viernes, noviembre 22, 2024

Luciano Biondi, presente y futuro del softbol argentino

Por Laureano Vergara

La foto que elige como presentación para su perfil de Instagram deja en claro a primerísima vista cuál era su sueño desde pequeño. En ella se lo ve mirando directo a cámara y preparado, como si hubiera nacido listo para eso. Mantiene las piernas separadas y flexiona levemente las rodillas, bajando su centro de gravedad. Lo hace instintivamente o tal vez como su padre le enseñó. Con sus dos manos toma la empuñadura azul con rayas blancas de su bate, que es rojo como el fuego en la zona donde se impacta la bola. Su look luce acorde a la situación. En la cabeza tiene una típica gorra de beisbolista que le queda grande por un largo par de detalles. Es de color celeste pastel y la utiliza para atrás, al revés que la mayoría de los jugadores de ese deporte. Debajo lleva una camiseta abotonada, de tinte azul oscuro y un pantalón blanco con dibujos. Para acabar su imagen —saliéndose un poco del libreto— usa unas pantuflas de Scooby-Doo.

Al nacer en Paraná, a Luciano Biondi Teruel le quedaba demasiado lejos la cultura beisbolista, con su núcleo principal en Estados Unidos, Canadá y demás países de Centroamérica. Aun así, tuvo la suerte de que la capital entrerriana sea considerada el corazón latente en Argentina del deporte hermano del béisbol: el sóftbol. Mediante el fuerte vínculo de esta disciplina con su familia, “Luchi” conoció desde temprana edad la actividad que hoy en día le proporciona la mayor de las felicidades. 

Además de abrirle cientos de puertas a nuevas experiencias, el sóftbol le permite viajar por el mundo, uno de sus hobbies favoritos. Colombia, Estados Unidos y Canadá son algunos rincones que él conoce gracias a su habilidad y destreza dentro del campo de juego. “Lo que más me gusta también a mí es cuando salimos de viaje —cuenta Daniela, su mamá—. Creo que es su momento de mayor disfrute de estar juntos. Por lo general está entrenando, durmiendo o en la compu; pero siempre que partimos en familia a otros destinos siento que nos hallamos donde y como queremos estar”.

—¿Luciano, cuándo empezaste a jugar al sóftbol?

—Desde que era bebé ya iba a la cancha por mi papá. Arranqué a los 3 o 4 años en las categorías más chicas. Entraba para que me dejaran jugar.

“Lo primero que me sorprendió de ‘Luchi’ de chiquito era cómo prestaba atención al juego. Tenía poco más de un año y estábamos mirando un partido del papá. En un momento él se agachó y empezó a mover los dedos, tratando de imitar las señas que hace el catcher cuando pide un lanzamiento al pitcher. Era increíble que estuviera mirando eso porque es una acción que la hacen ocultándola”, relata Daniela sobre su asombro con un Luciano que apenas daba sus primeros pasos.

¿En qué club comenzaste?

—Siempre jugué en Estudiantes, al igual que mis tíos y mi papá. No me cambié de club todavía y espero no hacerlo nunca —dice Luciano con palabras firmes y semblante convencido—. 

Tengo un problema grande: soy muy autoexigente y enojón”, afirma el softbolista de 21 años. Cuando las cosas no salen y la derrota aparece en el camino, el temperamento del deportista tambalea por su naturaleza como ser competitivo. Está en los grandes poder sobrellevar la carga negativa cuando surge. Diversos psicólogos han ayudado a “Luchi” a disminuir estos sentimientos perjudiciales mediante ejercicios de respiración rítmica que reducen y controlan la ansiedad. Aun así, asegura que es tranquilo; se siente cómodo en los momentos de presión y, de hecho, los disfruta. 

Daniela destaca la amabilidad y el respeto como virtudes considerables de su hijo. Además, la falta de malas costumbres y vicios la enorgullecen. Cuando notan que se equivoca en algo o está frustrado por cierta situación, mamá y papá actúan como sherpas y guían a Luciano a través del diálogo, mostrándole lo positivo para que entienda que todo problema tiene una salida. 

