Por Florencia Lemme
Si sos del barrio de Boedo, probablemente conozcas, por fuera al menos, “La Plaza de los Vecinos”, uno de los pocos espacios verdes en la zona, que como bien menciona su nombre, reúne a todos los cercanos a él, sin importar el rango etario, con el objetivo de promover una comunidad barrial. Fue creada y levantada a raíz de la carencia de un lugar verde en el barrio y gracias al esfuerzo inagotable y el trabajo incansable de los mismos vecinos, quienes sin esperar ninguna remuneración ni reconocimiento a cambio, han sido pioneros de este pulmón de encuentro y disfrute, que a día de hoy, continúa portando y honrando cada uno de los nombres de aquellos que formaron parte del origen de este lugar y seguirán siendo los responsables del nacimiento de una familia vecinal.
Para adentrarnos en su historia, debemos remontarnos al lejano 1895, cuando en esta misma ubicación se encontraba la escuela Florentino Ameghino, que fue luego demolida en 1981 por las topadoras de la última dictadura promovida por el gobierno del intendente de facto Osvaldo Cacciatore con el objetivo de construir una autopista, proyecto que luego quedó detenido; tiempo después, ese terreno baldío colmado de desequilibrio ambiental fue pedido por las familias que, impulsadas por la iniciativa para la construcción de una plaza, limpiaron el espacio e idearon en diciembre de 1985 lo que hoy se conoce como la flamante Asociación Civil de Vecinos Florentino Ameghino (mejor conocida como AVeFA), una asociación vecinal sin fines de lucro que, además de brindar actividades deportivas, cede de forma gratuita sus espacios a las escuelas públicas de todos los niveles para educación física y actos escolares, como también promueve la realización de actividades socio-culturales abiertas a todo el barrio. Al mismo tiempo, prestan espacio para una escuela y funciona como centro de práctica para la carrera de trabajo social, que también cuenta con un centro educativo primario abierto a jóvenes y adultos.
A su vez, AVeFA también da lugar al trabajo por la Memoria, Verdad y Justicia recordando en su frente a ex estudiantes de aquella antigua escuela que fueron detenidos desaparecidos por el Terrorismo de Estado.
Producto del esfuerzo del vecindario, se convirtió paulatinamente en un lugar formado por una comunidad que lleva como bandera la identidad barrial, fomentando el establecimiento de lazos históricos y sociales en el barrio y la construcción de vínculos de familia y amistad que, a través de los años, construyen y defienden con alma y corazón este sentimiento de pertenencia pintado de azul y verde.
Llena de vida, plagada de colores que resaltan entre la rutina de caminar por las sombras de los edificios del barrio, la primera Placita de Boedo nos recibe con un “paseo” que lleva el nombre de Sara Vaamonde, la fundadora del mismo, donde podemos encontrar una gran arboleda y a un costado el Vivero de Nativas, la huerta mantenida por la misma comunidad que busca inculcar la preservación y el cuidado de la naturaleza.
Una vez adentrados en la plaza, nuestra primera mirada topa con una calesita, que sigue el patrón colorido y alegre del espacio y es muy utilizada por los más chicos -y también por los más grandes- quienes en el afán de acompañar, se quedan a un costado disfrutando de las carcajadas de los niños al intentar -o incluso, agarrar- la sortija en alguna de sus tantas vueltas.
Si continuamos en el recorrido, nos vamos a encontrar con un patio de juegos, el cual se encuentra un tanto solitario por las mañanas pero todas las tardes, más puntualmente una vez finalizado el horario escolar de los más pequeños, se plaga de ellos y de los adultos que van a disfrutar del espacio y de las sonrisas de los niños que encuentran la felicidad en lo simple; en ir a patear una pelota con los demás, sean o no conocidos, en trepar los árboles de los que se encuentra rodeada la plaza o también, en tirarse a jugar en la arena hasta ensuciarse los uniformes y/o delantales para luego correr del reto de los mayores.
Detrás de esta plaza colmada de cariño expresado a través del cuidado de los vecinos, podremos encontrar una de las mejores canchas de fútbol 5 de la ciudad, testigo de incontables triunfos deportivos.
Ubicada en la Avenida Independencia 4224 hace más de 35 años y sostenida con la responsabilidad y el trabajo solidario como punto de partida, resulta ser parte de la historia de vida de cientos de familias que, de generación en generación, continúan habitando cotidianamente sus espacios y disfrutando la diversidad del establecimiento, creando lazos sociales que están en constante crecimiento.
Los autores de esta historia vecinal, definen AVeFA como una familia donde la participación de cada uno de ellos es fundamental y el interés primordial está ligado a “la gratitud de ver la plaza llena de gente y la posibilidad de que, cualquiera que se acerque, sea parte de este proyecto”.
Es así, que si pasas por Independencia y Muñiz, vas a escuchar gritos de gol de AVeFA en los que se va a oír reflejada la voz de aquel grupo de vecinos que supo ser -y formar- una familia que cumplió un sueño.
El trabajo desinteresado y la firme convicción de que los objetivos pueden alcanzarse, le dio felicidad a cientos de personas que hoy disfrutan de una vida plena, ligada al deporte y la cultura, y se sienten orgullosos de formar parte no solo del club, si no del barrio en el que residen.