Por Joaquín Arias
12 de mayo de 2024. En Hamburgo, Alemania, el árbitro marcó el final del partido. El pasto del Millerntor-Stadion dejó de ser el terreno de once jugadores para abrir paso a miles de simpatizantes que invadieron cada rincón de la cancha. Unas horas después, en un bar de Buenos Aires, Argentina, a más de 11 mil kilómetros de distancia, un grupo de 30 hinchas cantan y festejan porque el St. Pauli volvió a la Bundesliga.
Piratas del Sur nació por casualidad, según cuenta Pablo, uno de los fundadores. Esta
noche oficia de anfitrión y saluda a las personas que ingresan. Una vez que ve que tienen una prenda del equipo los guía hasta la barra para ofrecerles una cerveza gratis. Pablo es fanático de Platense y en el ya lejano 2006 buscaba por internet camisetas similares a las del Calamar. La primera y quizás la única sugerencia inmediata que le apareció fueron las
del braun weiss. “Podía haber quedado ahí pero me interesó saber más del club. Era complicado acceder a la información, tuve que buscar en páginas alemanas y traducir de a
poco, pero por suerte no era un club normal sino que tenía una filosofía que me enamoró desde el primer momento”, cuenta.
Ver esta publicación en Instagram
El club normal que se esperaba encontrar existió hasta la década del 80. En ese momento, Sankt Pauli, el barrio del equipo, estaba en una crisis que generó la desocupación de varios edificios. Estos fueron tomados por grupos de okupas punks, que vieron en el club, un humilde conjunto que jugaba en ligas regionales, una manera de promover su mensaje antifascista en respuesta al hooliganismo inglés y generar una cultura propia.
Mientras su rival Hamburgo ganaba ligas, copas y hasta la Champions, el Pauli llenaba el ascenso alemán de banderas con consignas políticas que siguen hasta hoy. Combatir el racismo, la homofobia, el machismo y defender la inmigración se transformó en un objetivo no solo de esta corriente de hinchas, sino que de la propia institución. “Esa es la gran diferencia con otros clubes con mensajes similares, como el Rayo Vallecano o el Celtic. Es el mismo club el que por estatuto levanta esas banderas y las difunde para todo el mundo”, explica Pablo.
El ambiente se iba poniendo cada vez más concurrido y agradable, haciendo olvidar la fresca noche porteña. Las mesas empezaron a ser ocupadas por camisetas y camperas marrones. Mientras tanto, la música acompañaba con el rock y el punk como bases, siendo una mezcla de hits de bandas conocidas como AC/DC, con temas en alemán. Algunas personas conversaban y se saludaban denotando que no era la primera vez que estaban allí, que solían ir a los “rituales” que hace la peña en cada partido. Otros estaban más
tímidos y miraban a la pared que apuntaba el proyector, que mostraba en diferido el partido del ascenso de esa mañana. En esa pared colgaban banderas de distinto tamaño. “Argentina ist braun weiss” (Argentina es marrón y blanca) rezaba la más grande.
Todas tenían el mismo símbolo: la calavera, un segundo escudo para los hinchas. Una de ellas estaba plasmada sobre la bandera LGBT. “Quizás es la bandera más histórica de la peña”, detalló Santiago, otro de los fundadores, y amplió: “Nos acompañó a marchas
de todo tipo, como las del orgullo y las del 24 de marzo. Y ondearla en lo alto de la plaza
nos hizo conocer a mucha gente que averiguaba sobre el club en esos contextos. También
fue para Alemania cuando cumplí el sueño de ver al St. Pauli. Representa la manera de
sentir de este grupo, porque queremos un fútbol distinto y rebelde que respete toda
diversidad”.
Mientras la improvisada pantalla mostraba los goles el bar entraba en su punto más álgido, entonando algunas canciones de cancha argentinas modificadas. Uno de los más entusiasmados era Fernando, un hombre de unos 50 años que tenía una remera con la ficha de un partido del club contra el Bayern Munich en 2002, que ganaron 2-1. Es español de nacimiento y se le notaba su acento. “El gallego”, como lo apodaban cariñosamente sus compañeros de mesa, contó: “Hace seis años que vivo aquí y el St. Pauli es una de las cosas que me unió a los argentinos. Tuve la suerte de encontrarlos y unirme. Si en Galicia algunos me consideraban raro por seguir tanto a un equipo del ascenso de Alemania, ¿qué me esperaba en la otra parte del mundo?”. Luego de algunas risas y chistes, rememoró que “navegando por facebook” vio la página de Piratas y no lo podía creer: “Fue una alegría enorme ver que nuestra filosofía se haya expandido a tantos lugares. Es una lucha más importante que cualquier ascenso”.
Pablo sentenció: “Nuestros ideales no se rigen por la izquierda o la derecha, se rigen por lo humano, por ver al fútbol como un juego”. “Tuve la suerte de poder ir a ver al equipo en Alemania y la experiencia me atrapó aún más, es indescriptible. Y lo mejor es que puede ser en cualquier categoría porque es lo de menos”, agregó. El partido comenzaba a llegar a su final y la gente entonaba cada vez más fuerte el “Dale Dale Sankt Pauli” y a levantar sus vasos de cerveza. El árbitro pitó, la pantalla mostraba el césped invadido y el bar se llenó de brindis, abrazos y gritos como para por fin celebrar apropiadamente la hazaña de aquella mañana.
Cuando las aguas se calmaron un poco por los parlantes empezó a sonar una melodía lenta que el fanático del fútbol reconocería fácilmente. Instantes después la mayoría se levantó para cantar el estribillo. El You’ll never walk alone, tan relacionado con el Liverpool pero que también utilizan los hamburgueses, fue el cierre de una noche de festejos. Para muchos el ascenso de un equipo alemán es algo meramente estadístico; para la familia mundial que tiene el St.Pauli, la alegría de que su fútbol y su lucha seguirá expandiéndose.