Ricardo, padre de “Luchi”, es quien más lo ayuda dentro del sóftbol, transmitiéndole toda su experiencia, ya que además de ser su técnico en Estudiantes, es un reconocido exjugador que incluso fue premiado con el Olimpia de Plata en el año 2002. “Nos peleamos siempre, siempre. Me apoya constantemente y me da consejos, aunque yo a veces no lo quiera escuchar porque soy medio cabeza dura. El sóftbol se traslada a casa también, no porque queramos, sino que la conversación va por un lado y justo se toca un tema. Ahí arranca todo. Nuestras charlas son el 90% de veces sobre eso; por la técnica, un jugador o un partido, lo que sea”, revela el joven sobre la relación paternal.

Al entrenar doble turno todos los días, son pocos los momentos libres con los que cuenta. Cuando los tiene, prefiere pasar tiempo en casa, con amigos o familia, pero dentro del hogar. “Los findes capaz salgo. Arranqué a hacerlo hace poco. A veces también vamos a comer algo por ahí”, dice sobre sus actividades de ocio. Aun así, Khalil Luna, amigo suyo, sospecha de lo que narra y pone en duda que a Luciano no le guste salir mucho.

“Creo que las mateadas o los asados en familia es lo que más disfruta. O sentarnos los cuatro —’Luchi’ tiene una hermana menor que él— y empezar a pensar en alguna película para ver que nos guste a todos, algo que generalmente no encontramos. Por eso, suele ser el padre el que se duerme primero”, comenta Daniela entre risas. Si dependiera de “Luchi”, no dudaría y elegiría algún film al estilo Happy Gilmore de Adam Sandler, su comedia favorita. En cambio, no es tanto de las series, ya que se aburre o, mejor dicho, se “cuelga” y las deja a la mitad a los pocos días. 

—¿Qué música te gusta escuchar?

—De todo. Desde folklore hasta electrónica. Me encanta la música vieja; lo que son 80, 90, rock nacional.

Khalil remarca la rapidez a la hora de jugar como uno de los puntos fuertes del joven softbolista. “Luchi” brilla como luciérnagas en la noche gracias a su polivalencia. Puede jugar como catcher, primera base y outfielder —defensores que se ubican en la parte verde del campo—, además de batear en los turnos ofensivos. Su rol como catcher, que muchas veces pasa inadvertido, es uno de los papeles más importantes y difíciles de sobrellevar durante los partidos. Esa posición exige un estudio exhaustivo y un amplio conocimiento del juego, ya que es el único jugador que logra ver todo el panorama de frente, lo que lo convierte en el indicado para comandar la estrategia defensiva. Además, requiere de una fortaleza física monumental debido a la postura que mantiene durante las siete entradas, sumado a la celeridad necesaria para lanzar la bola a las bases para completar los outs.

En 2017 llegó su tan esperado llamado. Luciano fue convocado para jugar un torneo en su ciudad natal con un combinado nacional. Cuando acabó el certamen, con solo 15 años, se le presentó la citación para la Selección Argentina U19. No quedó en el grupo final, pero fue un lindo presagio de las cosas que estaban por venir. Luego de aquello, la temporada de siembra duró un par de años hasta que la cosecha estuvo lista. En 2019 conformaría el Seleccionado U18 y a partir de entonces los pasos de “Luchi” han sido los de un gigante.

Con la Selección Argentina U23 ya consiguió salir campeón panamericano en 2022 y se subió al tercer puesto en la Copa Mundial disputada en Paraná en 2023. En esta última competencia fue elegido como el “jugador con más bases robadas”, acción que requiere de mucha audacia para correr de una base a otra sin saber si el bateador logrará conectar la bola o no, con el riesgo de obtener un out. “La experiencia en el Mundial fue re linda. Jugué con mis amigos y en mi ciudad. Toda la gente estaba apoyándonos. Era hermoso. Nos quedamos con sabor a poco porque perdimos partidos contra México y Australia que podríamos haber ganado. La premiación no me la esperaba para nada. Cuando me agarraron pensé que me iban a hacer el control de doping. Me pusieron con otro de los chicos y recién ahí me di cuenta”, relata Luciano sobre la experiencia única de disputar el certamen más trascendente nada menos que en casa.

