Por Tomás Allami
Toda historia tiene su fin. Puede ser una increíble, digna de ser contada, que logre levantar de la silla y sorprender al que tenga la suerte de solo escucharla; o más pobre, sin mucha luz que la haga brillar por sobre el resto de ellas, que abundan en el tiempo, pero todas ellas comparten el mismo destino. Tarde o temprano, siempre terminan quedando guardadas en el baúl de los recuerdos, o cayendo en la inmensa oscuridad del olvido. Solo unas pocas tienen lo que se requiere para quedar inmortalizadas en los recuerdos de la gente, que trascienden generación tras generación y no pierden notoriedad. Esta es una de características notables, con momentos y relatos que sobrepasan lo extraordinario, y con un arco de redención digno de un héroe de película, que está llegando a su fin. Ángel Di María tendrá su última función con la camiseta de la Selección argentina este domingo en la final de la Copa América de Estados Unidos.
A pesar de haberse convertido en un icono de la historia de la Selección por todo lo que logró, aguantando el recambio generacional luego de Rusia 2018 y consagrándose con una Copa América, Finalissima y la Copa del Mundo, siendo importante en cada una de ellas, su camino a la gloria estuvo repleta de sinsabores, tristezas y finales perdidas que se encargaron de complicar el paso. Sin embargo, lo más difícil fue enfrentar un sinfín de críticas que llovieron a lo largo de toda su etapa representando al país, como flechas afiladas que apuntaban directo a su cabeza.
Su comienzo en la selección fue prometedor. Jugó los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 con la Sub 23 y dio destellos de grandeza. Se evoca el golazo en la final contra Nigeria, que significó la obtención de la medalla de oro para Argentina, tras la consagración en 2004, pero llama la atención el vago recuerdo del gol que le convirtió a Países Bajos en cuartos de final, para romper la paridad y clasificarse al duelo con Brasil. Pasa casi desapercibido al hablar de esa competencia, más allá de haber sido de los más importantes en el torneo. Da la casualidad que ambos goles fueron asistidos por Lionel Messi, del que sería su gran compañero, además de compartir el foco principal de las críticas, durante los próximos años en la mayor.
Apenas un mes más tarde, y con el motivo de su buena participación en Beijing, Di María debutó en la Selección Mayor de la mano de Diego Maradona por las Eliminatorias sudamericanas rumbo al Mundial de Sudáfrica, ante el difícil y rocoso Paraguay de Gerardo Martino, en el estadio Monumental. Portó la 7, la cual lució muchos años hasta tomar la decisión de cambiarla por la 11, post Copa América 2016 y pensando en el Mundial de Rusia, motivado por una racha de finales perdidas y el vivo recuerdo de la consagración en los Juegos Olímpicos.
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“Capaz que es mi último Mundial, la última oportunidad que puedo tener de estar en la selección y me gustaría poder hacerlo con la ’11’, que fue con la que gané”
En la antesala del Mundial de Sudáfrica, marcó su primer gol. Impactó desde fuera del área con el borde externo del botín zurdo, del famoso golpeo de tres dedos, la clavó al ángulo en un amistoso contra Canadá, para el estallido de los hinchas que acompañaron en el Estadio Monumental.
Quizás uno de los momentos más recordados, que luego trascendería en el tiempo, fue poco antes de comenzar la Copa del Mundo en Sudáfrica. Diego Maradona, quien era el técnico de la Selección, charlaba en el predio de la AFA en Ezeiza con el periodista Fernando Niembro sobre cómo veía a su equipo de cara a la competencia internacional. En un momento, el tema de “Angelito”, que en ese momento residía en el Benfica de Portugal, y las dudas que generaba al ser citado por no estar rondando el ojo público del hincha argentino, fue tema de conversación.
-Con Di María encontraste una pequeña joyita.
-A Di María me lo resistían. Acordate que contra Uruguay todos querían que ponga a otros jugadores en ese puesto. Y yo le dije al pibe “yo muero con vos”.
