viernes, noviembre 22, 2024

La vida loca del Loco Marzo

Por Laureano Vergara

Existe un solo camino directo desde Paraná hasta Santa Fe. Un poco más de 30 kilómetros es lo que separa el recorrido entre ambas ciudades. En el medio, las personas deben cruzar el Río Paraná, a través de un paso único en toda Sudamérica, el Túnel Subfluvial Uranga-Begnis. Esta colosal estructura subacuática permite la conexión entre las dos provincias —Entre Ríos y Santa Fe—. Y gracias a ella, José Luis Marzo podía ir a entrenar todos los días al Club Atlético Unión. El trayecto era toda una travesía. “Mi viejo no tenía los recursos económicos suficientes para que viajara en colectivo. Yo tenía que ir y volver ‘a dedo’. Sufrí del viento, frío, calor; de día y de noche”, cuenta el “Loco” sobre el sacrificio en los comienzos de su carrera como futbolista.

Estoy un poco más gordo, más cachetón —dice mientras se ríe de su estado físico a los 52 años de edad—.

La realidad es que sus facciones apenas han visto cambio alguno. Sus ojos marrones se ven rodeados por unas cejas que pasan desapercibidas. Sus poros faciales respiran la experiencia del fútbol. Su cabello largo, a veces hacia un costado y muchas otras separado a la mitad y vuelto hacia ambos lados como un libro abierto; siempre está prolijamente peinado.

Era un fenómeno, tanto con el pie como con la cabeza. Tener un nueve como él me lo hacía fácil. Yo levantaba la vista y él realizaba diagonales. Había que ponerla ahí nomás para que él defina. Tenía un don en la personalidad, que para un equipo vale mucho. Siempre contaba una anécdota, siempre sonreía, siempre estaba positivo”, detalla Darío Cabrol, excompañero de Marzo en Unión, en referencia a las cualidades técnicas y temperamentales del delantero.

Desde chico, ya le atraían los colores de Unión. Le encantaba el rojiblanco. Pero tenía un tío que siempre le insistía para que jugara en Colón. Aun así, se mantenía firme a sus convicciones y proyectaba la gloria en el “Tatengue” con sueños sobre festejos de gol. Nunca pensó que llegaría a ser ídolo del club de sus amores o que quedaría tercero entre los máximos goleadores de la institución con 63 tantos. Los sueños están para cumplirse, aunque solo los logran quienes día a día ponen su ímpetu y voluntad para ello.

José Luis era un tipo capaz de trepar cual araña un alambrado durante 5 o 6 metros para festejar con gritos desaforados un triunfo junto a la hinchada. Con la valentía y el coraje del que solo disponen los locos para ir a trabar una pelota con la cabeza.

“Un compañero que era arquero, ‘Cachito’ Escobar, se había comprado un Volkswagen Gacel bastante estropeado. Las puertas cerraban mal y, como las ventanillas no tenían vidrio, las tapaba con cartones. Éramos bastante malditos. Entonces, le empezábamos a arrancar los cartones, nos subíamos arriba del capó; José saltaba en el techo del auto. Por ahí también agarrábamos a alguno y le poníamos pimienta en la nariz”, cuenta entre risas Cabrol, en alusión a las barbaridades que hacían juntos dentro del vestuario.

En su paso por Lanús, Marzo enfrentóa por primera vez al “Tatengue” con otra camiseta. A través de un excelente pase entre líneas de Hugo Morales, el “Loco” tuvo en sus pies la posibilidad de abrir el marcador. En fracción de segundo, en la mente del delantero desfilaron recuerdos centelleantes sobre su vida en Unión. “Tomé la decisión de tirarla afuera, de errar adrede. Hoy lo veo en las redes y me digo ‘qué pedazo de hijo de su madre’. Me costó caro porque jugaba de titular y a partir de ahí no lo volví a hacer”. Un acto de autosabotaje o uno de amor; sin límites ni fronteras.

