viernes, octubre 11, 2024

Labruna, el Ángel de la guarda de River 

Por Iván Heidenreich

River salió al campo de juego del Cilindro de Avellaneda el 22 de septiembre de 1963 para disputar la fecha 18 del campeonato ante Racing. Ángel Labruna encabezaba al equipo Millonario, pero esta vez en lugar de vestir botines y pantalones cortos, llevaba saco y corbata. Lejos habían quedado aquellas épocas de La Máquina para el máximo goleador histórico del club. Ahora tocaba seguir agigantando su figura desde el banco de suplentes. 

Cuatro años atrás, el Feo vistió por última vez la banda roja en la derrota 3-0 ante San Lorenzo. Su carrera como futbolista culminó con breves pasos por Rangers de Talca de Chile y por Rampla Juniors de Uruguay, aunque su retiro definitivo coincidió con el inicio de su trayectoria como entrenador. 

Su debut como DT se dio en Platense durante el torneo de Primera B de 1961, aunque fue también en el Calamar donde disputó sus últimos dos partidos. Tuvo que calzarse los botines para enfrentar a Tigre y Central Córdoba de Rosario debido a la falta de jugadores. En aquel campeonato al mando del conjunto de Vicente López terminó cuarto, no pudiendo conseguir el ascenso, siendo esta su única experiencia como técnico antes de River. 

En esa época, el cuadro de Núñez cargaba con una racha de seis años sin salir campeón, por lo que la exigencia era más alta que la habitual para un entrenador. Curiosamente, Labruna llegó para reemplazar a José María Minella, el técnico que comandó al propio Angelito y otros cracks a consagrarse campeones en 1957.

Esa tarde de primavera ante la Academia fue triunfo del Millonario por 2-1 gracias al doblete de Luis Artime. River era el puntero del campeonato con tres puntos de ventaja respecto de Independiente y del recién vencido Racing, pero esa diferencia se desvaneció con la irregularidad del equipo conforme avanzaban las jornadas. Tras este triunfo, el equipo empató tres partidos consecutivos y pese a llegar puntero a las últimas fechas, cayó ante el Rojo y Boca, perdiendo la punta del campeonato y dejándole servido el título a Independiente. 

El conjunto dirigido por Angelito necesitaba ganar en la última fecha ante Argentinos y esperar la derrota de Independiente ante San Lorenzo, y aunque la Banda Roja venció 3-2 al Bicho, los Diablos Rojos derrotaron 9-1 al Ciclón en Avellaneda, en un encuentro en el que el visitante tenía 5 jugadores menos en tan solo 25 minutos de juego. Tras no poder alcanzar el objetivo de ser campeón, la dirigencia de River decidió no renovar el contrato a Labruna, concluyendo así su primer ciclo dirigiendo al club de sus amores. 

Tras una buena campaña nuevamente con Platense, regresó a River en 1968, que seguía con su sequía de campeonatos, por lo cual volvió a depositar su fe en la capacidad del Feo para guiar al equipo a la gloria. Tuvo que afrontar gran parte de este ciclo con un plantel en pleno recambio, ya que a fines de su primer año Amadeo Carrizo y Ermindo Onega, dos de las mayores figuras, abandonaron el club. 

El estilo de juego que proponía Labruna no era acorde a los estándares de buena parte de la hinchada Millonaria, quienes estaban acostumbrados a un River avasallante y que goleara a los rivales. El DT tenía presente esto, pero consideraba que debía priorizar el fortalecimiento del carácter de sus dirigidos por sobre lo bonito del juego, lo que generó que el equipo sea mucho más respetado por sus contrincantes. 

Durante esta segunda etapa, y pese a realizar grandes campañas, cosechó cuatro subcampeonatos consecutivos. Algunos de estos fueron decepcionantes, como el del Nacional de 1968 cuando fue segundo de Vélez en una polémica definición por un penal no cobrado al defensor Gallo, el Metropolitano 1969, en el que el Millonario caería derrotado en la final 4-1 ante Chacarita, rival que en un principio parecía muy inferior. Otros fueron insólitos, como la definición del Metropolitano 1970, en la que River e Independiente terminaron igualados en puntos al final del torneo, pero el título se le otorgó al conjunto de Avellaneda debido a que había anotado un solo gol más que la Banda a lo largo del certamen. Tras este campeonato, y luego de no poder devolverle la alegría a los hinchas, la dirigencia decidió otra vez no renovarle su vínculo contractual a Labruna.

Aunque los títulos se le negaran, había demostrado que le sobraban cualidades para dirigir a un equipo y por eso mismo fue contratado por Rosario Central al año siguiente. Con el Canalla obtuvo el Nacional 1971, el primer campeonato en la historia del club rosarino. Luego dirigió a varios equipos más, entre los cuales se destacan Lanús, Racing y Talleres, pero a principios de 1975 recibió el llamado de Rafael Aragón Cabrera, flamante presidente de River, que le propuso la idea de ponerse al mando del banco de suplentes una vez más. La respuesta de Angelito fue clara: “Si agarro River es para ser campeón”. 

La vuelta del hijo pródigo se concretó. Los hombres de traje cumplieron sus exigencias llevando jugadores de jerarquía como Roberto Perfumo, Pedro González y el regreso de Oscar Más, quienes se sumaron a futbolistas ya asentados en el equipo como Ubaldo Fillol, Juan José López, Reinaldo Merlo y Norberto Alonso. La calidad del plantel que tenía a disposición el entrenador era proporcional con la obligación de volver a ser campeón de una vez por todas. 

River realizó una primera rueda del Metropolitano 1975 prácticamente perfecta, finalizando ocho unidades por encima de sus perseguidores, pero las irregularidades llegando al tramo final del campeonato revivieron los temores del pasado entre los fanáticos. Finalmente, el cuadro de Núñez logró mantener la ventaja y ni la huelga de jugadores en el partido decisivo ante Argentinos, que provocó que jugaran los juveniles de Reserva, pudo opacar el fin de la sequía más larga sin títulos de la historia Millonaria. La tercera fue la vencida y Labruna, uno de los máximos ídolos, hizo que River sea nuevamente River. 

Sus años dorados en el club de sus amores resultaron en cinco trofeos más de Primera División, incluyendo el segundo Tricampeonato (1979-1980) en la historia de la institución. Culminó su tercer y último ciclo en 1981, siendo el entrenador que más partidos dirigió en la historia del Millonario con 528 y participando en más de mil encuentros sumando su rol como jugador y como DT. Sin dudas, Angelito dejó un legado imborrable en su querido River Plate, no solo siendo protagonista dentro del campo de juego de una de las épocas doradas del club, sino también siendo ese Ángel, valga la casualidad, que tomó las riendas en uno de los peores momentos para llevar al Millonario otra vez a la cúspide deportiva. 

 

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