sábado, septiembre 7, 2024

Cuando el activismo gay utilizó los Juegos Olímpicos como vidriera ante la roja homofobia

Por Federico Zbogar

En los juegos de Moscú en 1980, Vincenzo Francone, un militante por los derechos homosexuales, realizó una protesta en la Plaza Roja, dos días después de la inauguración.

Los Juegos Olímpicos envuelven los eventos deportivos más prestigiosos de la historia, donde distintas escarapelas de colores compiten entre sí, con el objetivo de la gloria. Esas calles de roces de culturas y naciones terminan, inevitablemente, siendo atravesadas por la avenida de la política. Los Juegos de Moscú en 1980 son un ejemplo perfecto de ello. Si bien en la superficie se encuentra el boicot liderado por Estados Unidos en el ocaso de la Guerra Fría por la presencia soviética en el conflicto civil en Afganistán –país que EE. UU invadió 20 años más tarde–, al adentrarnos podemos observar otro suceso que fue representativo de lucha y resistencia para un colectivo perseguido hasta en la actualidad. Un 21 de julio de 1980, Vincenzo Francone, activista homosexual, realizó una protesta histórica por los derechos gay en la homofóbica Unión Soviéta de Iósif Stalin.

Francone era militante de “FuoriI!”, la primera agrupación por los derechos LGBT en Italia y también fue miembro de ILGA (Asociación Internacional de Lesbianas y Gays). Su carácter confrontativo y revolucionario lo llevó a dejar su huella en los libros de historia del movimiento. Su primera gran manifestación ocurrió en Teherán, capital de Irán, el 25 de marzo de 1979. Viajó junto al partido radical y mostró dos pancartas que decían: “La justicia islámica no respeta los derechos sexuales” y “Los actos homosexuales no son crímenes”. Esto se debió al fusilamiento de 16 homosexuales en el país luego de la revolución de Ruhollah Jomeini, líder supremo de la República Islámica de Irán.

Vicenzo Francone, en 1980.

En 1933, Iósif Stalin, gobernador del régimen dictatorial comunista en la Unión Soviética, introdujo el artículo 121 mediante un decreto que prohibía las relaciones homosexuales, penadas con desde cinco hasta ocho años de prisión (que en muchos casos desembocaba en sentencia de trabajos forzosos en los “gulags”). Francone aprovechó la pésima reputación de la URSS por el boicot y se sumó a la campaña antisoviética. Tan solo dos días después de la inauguración de los JJOO, intentó desnudarse en la Plaza Roja y encadenarse a un poste frente al mausoleo de Lenin en protesta del artículo, de la homofobia del país y de la deportación de dos soviéticos, Guennadi Trinfonov y Victor Piatkis, por el simple hecho de ser homosexuales. 

La KGB (la agencia de inteligencia soviética) no tardó en llegar y reprimir al italiano, quien fue maltratado por autoridades, según diario Crónica, e incluso a todos los periodistas presentes que trataron de fotografiar y presenciar el hecho. Las cámaras rodaban por el asfalto mientras que el caos era protagonista en tierras comunistas. Pero las intenciones soviéticas no fueron suficientes para detener al cuarto poder y el suceso fue esparcido por todo el mundo.

Si bien las golpizas fueron repartidas a diestra y siniestra, las violentas agresiones no pudieron contener el fuego interno revolucionario. Los moretones y heridas en el cuerpo del militante italiano sucumbieron ante su compromiso, perseverancia y determinación para respetar los derechos homosexuales. “Como la humedad reapareceremos una y otra vez” fue el lema de Angelo Pezzana, fundador de “Fuori!”. Y Francone lo llevó como bandera por todo el mundo. Vincenzo marcó un precedente, no solo en la historia del activismo gay, sino que también en los pergaminos de los Juegos Olímpicos. 

Más notas