-Pasa que no había mucho conocimiento de Di María, se lo tenía de los Juegos Olímpicos…
-Sí, pero yo lo veía. Yo lo veía. El pibe pasaba la línea de la pelota con una facilidad bárbara y te encaraba. De punta, como dicen los italianos, te hace destrozos. Tiene enganche para adentro, para afuera… y tiene un remate bárbaro y unos centros bárbaros. Y es guapo. Es así (levanta su dedo meñique), lo marcan estos marcadores de punta portugueses y él los encara, le pegan y los vuelve a encarar.
Varios años después, luego de haberse cumplido su arco de redención que quedó enmarcado en la historia de la selección, Di María recordó con cariño el apoyo de Diego, que le sirvió como motivación para sobreponerse a los momentos difíciles que le tocó atravesar en su carrera, y encontrar la luz en un mundo repleto de oscuridad.
“Diego es todo. Me bancó en los momentos más difíciles y puso el pecho por mí cuando todo el mundo me mataba y no quería que esté en la Selección. Siempre me bancó y le dio lo mismo lo que digan. Una persona así es imposible que no sea un ídolo para uno”, declaraba el Fideo.
Con Maradona como técnico, y con estrellas de gran calibre en el plantel, tales como Lionel Messi, Gonzalo Higuain, Juan Sebastián Verón y el propio Ángel Di María, Argentina se postulaba como uno de los principales contendientes al Mundial de Sudáfrica. Sin embargo, fue la primera decepción. El Fideo quedó sujeto a jugar en el medio, posición que no le favorecía, por la superpoblación de delanteros que había en el plantel. Junto con Mascherano y algún otro volante, que al principio fue Verón y luego Maxi Rodríguez, no pudo lucir su talento y pasó sin pena ni gloria. Esta competencia fue quizás el principio de un proceso, largo y complicado, caracterizado por las críticas de los periodistas y los hinchas argentinos a la selección nacional, como un tsunami que comienza a formarse en las costas del océano, preparándose para destruir todo a su paso. En un principio, Di María no fue de los más apuntados , pero con el paso del tiempo se convirtió en uno de los principales focos de ataque para el periodismo.
La eliminación sufrida en la Copa América que se jugó en Argentina en el 2011, sirvió para empezar a tirar leña al fuego, que comenzó a convertirse en un incendio luego del Mundial de Brasil 2014. El equipo de Alejandro Sabella llegó como candidato tras la gran actuación en eliminatorias y con sus principales estrellas disfrutando de un nivel superlativo en Europa. Su gol a Suiza para la clasificación agónica a cuartos de final, el desgarro en el pique contra Bélgica, y la famosa carta del Real Madrid previo a la final del mundo con Alemania para que no jugara, fueron los tres momentos que marcaron al Fideo en esta competencia, y construyen una parte vital de su legado con la selección. El dicho de que se “cagaba” en las finales, comenzó a resonar por las calles de Argentina, y empezaba a ser la frase favorita del periodismo para arremeter contra él.
“Venía con el desgarro desde el partido con Bélgica, estaba con lo justo, a un 90%. La pierna no estaba bien del todo pero quería jugar, no me importaba nada si no volvía a jugar al fútbol, era una de las cosas que me habían dicho que podía pasar pero para mí era la final del mundo, era mí final”.
“Llegó la carta, Daniel (Martínez) me la dio y me dijo que era del Real Madrid, no quise ni siquiera mirarla y la rompí. Fui a hablar con Alejandro (Sabella) y le dije llorando que no estaba al 100%. Yo sabía que él me amaba y quería que yo jugara, pero buscaba lo mejor para el equipo. Me iba a infiltrar pero lo quería intentar y después en la reunión decidió finalmente poner a Enzo (Pérez) en mi lugar”.
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La Copa América del año siguiente, disputada en Chile, profundizó la daga que la Selección tenía clavada en el pecho después de la derrota en la final del Mundial. Una nueva caída en una final, esta vez contra el anfitrión, desató la furia de toda la Argentina. Di María fue reemplazado a los 29 minutos por una molestia, lo que reavivó el fuego de las críticas que afirmaban que era un jugador con el que no se podía contar para partidos de ese calibre. También empezó a ser cuestionado por sus ganas de jugar con la Selección, y como muchos otros futbolistas, se le echaba en cara que en Argentina no jugaba con la misma intensidad que en Europa.
