Por Bautista Balbi
Lautaro Reyero Góngora recuerda con claridad el momento más difícil de su carrera en el rugby. Tenía sólo 15 años cuando, tras un malentendido con sus entrenadores en el Club Atlético Casa de Padua, se enfrentó a una acusación devastadora: le dijeron que había jugado para que su equipo perdiera. El partido, que fue contra Mariano Moreno, terminó con Lautaro llorando en su casa, dándose cuenta de que todo lo que había construido en el deporte estaba a punto de desmoronarse. “Ese día me fui llorando a mi casa, mis padres estaban enojados. Yo les dije: ‘No juego más ahí’”, confesó con sinceridad. Lo que siguió fue una etapa de incertidumbre, en la que Reyero se cuestionó en profundidad si quería seguir en el rugby, un deporte que había practicado desde los 3 años. Incluso llegó a hablar de ello con su psicóloga para encontrar una solución a este problema.
El rugby siempre había sido parte de su vida, en gran parte gracias a su padre, Sebastián Reyero, quien es entrenador de categorías infantiles en Padua y pionero del rugby inclusivo en el club. Lautaro había acompañado a su papá en varias de estas jornadas inclusivas, lo que le permitió vivir el deporte desde otra perspectiva. Sin embargo, la dura experiencia lo hizo dudar de todo.
Fue una conversación con su padre lo que marcó un punto de inflexión. “Mi papá me habló y me dijo que su sueño era que yo debutara en Primera, sin importar en qué equipo”, compartió Reyero. Eso, sumado a su amor por el deporte, lo convenció de no abandonar el rugby. Decidió cambiar de club, dejando Padua para unirse al Mariano Moreno, un lugar que pronto se convertiría en su nuevo hogar deportivo. El primer entrenamiento fue todo lo que necesitaba: “Me divertí mucho, lo pasé bien desde el primer día”. Aunque en su debut jugó fuera de su posición natural, Lautaro no tardó en adaptarse. A lo largo de los siguientes tres años, su juego y su mentalidad evolucionaron, gracias a entrenadores más capacitados y un entorno de equipo más fuerte.
Sin embargo, su relación con el rugby no ha sido lineal. Las lesiones lo han golpeado con fuerza, en especial en 2023, cuando sufrió un esguince de tobillo crónico y una microfractura en la rodilla derecha. A pesar de todo, Reyero no dejó de luchar por su regreso al campo y el rugby continuó como un espacio de terapia, de encuentro con amigos y de superación personal para él. “Tuve que mirar los partidos desde afuera, pero el apoyo de mis compañeros y el de mi familia fue clave para sobrellevarlo”, contó.
En su vida, la disciplina es una constante. Con horarios de estudio y trabajo en la provincia de Buenos Aires, ya que colabora con las Comisiones Provinciales para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (COPRETI), visita comedores en barrios vulnerables y elabora informes sobre la realidad social en Moreno. Aun así, Reyero encuentra tiempo para su otra pasión: el rugby. En sus propias palabras: “Es mi sitio de terapia porque estoy con amigos y me puedo divertir entrenando y jugando”.
A futuro, el jugador de la M19 del Club Mariano Moreno sueña con debutar en la Primera División y por qué no, probar suerte en Europa. También desea que el rugby alcance a más personas en la sociedad y destacó el impacto del rugby inclusivo y el crecimiento del rugby femenino en Argentina. Su enfoque está en disfrutar de los partidos, evitar frustraciones y mejorar cada día, tanto en el juego como en su vida personal. “El rugby es un deporte que te puede cambiar la vida, te ayuda a ser mejor persona y a superarse a uno mismo”, reflexionó Reyero. A quienes comienzan en el deporte, les aconseja que jueguen para divertirse y no para frustrarse. “Las frustraciones siempre van a estar, pero cuando uno la está pasando bien es cuando mejor juega”.