La primera cita con la Mayor de “Los Gauchos” tuvo tiempo y lugar en abril de este año en Sincelejo, Colombia, para disputar el Campeonato Panamericano. “Pude jugar con gente que veía en la cancha o en la televisión. La verdad es que lo aprecié mucho porque todo el tiempo querían ayudarme”, agradece él por el apoyo del equipo. La frutilla del postre fue quedarse con el trofeo luego de vencer 4 a 3 a Venezuela. 

Histórico: la Selección Argentina de softbol retuvo el título en el Panamericano - Elintra.com.ar

Este logro le dio pasaje directo a la fase de grupos del Mundial 2025. La primera etapa se disputó en Prince Albert, Canadá, y otorgó algunos cupos para las finales del año que viene. Con vistas a extender la gloriosa racha, Argentina se quedó con el primer puesto del Grupo B, posicionándose por encima de grandes potencias como Nueva Zelanda —máximo ganador con 7 títulos— y Canadá —dos veces campeón—. 

La humildad es uno de los valores que predomina en el carácter de Luciano. Durante la entrevista no dejan de sonar frases surgidas de su tranquila voz, en donde se desliga de su talento y el éxito que obtiene jugando, al igual que un niño que se desvincula de sus responsabilidades.

Desde que estás en la Selección no para de irles bien.

—Nooo, yo no tengo nada que ver ahí —dice entre risas y sonrojándose—. Los otros son los buenos de verdad. Estoy para apoyar en lo que se tenga que hacer, ya sea agarrarla en el golpe o correr una base. 

¿Tenés alguna cábala antes o durante el partido?

—Sí, miles. Son pavadas, pero tengo bastantes. No quiero contar, prefiero guardármelas —confiesa envuelto en un halo de misterio, ocultando como un mago sus trucos—.

A lo largo de su juventud, Luciano practicó durante cierto tiempo fútbol y básquet. En este último le gustaba defender, aunque admite que era bastante bruto. Jugando a la pelota “no era tan malo”, lo hizo hasta los 12 años y estuvo un tiempito en Unión de Santa Fe. Aún con todas esas experiencias, el sóftbol fue quien lo flechó y se adueñó de su vida. Al ser un deporte amateur, eligió llevar el estudio en la otra mano. Estudia para entrar en la carrera de Medicina en la Universidad Nacional del Litoral en Santa Fe. Tal vez en un futuro sea otra forma de relacionarse con el deporte, como lo hizo su papá, que es kinesiólogo.

En la vida cada quien se enfrenta cotidianamente a tomar decisiones, sean pequeñas o grandes. Este año, terminada la liga en Paraná, “Luchi” estaba listo para disputar una temporada en el más alto nivel en Norteamérica —los tiempos coinciden para que pueda jugar las dos— pero se encontró con un dilema. Debía optar por un equipo u otro. Los primeros en llamarlo fueron los Northeast Drillers, conjunto en el que reside Huemul Mata, pitcher argentino que es amigo de él y considerado uno de los mejores del planeta. Luego llegó el de Bruno Motroni —quien supo ser durante mucho tiempo el capitán de “Los Gauchos”—, para que vaya a los Hill United Chiefs, el más ganador del ISC —el Mundial de Clubes en Sóftbol—. “Fue una semana que no sabía qué hacer y solo pensaba en eso. Era compartir con mi ídolo y los mejores del mundo o con mi amigo. Hablé con muchas personas y creo que tomé la decisión correcta. Elegí ir a los Chiefs, el de mi ídolo. Para todos es un sueño jugar acá”. 

¿Cuál te queda por cumplir en el futuro?

—Salir campeón mundial con la Selección en algún momento. El año que viene ojalá tenga esa oportunidad —comenta con expectativa—.

Y por qué no ilusionarse con ver a Luciano completar carreras tirándose de pecho al Home, con un vuelo triunfal tal como lo hacía desde chiquito, pero esta vez para ayudar a la Argentina y darle la esperanza de ser el rey mundial por segunda vez en su historia. 

 

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