Por Joaquín Arias
En medio de la polémica con los desalojos a los vendedores callejeros, el negocio de la venta de camisetas en los parques crece cada vez más.
River, Boca, Boca, Racing, Independiente, Platense, Platense, Platense, Platense. “Espero que estas se vendan bien”, se sincera Carlos. Es domingo por la mañana en el Parque
Saavedra, ubicado en el barrio homónimo, y los comerciantes de la feria se preparan para
recibir a posibles compradores.
Carlos no es un vendedor habitual en este espacio público. A diferencia de los tradicionales, que tienen sus puestos en la calle Roque Pérez, él exhibe sus camisetas de fútbol sobre una manta en el césped, más cerca de la avenida García del Río. En realidad viene de otro parque, uno más grande y más céntrico: el Centenario. Llevaba varios años en ese lugar hasta que el 17 de agosto la Policía de la Ciudad desalojó a los más de dos mil manteros que utilizaban el espacio para vender sus productos. El Jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, explicó en la red social “X” que decidió sacarlos “por quejas de los vecinos”. “Fue a primera hora, estábamos acomodando las cosas y de repente vinieron como 100 policías. Nos ordenaron que nos vayamos inmediatamente, hasta trajeron camiones. No nos quedó otra que obedecer”, cuenta Carlos e, indignado, reclama: “Fue un día antes del día del niño, cuando todos esperábamos vender muy bien. Como diría el Diego nos cortaron las piernas. Nosotros no jodemos a nadie y solo queremos mantener a nuestra familia, es injusto que se nos trate así”.
Pudo quedarse con gran parte de su mercadería, por lo que emprendió la “mudanza” y una semana después ya está instalado en la zona norte porteña. Con sus flamantes camisetas del Calamar, espera por los primeros clientes. Para esas horas el Parque cuenta con muchos runners y ciclistas que dan la vuelta, aunque de a poco se acercan transeúntes. En el parque hay diez vendedores de camisetas de fútbol, ubicados tanto en puestos armados como en el pasto. Sus puntos de venta, camuflados entre los de libros, sahumerios, ropa y
artesanías, son los más observados por chicos. Aún una semana después del día del niño, algunos siguen rogándole a sus padres que les compren una casaca.
El primer cliente de Carlos es Matías, un chico de diez años. Primero mira todas las que están en la manta y luego elige la que está más a la derecha, una del Inter Miami. Esta es una réplica de la última camiseta suplente que sacó el equipo estadounidense, de color
verde menta con detalles en blanco y naranja. Atrás, por su puesto, la inscripción “Messi” y el número 10. Una vez realizada la transacción el chico la mira contento y la pone en una bolsa para usarla en algún futuro partido. “La estábamos buscando hace mucho y es la primera que vemos en el parque”, dice su madre. Según ella el chico ya es “coleccionista de camisetas de Leo”, y todas las que tiene son de ferias callejeras. “Primero fue la de la selección, después la del PSG y ahora estamos con la del Miami. A mí me gustan porque son truchas pero son baratas y de buena calidad, y si uno busca alguna oficial son prácticamente un robo”.
El “robo” hace que cada vez más gente se interese por este tipo de camisetas. Los comerciantes continúan vendiendo a lo largo del día, casi sin parar, a chicos y grandes que se acercan, ven, y después se deciden al ver que son réplicas fiables. Para fortuna de Carlos, la identificación del barrio con Platense hace que las camisetas del Marrón sean las más vendidas junto a la de los grandes de nuestro país y cualquiera que lleve el nombre Messi en el estampado.
Sin embargo, el negocio de las casacas no solo alcanza a los equipos y jugadores más populares, sino que va más allá y se mete en el nicho histórico futbolero. El único colectivo que pasa bordeando el parque es el 71. En su recorrido a la Estación Once para en el Parque Los Andes, más conocido en la jerga porteña como Chacarita. Allí la feria de los fines de semana triplica a la del Saavedra, ocupando cuadras enteras de la avenida Corrientes y casi todos los caminos del interior de la plaza.