Como jugador de Los Andes, la situación fue completamente distinta. En la semana previa a enfrentar a Unión, el “Mil Rayitas” recibió la ingrata visita de la barra brava, que llegó con el objetivo de transmitir un claro mensaje, que tenía como evidente destinatario al “Loco”, por su experiencia pasada en el “Granate”. Durante el encuentro, no le quedó otra que marcar tres goles, de esos catalogados como “imposibles de fallar”. Lamentablemente, o no, el “Tatengue” dio vuelta el resultado y el partido acabó 4 a 3.

“Nunca me volvieron a llamar para que terminara mi carrera futbolística ahí. Me sigo cruzando con gente de la dirigencia y no me dicen nada, no hablan de frente conmigo. Ellos sabrán por qué. Lo que uno quiere es poder trabajar en el club que ama. Ojalá se dé la posibilidad y, si no, seguiré esperando. Me tocará alentar a Unión como un hincha más”, expresa —con cierto tono de indignación— sobre su frustrado regreso a la institución. “Estaría buenísimo que vuelva. Es un referente que lograría transmitir muchas cosas a los jóvenes. Sería algo lindo e importante para ellos”, afirma Darío Gigena, excompañero en Talleres, acerca de los conocimientos que Marzo puede difundir en Unión.

El “Loco” ya tiene experiencia como coordinador de inferiores en el Club Atlético Paraná —donde se retiró como jugador en 2012—. Fue entrenador en Unión de Crespo, Atlético Hernandarias y Viale Foot Ball Club, todos pertenecientes a localidades cercanas a su ciudad natal. “En Unión me encantaría trabajar como técnico, ayudante o enseñándole cosas que falten a los juveniles. El tema dirigencial es complicado, pero si tengo la posibilidad lo hago. Me siento capacitado para aportar en el ámbito futbolístico. Habría que armarlo bien para hacerle llegar el mensaje a los hinchas. La gente tiene que saber que no lastimaríamos al club como lo lastiman los dirigentes que están hoy. Ninguno tiene que sacarle provecho a la institución. Apuntaría a ganar algún título”, opina sobre un posible retorno. A través de un cargo político no sería una excepción porque en la actualidad existen casos similares en Argentina: Juan Román Riquelme en Boca, Juan Sebastián Verón en Estudiantes o Gonzalo Belloso, excompañero de Marzo en Lanús, como presidente de Rosario Central.

Hasta hace poco, el “Loco” laburaba junto a su concuñado en una miniempresa propia de venta de harinas. Él se encargaba de distribuirla en el camión por diferentes localidades de Entre Ríos y en las cercanías de Santa Fe. “Tuve que dejarlo porque ahora trabajo en la Secretaría de Deportes de Entre Ríos. Estoy a disposición de los distintos planes que están saliendo para las instituciones de menor recurso o las que ya se hallan a nivel profesional, como Patronato. Necesitamos de estos clubes para que el deporte crezca en todas sus dimensiones a lo largo de la provincia”, expresa Marzo acerca de su nueva función.

Durante su extensa carrera, el “Loco” fue mudando de territorio como un nómada. En 1995, emigró al exterior al ser comprado por el América de Cali, en lo que fue su segundo equipo.

¿Cómo fue tu paso por Colombia?

—La verdad pensé que no volvía más, que de ahí me iba para Europa.

Un sólido comienzo, con 3 goles en 5 partidos, fue lo que alimentó las esperanzas. Aun así, esa torre de ilusiones se acabó de derrumbar demasiado pronto y su estadía duró solo seis meses. El motivo no tuvo ni un ápice que ver con el fútbol. En ese entonces, uno de los dueños del club era Miguel Rodríguez Orejuela, famoso narcotraficante que la policía capturó ese mismo año —1995—. Esto desencadenó complicaciones y cientos de amenazas. En consecuencia, los dirigentes optaron por devolver a los jugadores extranjeros a sus países pese a que las intimidaciones no iban dirigidas hacia ellos. Un año más tarde, el equipo colombiano llegó a la final de la Copa Libertadores, en la que cayó frente a River.