En una de sus mejores etapas como futbolista, siendo una pieza clave en el flamante París Saint-Germain campeón de Francia, llegaba la Copa América Centenario 2016, que se veía como una oportunidad para cortar con la mala racha, la ola de críticas y la ansiedad del pueblo argentino, que soñaba con ver a su selección campeona de un título, habiendo logrado su última conquista en 1993. Con una nueva ilusión, llegó una nueva derrota en la final con Chile. A pesar de su gran momento futbolístico, el Fideo no hizo pie en la copa. Pasó desapercibido. Para esta época, el tsunami ya había llegado a tierra firme y comenzaba a arrasar con todo a su paso, por lo que el único consuelo que Di María tenía, es que no era el único que estaba siendo arrastrado por esa ola monstruosa de críticas a la Selección.
La impaciencia y el malhumor de los argentinos crecía. Angelito sufría. Se encontraba cada vez más sofocado por el accionar del periodismo, que parecía haber tomado un gusto especial por denigrar al propio rosarino. El periodista Martin Liberman fue uno de los mayores detractores, no solo de Di María, si no de la selección en su totalidad.
“Se terminó el tiempo de Di María muchachos, basta de Di María. Cuánto tiempo más vamos a esperar a Di María, que nunca termina de arrancar. En cada momento clave que tuvo en la selección nacional, el chico no estuvo a la altura psicológicamente hablando”.
El peso de las críticas se vio evidenciado en el festejo del golazo que el Fideo le convirtió a Francia en octavos de Rusia 2018, donde se sacó toda la bronca e hizo gestos que son sinónimo de garra y aguante. El catastrófico Mundial de la Selección no llamó la atención, pero como venía pasando hasta ese momento, era nafta que se seguía derramando en el fuego y que dio lugar a un recambio generacional importante, que sentó las bases de una nueva y renovada Argentina.
En un marco caótico y lleno de incertidumbre, Lionel Scaloni tomaba las riendas de un equipo destruido y sin gracia, con la difícil tarea de revertir una situación que hace años se repetía. Di María gozaba de buenas temporadas en Europa, como tenía acostumbrados a los hinchas, pero su talento parecía borrarse cuando se ponía la camiseta de su país, o por lo menos, esa era una de las afirmaciones que sus detractores le espetaban en los medios.
Luego de otro sinsabor como lo fue la polémica Copa América 2019 en Brasil, donde Argentina quedó afuera en semifinales ante el anfitrión, el cambio generacional que se estaba llevando a cabo terminó por alcanzar al Fideo, que con gran pesar, dejó de ser citado tras el torneo continental, habiendo jugado su último partido frente a Chile, por el tercer puesto. Parecía que la era de Ángel Di María terminaba, junto con la de muchos otros futbolistas que vivieron el mismo proceso, y que los periodistas que tanto lo criticaban, que afirmaban con certeza que en el seleccionado no sería recordado por nada, tenían razón. Lo cierto es, que no podían estar más equivocados.
En septiembre del 2020, tras un año de ausencia en el combinado nacional y disfrutando de lo que puede haber sido su mejor temporada en Europa, el Fideo seguía sin ser citado.
“Si me rompo el ojete en el club es para intentar tener la chance en la Selección y poder competir. Es difícil de entender que estando en un buen momento no soy convocado, y tampoco me la han dado. Si no estoy convocado es porque no me quieren convocar, seguiré peleando para estar en la Selección ¿A los 32 años estoy viejo?”
Scaloni escuchó y se convenció de que podía haber una chance mas. Lo volvieron a llamar en la jornada de Eliminatorias en la que el combinado nacional recibió a Paraguay un 12 de noviembre, y visitó a Perú, el 17. Angelito había vuelto, y estaba listo para disputar la Copa América del 2021. Sin embargo, el odio que se había apagado con su ausencia, se volvió a encender, más fuerte que nunca, tras la citación al certamen que se disputó en Brasil, en especial durante la previa. El pedido de Juan Carlos Toti Pasman en el programa “El Show Del Futbol” fue quizás el más recordado de ese entonces. Muchos lo respaldaron, unos pocos lo desmintieron.
