martes, diciembre 3, 2024

Cedima, siempre camino a la inclusión

Por Leandro Manganelli.

¿Qué es Cedima para vos?

– Ya es como parte de mi familia; es gente que me dio la oportunidad de hacer deporte.

Lo dice Martín Deibe Medina, 20 años, tenismesista del Centro de Discapacitados de La Matanza (Cedima), en el gimnasio Marta Ana Makishi, llamado así por la jugadora de tenis de mesa adaptado que disputó, entre tantos otros torneos, los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 con 68 años de edad.

Cedima, a unas seis cuadras del Shopping de San Justo, abre sus puertas para todas aquellas personas con discapacidad que quieran hacer deporte. Desde “judo inclusivo”, como indica un cartel en la entrada, hasta tenis de mesa adaptado. “Acá se hace deporte en todas las etapas: iniciación, formación y alto rendimiento. Cuando llega un chico que no sabe nada, se le muestra todos los deportes que hay y se lo inicia. Una vez que elige, se lo forma. Y ahí aparece la captación del entrenador: si ve que va a ser un deportista que va a competir a nivel nacional o si va a poder llegar a nivel internacional”, dice Ricardo Perdiguero, multicampeón tenismesista, de última medalla en 2015 -bronce en Copa Tango-.

Al club se entra por un portón. La entrada principal, quedada en el tiempo, apagada, dejó de estar habilitada desde la pandemia. De hecho, no llama la atención como sí lo hacen las luces del gimnasio que, desde la calle, son tenues pero atrapantes. Primero se escucha el pique de las pelotas de básquet. Pero ese gimnasio con eco y un techo de toldo alto que inclina a mirar hacia arriba, es largo. Y en el fondo, un tanto aislado de la cancha en la que también se puede jugar al futsal, entrenan tenis de mesa adaptado. En las seis mesas que hay en fila a lo largo del gimnasio, no se escuchan voces: son las pelotitas las que dialogan.

¿Venís a jugar?

Me pregunta Eli Bustillo, el entrenador, que va mesa por mesa y enfrenta a cada uno de los tenismesistas. Algunos, los menos, juegan parados. Otros en silla de ruedas. Todos juegan contra todos y se turnan para juntar las pelotitas que quedan en el piso. “Nosotros les exigimos igual que a cualquiera, todos por igual: no hay pobrecitos. Esto es competencia, el que entra acá está compitiendo”, dice Bustillo. Entrenar en Cedima es gratis y regala valores como el sentido de pertenencia: “También está la inclusión; hacemos dobles: uno en silla de ruedas con uno parado. Ahora muchos clubes lo hacen, pero antes éramos los únicos. Esa es la filosofía del club: la integración”.

Cedima fue la cuna de deportistas paralímpicos como Giselle Muñoz (Sidney 2000, Atenas 2004, Beijing 2008, Londres 2012 y Río 2016) y Elías Romero (París 2024). También pasaron por el club Gabriel Copola (Londres 2012, Río 2016, Tokio 2020 y París 2024) y Constanza Garrone (Tokio 2020 y París 2024). Invisibilizado, como el deporte adaptado y las dificultades que atraviesa el sector de personas con discapacidad en Argentina, Cedima es un semillero: de La Matanza al mundo. Y lo grafica Ricardo Perdiguero, oro en el Campeonato Parapanamericano de Tenis de Mesa de los años 2005 y 2009, en equipos clase 5: “Al deporte de alto rendimiento se llega por dos lados: teniendo talento natural o con constancia de entrenamiento. Después está el contagio: cuando Elías (Romero) empezó a jugar, muchos de nosotros jugábamos y él se contagió al vernos. Ahora hay muchos chicos que quieren llegar a ser los Elías del futuro”.

Uno llega y ve pancartas de “Elías campeón”.

– Y hay fotos de nosotros en diferentes torneos. Cedima es una cuna de deportistas.