Como pasaba con Tense, allí también abundan las casacas de Chacarita y Atlanta, clubes con cercanía geográfica o sentimental, pero cuando uno se adentra en los puestos se observan cada vez más versiones “retro”. Algunas son usadas, pero bien conservadas, y otras directamente son recién producidas con el estilo de antaño. “Yo colecciono camisetas viejas desde hace años, y ahora siento que se volvió más una moda”, manifiesta Federico, un hombre de treinta años que recorre activamente el lugar, y declara: “Por un lado está bueno que muchos pibes se interesen, aunque a la vez hay personas y empresas que se aprovechan y los precios se van por las nubes. Acá en Argentina los lugares que las venden son a precios recontra descarados. Por suerte me puedo permitir buscar en tiendas de afuera por internet, pero para los que no al menos quedan estas ferias”.
Un instante antes Federico acaba de adquirir una nueva pieza a su colección, la remera de Rumania en el Mundial de Estados Unidos 1994 con el apellido Hagi atrás. “Yo sé que nos quedamos afuera contra ellos pero mirá lo que es esto”, dice y sonríe. Y es que el amarillo de la tela con las franjas azul oscuro y rojo la hacen una casaca única, con una estética noventera y que casi no se ve en el fútbol actual. Esto genera que sea una de las más buscadas por los coleccionistas.
El puesto en donde la consiguió, propiedad de Jorge, muestra dos más de estas y varias que parecen producir nostalgia para los más grandes que pasan. Equipos históricos como el Deportivo La Coruña de los 2000, el Arsenal de los invencibles, la Juventus de Zidane, entre otros, tienen su lugar en la manta, una de las más grandes del parque. “Cada vez veo a más personas de todas las edades acercándose, los veo contentos por lo que compran y por supuesto me pone muy contento”, reflexiona Jorge y señala: “No entiendo por qué esta persecución a los que vendemos acá, no hacemos nada malo. Yo nunca recibí una sola queja por algo que vendí y siempre respeté a la gente”.
La venta callejera es un fenómeno que crece a pasos agigantados en la Ciudad de Buenos Aires. Según el Observatorio de Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC), en julio de 2024 creció un 13% comparado al año anterior. El rubro de la indumentaria ocupa el 80% del negocio, y es en donde se encuentran las camisetas de fútbol. El principal factor es una crisis económica que lleva años y que parece siempre profundizarse un poco más.
Esto genera que muchas personas tengan que empezar a vender en estos lugares mientras los compradores tienden a buscar opciones más económicas. En medio de esta tendencia creciente el Gobierno de la Ciudad busca limitarla a través de desalojos, en su gran mayoría violentos. El 71 para en Corrientes, y si uno lo toma puede llegar hasta Parque Centenario. Allí, una semana luego de que la Policía de la Ciudad accione, donde había una enorme feria y muchos puestos de venta solo quedan los andamios y la vereda gris, apenas transitada. Pese a ser un domingo con mucho sol, en quizás las condiciones más idóneas para salir, el lugar verde que se encuentra casi en el centro geográfico de la ciudad no tiene mucha vida. “En nuestra ciudad, el espacio público es de los vecinos”, se había expresado Jorge Macri para justificar la expulsión de los vendedores. Sin embargo, estos brillan por su ausencia y se percibe un silencio apenas interrumpido por el ruido de los motores sobre la avenida Díaz Vélez.
Adentrándose en el Parque, se ve un poco más de gente caminando, charlando o
practicando deportes. Un grupo de chicos juega al fútbol. Son más o menos diez, todos
corriendo detrás de ella como dicta la norma en este tipo de partiditos. Todos tienen al
menos una camiseta. Son actuales y alguna retro como una de River con la cuál ganó la
Copa Libertadores en 1996. Se nota desde lejos que no son originales, pero a nadie de
ellos parece importarle. Parece que las consiguieron en la feria que estaba ubicada a unos
200 metros de donde patean la pelota.