“Como hincha de la Selección, le pido a Scaloni que no lo ponga más de titular a Di María. ¿Qué hemos hecho los hinchas de la Selección argentina para ver 13 años seguidos a Di María de titular? Por favor, no lo pongan mas. Lo sacaste y ponía cara de culo. Vos no lo convocabas y lo llamaste de nuevo por las declaraciones que hizo y porque lo quiere Messi. Con respeto, eh. Es un fenómeno, es un crack, son millonarios, son mejores que nosotros. Pero por favor, Scaloni, de titular no más”.
En un plantel en el que aceptó ser recambio, se metió en el once de la final. A partir de ahí, la historia es conocida por todos. Con un toque sutil, como lo había hecho con Nigeria 13 años antes, casi que elevando la pelota con un guante, se la picó al arquero Alisson Becker y convirtió el gol de la redención, que significó el título tras 28 años de sequía. Llorando de alegría, y de alivio, Di María dejaba atrás una etapa negra en la historia de la Selección, y un fuego interminable de críticas, que se fue apagando con una lluvia, que traía paz y bienestar. Se marcaba el fin de una era, y el inicio de otra, mucho más dulce y próspera, con la que el Fideo completó su redención y quedó inmortalizado en la historia.
Como tenía que ser, también se la picó a Gianluigi Donnarumma, arquero italiano, para contribuir en la obtención del título de la Finalissima que enfrentó a los campeones de América y Europa, respectivamente. Sobre el final de ese mismo año, como si hubiera sido un cuento de fantasía, o una película de sucesos mágicos, bailaba a los franceses en la final del mundo. El pobre Jules Koundé no sabia qué hacer para detener a un Fideo desatado, motivado por su deseo de ser campeón del mundo y los hinchas argentinos, que a diferencia de lo que fue el pasado, le proporcionaron un amor incondicional que no solo era un alivio, sino que lo fortalecía. Provocó el penal del primero y convirtió el segundo, tras una jugada magnífica que quedará tallada en la historia de los mundiales. Al final se sufrió, pero solo hizo que el final fuera más dulce. Tras la victoria por penales luego de haber igualado 3 a 3, Argentina se consagró campeón del mundo por tercera vez en su historia.
Di María dejó en el pasado todos esos años llenos de críticas y tristezas, evidenciando su amor incondicional por la Selección argentina, prevaleciendo ante la adversidad y demostrando la clase de jugador que es.
“Lo que más me dolía era esa crítica que te terminaba lastimando. El que no nos daba para estar en la Selección. Por ejemplo para mí, personalmente, que me cagaba en las finales, que nunca estaba para las finales, que siempre me pasaba algo. Al final Dios me dio esa revancha y después de tres finales en las que no pude estar al 100% (Mundial 2014 y Copa América 2015 y 2016), y en las tres siguientes (Copa América 2021, Finalissima 2022 y Mundial 2022) pude estar al 100% y demostrar que realmente no era eso lo que me pasaba”.
Ángel Di María pasó de ser un jugador frecuentemente criticado a convertirse en un héroe nacional. Su determinación y capacidad para superar las adversidades y las lesiones le ganaron el respeto y la admiración de los hinchas, además de probar que todo lo que se dijo sobre él, no pudo haber estado más alejado de la realidad.
La redención de Di María es una historia que da cuenta de su perseverancia y pasión, demostrando que, a pesar de los obstáculos y las críticas, es posible alcanzar la grandeza y dejar una marca indeleble en la historia del deporte. Sin embargo, no se conforma con lo obtenido, y buscará cerrar su carrera con broche de oro en la Selección argentina en la Copa América 2024, la que será la última función para disfrutar del Fideo con la celeste y blanca. Al final de la competencia, se bajará el telón.