Por Mateo Herrera Olmedo
Es 2014. El argentino Fernando Belasteguín cierra una nueva temporada como número uno del ranking mundial del pádel. Su 11° temporada consecutiva en lo más alto. Felipe Calleja tenía 13 años. Nacido en Victoria, ciudad de la provincia de Entre Ríos, se dedicaba a practicar deportes en su tiempo libre. El fútbol y el tenis, principalmente. El segundo lo practicaba en el Club Libertad, ubicado en su ciudad natal, con la enseñanza de un profesor, Ricardo Basualdo. En ese mismo club, aparte de las canchas de tenis, había dos canchas de pádel, lo que le llamó la curiosidad al pequeño aspirante a tenista.
Calleja, a su corta edad, desconocía lo que era el pádel. No era como el tenis. La pelota pasa más tiempo en el aire y siempre vuelve al rebotar en las paredes de blindex o de concreto. No se va lejos. Su profesor lo tenía claro. Entonces, con su formación en el tenis, invitó a su alumno a jugar al pádel y a inscribirse a un torneo que organizaba el Club Libertad de forma independiente. Sin tanto convencimiento por el novedoso deporte, Calleja encontró una pasión que lo movilizó más que en el tenis. No podía seguir tres disciplinas en simultáneo. Un esfuerzo que también se veía volcado para poder llegar a terminar la escuela. Así que se decidió a dos de ellas. Quedó afuera el tenis.
El entrerriano comenzó a practicar en la escuelita de pádel de su profesor, Ricardo Basualdo, en Victoria. Ahí arrancó su carrera como jugador de pádel profesional. Primero al jugar torneos informales, sin organización de la Asociación del Pádel Argentino (APA), y luego sí un torneo oficial de la Asociación Victoriense de Pádel (AVP). Lo disputó con su papá, Alejandro Calleja, miembro de la asociación. La pareja ganó el Torneo Pares de la AVP.
“Tuve suerte porque la pegué”, cuenta Felipe (foto) en 2024 a sus 23 años. Cuando arrancó la escuelita en 2013, comenzaron muchos chicos y el pádel volvió a tener un crecimiento exponencial. Iban a jugar todos los días. Entonces, durante ese mismo año y con más práctica, decidieron ir todos juntos al primer Nacional de Menores (torneo de pádel organizado por la APA). Competición que disputan jugadores de toda Argentina, en diversas categorías menores. Fue un antes y un después. En ese año arrancó a subir categorías, hasta llegar a lo más alto. Hoy es top 4 del ranking de Argentina.
Pero a sus 15 años estaba decidido con lo que quería seguir una vez terminada la escuela. Y así pasó. En 2015 dejó de jugar al fútbol en el Club Atlético Sarmiento de Victoria para enfocarse ciento por ciento en su nueva etapa que lo apasionaba: el pádel. Comenzó a entrenarse “en serio” con un preparador físico y a prepararse por fuera de la escuelita con una profesora de pádel, Maria Irene Arreseygor, que formaba parte del cuerpo técnico de las selecciones nacionales menores de la APA. En ese año se coronó como número uno del ranking de su categoría, la Sub 15.
La importancia de su formación para llegar luego a lo más alto como profesional fue una de las claves. Federico De Pascual, actual entrenador de las selecciones nacionales y parte de la comisión técnica de la APA, considera que “los principales formadores” son los profesores. “Entre los 13 y 18 años hay una etapa formativa en la que los chicos se forman como deportistas y como personas. Eso es fundamental”. Y aclara: “Creo que hay una parte en la vida del deportista que no se la pueden perder”. En Argentina, la parte de los selectivos de menores es sumamente importante. Y una vez llegado a los 18 años, dice, “ya estás capacitado para despegar como jugador y encarar torneos con un buen nivel”.
La formación y los entrenamientos que tuvo Calleja fueron esenciales para estar en lo más alto de Argentina hoy. En búsqueda de mejorar en todos los aspectos para tener un gran nivel para competir, entrena dos horas en la cancha la parte técnica y dos horas la parte física.
Sucede lo mismo con los jugadores a los que entrena De Pascual. Los chicos de sub 14 hasta sub 18 de los seleccionados nacionales tienen dos horas y media de entrenamiento en la cancha. Ejercicios de canasto, control y de partido durante todos los días de la semana; al mismo tiempo se ejercitan en el gimnasio. La receta del éxito de los jugadores argentinos se diferencia del pádel de la década del 90, en el que no había tanta profesionalización ni dedicación a la hora de entrenarse individualmente. Por eso es el deporte de mayor crecimiento. “Y habrá que cuidarlo como no se lo cuidó en los 90”, dice De Pascual.
“El encanto del juego es el mismo ahora que el de hace 30 años”, añade el vicepresidente de la APA, Oscar “Cacho” Nicastro (foto). Pero hay una “espectacularidad”, agrega, que no se veía antes. Sucede que los jugadores de ahora, en la élite y en las categorías menores, tienen una mayor capacidad física que antes. Son versátiles. A lo que se suma la técnica y el uso de canchas y paletas nuevas. Por eso Argentina fue, es y será potencia en el pádel. Tuvo a Belasteguín como el único jugador en la historia en ser número uno del ranking durante 13 años (2002-2014). Tiene ahora, desde 2020, a Agustin Tapia, de 25 años, el mejor de la clasificación en 2023 y parte del 2024. Hay hambre de gloria.