Elías Romero: “La clasificación a París es otro premio, tratamos de mejorar todo lo que nos falta y perfeccionar lo que venimos haciendo bien” - Radio Conurbana

El gimnasio de tenis de mesa está rodeado de fotos de campeones y de torneos que dejaron una marca en el club. “El mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar”, se lee en una de las pancartas. Elías Romero (foto), oro en los Juegos Parapanamericanos de Santiago 2023 -título que le dio el pase a sus primeros Juegos Paralímpicos-, entrena desde los 8 años en Cedima. Eli Bustillo, nacido en Venezuela -formó parte de la selección de tenis de mesa de ese país y de la Argentina-, lo entrenó en ese gimnasio que, aunque hoy esté en condiciones, “antes no tenía techo, en el piso había un desnivel de 60, 70 centímetros y no había mesas”. Sobre Elías Romero, el actual entrenador de la selección de Estados Unidos continúa: “Tuvo un apoyo muy grande de su familia. Es de clase trabajadora y no es lo mismo un chico que tiene sus gomas (las negras y rojas que le dan grip a la paleta) que uno que se las tiene que ganar con trabajo. Elías era el primero que llegaba y el último que se iba: siempre pedía más y siempre resaltaba un poco más. Tiene mucha habilidad”.

– ¿Les pasó que no había más que enseñarle?

– Pegó un salto muy grande. Cuando llegó a Cedima, traía bastones ortopédicos y se ponía a hacer jueguitos con el bastón… tremendo. Cuando llegó al CENARD se hizo más profesional.

Es que la chocás (a la pelota); tenés que darle efecto”, le explica Bustillo a uno de los chicos durante el entrenamiento. Darle efecto a la pelotita es uno de los fundamentos principales del tenis de mesa, y en Cedima, a ese efecto se le suma el de la lucha por la inclusión y la visibilización. Con los nuevos calendarios, acomodados en parte por la pandemia, la Copa América y la Eurocopa se juegan en simultáneo y los Juegos Olímpicos comienzan después. Sufren la casi nula cobertura previa de los medios hegemónicos en Argentina y se empieza a hablar de ellos cuando faltan apenas días para que se enciendan las luces de las villas olímpicas. Los Juegos Paralímpicos, que arrancan aún más tarde, quedan bajo la mesa. “Los únicos que tienen prensa son los Murciélagos (selección argentina de fútbol para ciegos). Nosotros creemos que es porque no vendemos, entonces los sponsors no pagan -entiende Ricardo Perdiguero-. Hay más cobertura que antes: hace 15 años era cero; hoy, con las redes sociales, hay más difusión”.

“Mi sueño a corto plazo es viajar a otros países con la selección mayor. Viajé, pero con la juvenil; ese es el primer paso que quiero dar”, proyecta Martín Deibe Medina, con una remera verde -el color de Cedima- y una leve sonrisa en la cara. Afuera es de noche, el otoño-casi invierno se apura en apagar los días y, recién terminado de entrenar, Medina revela su sueño más grande, “obvio” pero siempre lindo de escuchar: “Después, lo que todos quieren, ir a los Juegos Olímpicos; pero para eso falta mucho”.

Estás estudiando periodismo deportivo. ¿Cómo ves al deporte adaptado en los medios?

– No se difunde mucho. En los trabajos que hacemos en la Universidad de La Matanza (UNLAM), hablan todos de fútbol, básquet, vóley… yo soy el único que habla de tenis de mesa. Siempre se habla de deportes para personas que no tienen ninguna discapacidad; yo hago trabajos que tengan que ver con la discapacidad.

Los sonidos de las pelotitas se empiezan a apagar. Ahora se escuchan más charlas y cierres de campera, porque el entrenamiento terminó. No debe haber cosa más sana que el deporte y la buena onda, esa que te recibe y te despide en Cedima. Ya sin música de tenis de mesa, se intensifican las armonías del básquet y, fuera del gimnasio, al lado del buffet, las estrofas del judo. Todos hacen deporte, todos tienen su espacio y todos son escuchados. La vida se adapta y el objetivo es una ruta con baches, a veces infinita, que atraviesan constantemente las personas con discapacidad. Ricardo Perdiguero, desde la cocina de Cedima, en ese ambiente que se siente familiar y ameno, lo define en ocho palabras.

Siempre camino a la inclusión: es la base.

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