Por Ivan Ariel Ramos Oliver
Caminar por las calles de San Martín es un momento de relajación, la gente viene y va, otros hacen algunas diligencias, y a lo lejos se ve un mural, es la representación de Carlitos Balá, quien en sesenta años de trayectoria hizo reír a muchos argentinos en el cine, teatro, radio, televisión, en circos también.
Entrar al estadio de Chacarita es como ir a un túnel a través del tiempo y rememorar algunos momentos históricos del club, como por ejemplo, la estrella pintada en una pared del título conseguido en 1969, y a unos pasos, la entrada al césped, donde los jugadores demuestran sus cualidades y destrezas para las competiciones próximas. Uno de ellos es Fernando Brandán, 34 años, al cual lo apodan “Enano” debido a su 1,68 de altura.
Aquel que comenzó su carrera futbolística en las inferiores de Quilmes, luego pasó por varios clubes del ascenso, hasta tuvo la oportunidad de jugar en Australia, precisamente en el Melbourne City. Pero su travesía en Oceanía duró muy poco debido a su temprana rotura del ligamento cruzado anterior y perderse el final de la temporada, abandonar el club, volver a Argentina para recaer en Temperley. Jugó en San Martín de San Juan, su homólogo de Tucumán, All Boys, Gimnasia de Jujuy y actualmente en el Funebrero.
– ¿Qué se siente ser parte de la historia de un club como Chacarita?
– La verdad que es un honor, porque el club me da todo el apoyo para seguir creciendo, tengo grandes compañeros, y un técnico que nos motiva siempre en cada partido y salir adelante. No solo es Chacarita, sino también mi familia me da todo su aliento, mi mujer, mis hijas que son lo más importante en mi vida. Es un orgullo formar parte de este grupo y seguramente con todo nuestro esfuerzo vamos a poner a Chacarita en lo más alto.
Mientras Fernando se expresaba, se notaba que algo le molestaba en su ojo derecho, pero no pasó a mayores.
– Ese momento terrible que te cae la botella de lleno en tu ojo, la gente que miraba la transmisión no lo podía creer.
-Sí, todo ocurre con la expulsión de un jugador de Tigre, yo estaba hablando con Pisano y siento que una cosa me impacta en la espalda. Yo en ese momento reaccioné para ver quien fue, mientras que los jugadores de Tigre le seguían hablando al árbitro y ahí es cuando me cae de lleno una botella, pero de las grandes, en la cara y me da en el ojo derecho. Yo me tiré al suelo, la verdad no sé qué pasaba en ese momento porque, viste, semejante cosa te cae así, es como una bala pesada. Me acuerdo de que los médicos fueron a socorrerme, mis compañeros también estaban al lado mío. Cuando me puse de pie, Ayelén Puchi me revisaba el ojo, me preguntaba cómo estaba pero seguía medio “grogui”. Luego me fui al vestuario para que me sigan revisando y de verdad no podía abrirlo, me costó mucho.
Hubo un silencio de algunos segundos, pero después Fernando retoma el tema, mientras algunas personas comienzan a realizar las tareas de remodelación del estadio: “Ya en el vestuario, con un parche en el ojo, me dirigí al hospital Belgrano para que me haga todos los estudios. Los médicos me dijeron que tenía inflamada las pupilas y estar varios días bajo control oftalmológico. Después supe de las declaraciones que hizo Gorosito de que había cabeceado la botella y todo lo demás, la verdad que estuvo mal. Lamentablemente, siempre van a existir personas que te van a tirar cosas de una tribuna, pero no se dan cuenta de que puede llevar a cosas más graves, yo dentro de todo lo padecí en carne propia, pero estoy acá contándola. Espero que las máximas autoridades del fútbol argentino tomen cartas en el asunto y se pueda vivir un partido en paz”.
-Ojalá se pueda mejorar, pero a veces, la vida te da revancha, ¿no? En referencia al momento de que se tuvo que jugar los últimos minutos del partido.
-Sí, digamos que no fue revancha, yo la verdad siempre quiero contribuir en ayudar al equipo para ir al frente. Y eso fue lo que pasó: quedaban 39 minutos, teníamos en mente de ir a ganar el partido. Lo empatamos rápido con el gol de Salinas, fuimos más que Tigre pero en los últimos minutos casi nos quedábamos afuera pero Arzamendia dejó la vida en esa tapada. Fuimos a penales. Yo me mentalizaba de que íbamos a ganar, era una presión tremenda para cada uno. Cuando Sánchez Miño erró el penal, sentí un alivio y cuando me tocó patear el último penal, pensé en mi familia, mis amigos, y al marcar el gol me saqué toda la bronca por todo lo que pasó, fue un momento muy emotivo al abrazarme con mis compañeros, ver a todo el cuerpo técnico festejando, la verdad que no tengo palabras para explicarlo.