Es un deporte de paleta, para jugadores de muñeca sensible por la variedad de sus golpes y no solo del remate fuerte y preciso, que lo prefieren por encima del tenis. De esos sobran en Argentina. Esos que lo arrancan como un hobbie y compiten fuerte en torneos internacionales como Premier Pádel. Como Calleja, Tapia y Belasteguín.Y eso es: la competencia, que al argentino lo implica a ser talentoso en deportes como el pádel.
La importancia de Argentina en los inicios del deporte
No es casualidad el nivel que tiene hoy el pádel argentino. Para adentrarse en este mundo hay que saber que fue importado en 1969 desde Acapulco, México, lugar en el que se creó. Luego de expandirse en España, en especial en Marbella, los argentinos que vacacionaban allí, como Julio Menditeguy y Roberto Rivera, lo trajeron al país como un deporte novedoso que combinaba cosas del tenis, racquetball, squash y algo del ping pong.
Y de ahí, en 1982, es que surgen unas ocho canchas en Argentina pero de forma privada y dirigidas más hacia la clase alta. En el San Juan Tennis Club, en el barrio de San Telmo, en San Juan y Chacabuco, en un edificio de gran altura con poca apariencia de una institución, se pusieron dos canchas de pádel en el subsuelo. Lugar donde arrancan a jugar a este deporte muchos ex jugadores de otras disciplinas, como Cacho Nicastro.
De 80 años, Nicastro jugó al rugby como apertura gran parte de su vida. Primero en el Buenos Aires Cricket & Rugby Club y después en Hindú. Y antes de terminar su carrera, deportista de raza, comenzó a pensar a qué actividad podría dedicarse. Su despedida fue en 1983, cuando Guillermo Vilas deslumbraba por el mundo con la hazaña de que el tenis podía ser un deporte popular en Argentina.
A Cacho Nicastro, quien ya había agarrado una raqueta en búsqueda de nuevos rumbos, le pareció que el tenis carecía de alegría. Por lo que se pasó al squash y de ahí encaró hacia el pádel. Se convirtió en pionero en Argentina: fue presidente, fundador y actual vicepresidente de APA.
Viviana Dellavedova, esposa del mexicano Enrique Corcuera, creador del pádel en Acapulco, describe como “maravillosa” la llegada de Nicastro a México. Un revolucionario. Luego organizaría por primera vez un encuentro entre ambos países. Él “hizo todo” para perfeccionar el pádel-tenis, llamado así en su año de creación, en 1962. “Nosotros lo inventamos y él lo perfeccionó”, cierra Dellavedova. Y así fue, en el San Juan Tennis Club. Se organizaron pequeños torneos entre los amigos de Nicastro, unos pocos que sabían jugar al pádel. Hasta consiguieron, a través de Constancio Vigil, dueño de la Editorial Atlántida, el nombre de El Gráfico para darle visibilidad a su torneo y que la copa llevase el nombre de la conocida revista deportiva. Pleno crecimiento de un nuevo deporte.
“Se competía con la formación que teníamos de un deporte nuevo. Éramos jugadores de distintos deportes que creíamos que jugábamos a lo que era el pádel. Y el éxito fue también por la inclusión de la mujer, que no se sentía favorecida con otro deporte de paleta o raqueta, y en el pádel era incorporada con mucha facilidad”, dice Nicastro. Esa “incorporación” tan marcada llevó a las parejas a formar duplas y a jugar un partido juntos, al igual que con sus hijos. Así creció todo el desarrollo y se repartió por la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Misiones, Chaco y hasta en Uruguay, Chile y Paraguay.
El 21 de noviembre de 1987, Nicastro decidió juntar a todos sus amigos practicantes (16) para fundar la APA, la federación representativa del pádel en Argentina, en la que se establecen todos sus objetivos reglamentarios y técnicos para planificar, ejecutar y administrar la conducción del pádel a nivel nacional. Ahí se empezó a darle formato. A partir de la marca de paletas Sport Connection, que tenía como uno de los dueños a Nicastro, hubo contacto con España para que traiga un seleccionado capitaneado por Don Rafael Silvela a Argentina y jugar un torneo de exhibición. “Por mi formación en el rugby, siempre le di un carácter institucional al pádel”, dice el vicepresidente de la APA.
Pero no todo fue belleza y crecimiento. A fines de la década del 90, el deporte sufrió una recaída. La hiperinflación durante esos años, un común denominador que persiste en las distintas etapas de la historia argentina, llevó a que muchas de las canchas fuesen vendidas para que el terreno se utilizase en la construcción de nuevos edificios. Disminuyeron la cantidad de jugadores practicantes. La cantidad de canchas. Y las marcas de paletas que estaban en el mercado, como Dobber o Royal Pádel, se redujeron. Sin embargo, en el interior del país, las canchas siguieron de igual manera, lo que permitió que se mantuviera encendida una mínima chispa. Y esa chispa se encendió como fuego tan solo una década después, en 2000, para llegar a que en octubre de 2024 haya, por lo menos, seis jugadores argentinos en el top 10 del ranking internacional del pádel.