Por Lucas Lopez
Un mediodía, a principios de los años 90’, en el barrio de San Telmo, con una mesa poblada de copas, vinos, sodas y panes como espectadora de semejante momento, se sacaban una foto verdaderos artistas: Quino, Roberto Fontanarrosa, Alejandro Dolina, Ricardo Mollo, Alfredo Casero, el Negro Caloi, Joan Manuel Serrat. En el medio, abrazado a Dolina, había alguien que no era de eso que se suele llamar arte, pero que también era un artista: Cesar Luis Menotti. Menotti, de todas las personas, quizá fue la primera que pensó al fútbol como un arte.
Nació en Rosario. Jugó en Rosario Central, Racing, Boca, Santos y Juventus de Sao Paulo, con un breve paso por Estados Unidos en el medio. Fue entrenador de Newell’s Old Boys, Huracán, donde salió campeón en el año 73 con un equipo que iba a ser recordado hasta el día de hoy, dirigió a la Selección Argentina, ganó el Mundial del 78, después pasó por Barcelona, Boca, Atlético de Madrid, River, Peñarol, Boca otra vez, Independiente, Sampdoria de Italia, una segunda etapa en Independiente, Rosario Central, una tercera etapa en Independiente, y un ciclo muy corto en México, en lo que fue su última experiencia como director técnico. 7 títulos obtuvo como entrenador, que no le hacen justicia a su impacto en este deporte.
Jorge Valdano escribió, sobre él, en diario El País: “La personalidad entre bohemia e intelectual que lo acompañó siempre estaba construida por un gran amor a la música popular, una sensibilidad estética hacia todo y un fuerte compromiso con la política de izquierdas”. Entender al Menotti amante de la música es entender al Menotti técnico, su legado, aquel que dejó una corriente filosófica que aún hoy en día sigue viva.
Cuando era joven escapaba de su ciudad y viajaba a Buenos Aires, veía boxeo y pasaba las noches en la siempre luminosa avenida Corrientes, perdido en los bares en los que escuchaba a sus orquestas y artistas favoritos. Ya en los años 70 se mudó a la capital porteña, las salidas se hicieron más frecuentes y Cesar Luis no dejaba noche sin escuchar en vivo las notas de algún bandoneón. Así conoció a grandes artistas de la cultura propia de este país: Anibal Troilo, Roberto Goyeneche y, su preferido, Osvaldo Pugliese.
Pugliese y Menotti tenían cosas en común por fuera del arte: el Partido Comunista sirvió como unión para ambos, más allá de la amistad. Alguna vez el pianista lo invitó a uno de sus ensayos, pero al escuchar a sus violinistas, Pugliese suspendió todo. “Hoy no están bien, mañana seguimos”. A Menotti esa escena le quedaría para siempre en la memoria: “¿Ven? Es igual a un entrenamiento”, le dijo a su cuerpo técnico.
De las -interminables- célebres frases que dejó Menotti, varias fueron protagonizadas por la música: “Un equipo es igual a una orquesta de músicos”, o, refiriéndose a Bilardo, “yo soy admirador de Joan Manuel Serrat y Mercedes Sosa y a él le gustan Los Wawancó”. La amistad con el catalán fue la más fuerte que tuvo el Flaco. Llegó a decir que “en el fútbol todo debe tener un sentido, como la música de Serrat”. Se conocieron en el Mundial del 82, cuando él viajó a Barcelona para dirigir a la Selección Argentina. El cantante, tiempo después, dijo que “siempre le había interesado su forma de trabajar, y, sobre todo, su manera de hablar de fútbol como un hecho lúdico, divertido y creativo”.
Tanto se querían, que Menotti escribió un solo libro en su vida y Serrat estuvo a cargo del prólogo. Fútbol sin trampas, conversaciones entre el técnico campeón del mundo y Ángel Cappa cuando volvían de la playa, un verano en que vacacionaban en la ciudad de la que estaba enamorado Menotti, Mar del Plata.
“Esos chicos… sus hijos, señoras y caballeros, están proyectados para jugar. Para jugar por jugar. Para divertirse jugando. No les anticipen el muermo. No los conviertan en aburridos prematuros, que de eso, con el tiempo, ya se ocupa la empresa. De eso se encargan los malos dirigentes, con sus cortes de mangantes y con los técnicos acomodaticios y serviles que en el mundo han sido, son y, mucho me temo, serán”, cerraba Serrat el prólogo, con un anticipo de todo lo que vendría después en el libro.
Menotti, hábil y público fumador, de quién hay más fotos con un cigarrillo en la mano que sin, tuvo complicaciones de salud incontables veces por su adicción. En 2011, cuando fue operado por una afección pulmonar que lo dejó en terapia intensiva, recibió un mensaje de su amigo catalán: “A ver si ahora te ocupas de la vida y no del cigarrillo”. Desde aquel día no fumó más, abandonando aquel objeto con el que estaba tan asociado. Cesar Luis Menotti, aquel primer artista del fútbol, que supo musicalizar a sus equipos así como Pugliese daba ritmo a su orquesta o Serrat entonaba las estrofas de Penélope, falleció el 5 de mayo de 2024 a los 85 años.