Donde sí fue importante es en la Copa Conmebol conseguida por Talleres en 1999. La última edición de este certamen significó a sí mismo la única consagración en la carrera de Marzo —además de sus tres ascensos—. Con el “Tigre” Gareca al mando, la “T” era un conjunto que se fortalecía y absorbía la energía que la gente le transmitía en su propia tierra. De hecho, no pudo vencer en ningún encuentro como visitante, pero los resultados eran revertidos de local. “Teníamos un grupo humano increíble, cada jugador que entraba al campo de juego dejaba la vida. Íbamos a muerte”, dice el “Loco”, que cumplió un rol fundamental al convertir 2 goles durante el torneo para ayudar al equipo cordobés a obtener su primer título internacional.

¿Hay otro deporte que te atraiga ver?

—Me encanta el automovilismo —responde al instante—. Si no hubiese sido futbolista, estoy seguro de que habría tirado por ese lado.

¿Sos más de Chevrolet o de Ford?

—Siempre me gustó Ford en Turismo Carretera, pero creo que existen categorías más divertidas para ver.

A la hora de los viajes, Marzo decide optar por escuchar cumbias y cuartetos. “Me mantienen atento a lo que pueda pasar en la ruta. Aunque suelo poner de todo: pop, rock, lento. Si no encuentro nada en la radio, enchufo el pendrive”. Su banda favorita es estadounidense y forma parte del Olimpo de la música: los Guns N’ Roses. Junto a su esposa Silvina, el delantero es padre por duplicado: Antonella —la mayor— y Agustín. “Disfruto estar con mis hijos. Abrazarlos, darles un beso. Puedo vivir muchas cosas con ellos que no disfruté con mi viejo por su trabajo como camionero”.

“Agus”, que nació con una total privación de la vista, cuenta sobre su papá: “Es amigo, compañero, chinchudo por momentos; da buenos consejos. Me transmitió la pasión por el deporte. Yo no puedo ver pero el fútbol se siente”. Hoy transcurre su tercer año de facultad, en la carrera de periodismo deportivo. Formó parte del plantel de Los Búhos, primer equipo de fútbol para ciegos de Santa Fe, como defensor, actividad que debió marginar por los estudios. “Lo que más me gusta hacer es ir a la cancha con mi viejo. En Unión le piden fotos, autógrafos y lo ovacionan”, añade acerca de la experiencia de cada fin de semana.

La increíble historia de Agustín, el hijo del Loco Marzo, que es viral - SOY Tatengue

En el año 2001, mientras Marzo jugaba para Los Andes, sufrió una lesión en el ligamento externo de la rodilla izquierda, que fue el causante del mayor desmoronamiento en su cabeza. En un instante, la torre de jenga perdió estabilidad, y los bloques, que habían sido dispuestos uno a uno con sumo cuidado, amenazaron con poner en peligro una excelente carrera. “Fue lo más duro. Sentí que se venía todo abajo. Me pegó muchísimo, aunque uno sabía que tenía que estar preparado para eso. Cerré los ojos, no me olvidé del sacrificio, de la crianza que tuve y del apoyo de mi familia. Son cosas que pasan en la vida y creo que tenemos que poner el pecho y salir adelante. Otro momento difícil no he tenido. Hoy puedo disfrutar de mis hijos y estoy más que orgulloso de ellos”.

El “Loco” gozó de una trayectoria notable, que dejó huellas en cada paso. Con 52 años, sigue soñando, porque para ello no hay límites. Este deseo es volver al club de sus amores y pareciera que no va a parar hasta conseguirlo. Una vida que ya se puede enmarcar para el recuerdo, pero a la que le quedan muchos capítulos restantes.

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