lunes, noviembre 25, 2024

Luciano Gauna, el más joven de la selección de futsal en Uzbekistán                  

Por Agustín Paratcha

El futsal es un deporte que requiere habilidad. Se juega en una cancha chica donde los movimientos y la toma de decisiones deben ser de manera instantánea. Pero además, cuenta con un detalle no menor: inteligencia táctica. Luciano Gauna complementaba estas dos características en el club de su barrio Social Lynch, ubicado en San Martín, provincia de Buenos Aires cuando dejó de jugar fútbol once. Federico Orga, quien lo formó y conoció de cerca su personalidad en la cancha, se desempeña como entrenador de la institución.

Gauna era un chico de 13 años de contextura delgada, de los más bajitos en la cancha y habilidoso con ambas piernas. Lo apodaban “Luchi”. No pasaba desapercibido en un principio. Entrenaba en un gimnasio de techo muy alto y en un piso de baldosa callado, sin transmitir muchas palabras. Tranquilo y de perfil bajo. Tenía un gran talento, pero entendía el juego, según Fernando Casas, dirigente del Lynch.

Luciano Gauna, en un principio, no solía prestar mucha atención a lo táctico por una cuestión de edad porque el jugador con calidad suele ser vago. Sin embargo, empezó a enamorarse del deporte. “Luchi”, una vez que le agarró el gustito al futsal, era el primero que levantaba la voz o se acercaba a su profesor Federico para hablar del esquema. Se adaptaba de acuerdo a las circunstancias del juego. Él, en caso de que el partido requería de jugar a dos toques o gambetear, lo hacía.

“Ví un millón de pibes con su edad que son talentosos. Todos los vemos en los clubes de barrio, pero hay muy pocos que se centran en el deporte y se comprometen desde lo táctico. Hacía jugar mejor al resto de sus compañeros. Lo distinguía de los demás. Es una diferencia que noto de un jugador habilidoso que juega para él”, contaba Federico Orga a “El Equipo” en cuanto al compromiso del pequeño Gauna, quien estuvo en la categoría de menores y cadetes en el club.

Orga jamás olvidará el llamado de atención que Luciano le hizo a uno de sus compañeros en una de final de Copa de Campeones entre Social Lynch y Estudiantil Porteño. Siempre fue educado y transmitía poco desde lo gestual. “Me duele la rodilla”, expresaba uno de sus compañeros. “Jugá igual”, le contestaba para animarlo. Daba orden si tenía que decir algo. Fue algo raro en él, pero de a poco se convirtió en un referente. Se transformó, desde lo futbolístico, en un líder positivo tanto con la pelota como en el vestuario. 

Su gran rendimiento despertó el interés de Pinocho, que lo llamó para que juegue en la primera. “Andá, tenés que crecer porque es una oportunidad única. El técnico por algo se fijó directamente en vos“, le mencionó Orga a Luciano, quien dejaba la institución a los 17 años.

El Social Lynch es un espacio familiar para Luciano. Lo ayudaron con los estudios en un verano porque se había llevado muchas materias para que pudiera rendir bien. También le dieron una mano con el pasaporte en su viaje a España en su traspaso al Peñíscola, equipo donde juega en la actualidad. Además, desayunaba con sus amigos en el club para luego ir a clases. Un chico que vivía la vida de barrio. Se estableció una linda unión entre el jugador y el club.

“Luchi”, agradecido siempre, no olvidó nunca sus raíces y volvió hace poco de Europa al club. Se sentó a mirar una práctica de los chicos en un rinconcito. Orga, quien manejaba el entrenamiento, ensayaba una jugada, pero no salía como planeaba. Eduardo Casas, hoy dirigente del Lynch, contó que Gauna se paró delante de su exprofesor y le dijo: “Acá tenés que tener un zurdo Fede”. Se acordó de su liderazgo que le habían inculcado. 

El caso Gauna es un ejemplo más de la importancia que cumplen en nuestra sociedad los clubes de barrio, permitiendo el desarrollo social y deportivo de los chicos. Así, la formación y el crecimiento en su equipo fue un punto de inflexión para que hoy, con 23 años, defienda los colores de la selección Argentina en el Mundial de Uzbekistán.  

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