatti murió el 20 de abril de 2025, a los 80 años, tras estar internado durante 60 días en el Hospital Pirovano. El Loco se fue como vivió: dejando huella. Su muerte causó un cimbronazo en el mundo del fútbol argentino, donde su figura trascendió generaciones. Fue ídolo, símbolo, arquero y espectáculo. Pero sobre todo, fue pionero. Reinventó la manera de entender el arco. Jugaba adelantado, con los pies, con atrevimiento, con una teatralidad que lo convertía en el foco de todas las miradas.

Nació el 19 de agosto de 1944 en Carlos Tejedor, Provincia de Buenos Aires.Debutó en Atlanta en 1962. Luego pasó por River, Gimnasia, Unión y finalmente Boca Juniors, donde forjó su leyenda entre 1976 y 1988. Allí jugó 381 partidos oficiales, ganó títulos locales e internacionales, y fue protagonista de un equipo histórico que conquistó América y el mundo. Fue bicampeón de la Copa Libertadores en 1977 y 1978, y campeón de la Intercontinental frente al Borussia Mönchengladbach. También integró la Selección Argentina, siendo parte del plantel del Mundial de Inglaterra 1966.

Pero sus títulos no son lo único que lo definen. Gatti fue más que un arquero. Fue un personaje. Un provocador. Un artista del fútbol. Con sus buzos llamativos, su melena rubia y su sonrisa desafiante, marcó una época. Se lo recuerda por frases como “el arquero tiene que ser un showman”, y lo respaldaba con acciones: atajadas espectaculares, salidas arriesgadas, penales volando de palo a palo, pelotas dominadas entre las piernas, y toques por arriba del delantero rival.

Una de las anécdotas más recordadas fue su cruce mediático con Diego Maradona. En la previa de un partido entre Argentinos Juniors y Boca, Gatti, fiel a su estilo provocador, dijo: “A Maradona le pegan mucho porque es petiso y gordito”. La respuesta de Diego fue en la cancha: ese día le hizo cuatro goles a Boca. Años después, lejos de enojarse, el Loco confesó que lo había hecho a propósito, para motivarlo: “A Diego lo quise despertar. Lo que dije fue para que se encendiera”. El tiempo convirtió ese episodio en una muestra de respeto mutuo entre dos futbolistas únicos, irrepetibles.

Quien compartió ese aura desde adentro del vestuario fue José Luis Villarreal, que llegó a Boca en 1987 con solo 21 años, cuando Gatti ya tenía más de 40 y transitaba su última temporada. El exmediocampista recuerda:

“Lo recuerdo como lo que era: El Loco Gatti fue un referente, fue el ídolo de Boca Juniors. Cuando yo llegué en el año 1987, con apenas 21 años, este Huguito andaba por los cuarenta y dos o cuarenta y tres, ya por el final de su carrera. A mí lo que me generaba él era muchísimo respeto, porque desde chico ya sabía que él había sido el arquero que más partidos había atajado con esta camiseta”.

Esa mezcla de idolatría y convivencia le dejó a Villarreal un retrato cercano y divertido. Como esta anécdota:

“Había un montón. Siempre, cuando terminábamos los entrenamientos o los partidos, le gustaba usar los perfumes de otros, los talcos de otros, los desodorantes de los compañeros… Y un día le dije: ‘Huguito, te pido por favor no me uses más el desodorante porque vengo de Córdoba, muerto de hambre’. Y él se cagaba de risa, porque siempre me decía ‘la Mona Villita’, por la Mona Jiménez, comparándome con el cantante cordobés”.

Más allá del personaje, también dejó una marca imborrable por lo que hacía bajo los tres palos. Villarreal lo describe con admiración:

“Lo describo a Hugo como un genio. Un tipo que rompió todos los moldes de lo que era un arquero normal. Su desfachatez, su forma de atajar… cuando él decía que hacía la de Dios, o cuando paraba una pelota entre medio de las piernas y levantaba las manos, o cuando atajaba una pelota con la mano y se la tiraba por arriba de la cabeza del rival. Le vi hacer cosas en ese año que lo tuve como compañero que realmente me sorprendieron como arquero. Además, con 43 años, entrenaba a la par de todos. Para mí fue un genio del arco”.

Con 765 partidos en Primera División, es uno de los jugadores con más presencias en la historia del fútbol argentino. Jugó hasta los 44 años, defendiendo la camiseta de Boca hasta el final. Después se reinventó como panelista, donde mantuvo su estilo sin filtro, frontal y polémico. Pero su figura ya estaba construida: el Loco fue eterno mucho antes de irse.

Hoy, Gatti es parte del folklore. Está en los libros de historia, en los videos de archivo, en los relatos de los hinchas y, sobre todo, en la manera moderna de entender el puesto de arquero. Fue un adelantado, un revolucionario, un showman y un maestro. Lo lloran los hinchas, lo recuerdan los compañeros, lo envidian los rivales y lo imitan, aunque sin éxito, quienes intentan ocupar su lugar.

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