Por Agustín López Resano
El exdelantero de Atlético Tucumán recordó el festejo de su gol en 1999, cuando mostró una remera que reivindicaba la lucha de las Madres en la provincia gobernada por el genocida Antonio Bussi.
El registro del último gol en la victoria por 3 a 1 del irregular Atlético Tucumán sobre Godoy Cruz en 1999 no ocupará una página dorada en la historia deportiva del Decano. Sin embargo, el festejo del tanto constituye una piedra angular en materia de deportistas que en actividad se han expresado por la reivindicación de los derechos humanos, violados sistemáticamente por la dictadura cívico-militar que ejerció el terrorismo de Estado en Argentina desde 1976 hasta 1983.
Aquella noche, tras empujar la bola a la red, Mauro Amato se levantó la remera del club y descubrió otra, negra, que junto a cuatro pañuelos blancos transmitía un mensaje: “Aguanten las Madres”. La foto de la celebración no salió publicada en el diario local, afín al -por aquel entonces- gobernador de la provincia, el genocida Antonio Bussi.
El ahora exfutbolista y entrenador de la octava división de Estudiantes de La Plata mantiene la misma sencillez que caracterizaba a su definición en el área rival. Pacta la entrevista en su domicilio platense e invita bebida y sánguches de miga. Por si quedan dudas de su predisposición, aclara: “Sentite como en tu casa”.
– ¿Cómo se gestó tu vínculo con los derechos humanos y la lucha de las Madres de Plaza de Mayo?
– Por aquel tiempo me había nacido el interés por la literatura, había empezado a leer diferentes libros y mi estadía en Tucumán me encontró leyendo Nunca más, una obra con testimonios impactantes. A medida que empecé a investigar sobre lo que había sucedido y el sufrimiento que había causado, se despertó en mí una reflexión muy profunda.
– ¿Por qué elegiste esa forma para transmitir el mensaje?
-Quería hacer saber lo ocurrido. Decidí utilizar al fútbol como vehículo porque era mi ambiente y, además, porque sabía que iba a lograr una gran repercusión. Y qué mejor que comunicarlo a través del festejo de un gol, que es un momento en donde todas las miradas reposan en quien convierte. En definitiva, mi objetivo era crear conciencia social para que nunca se olvidase lo que había acontecido y, a su vez, dejar un mensaje. Así que un buen día mandé a hacer la remera.
– Teniendo en cuenta que el gobernador de la provincia del equipo que integrabas era Antonio Bussi, un represor que años después sería condenado por haber cometido delitos de lesa humanidad durante la dictadura, ¿recibiste algún tipo de amenaza por tu accionar?
-Por suerte, no. Solo un dirigente me dijo que me cuidara con los mensajes que mandaba. Lo que sí sentí es que quisieron callarme; la foto del gol no salió publicada en el diario local y me dejaron de hacer notas por algún tiempo. Sin embargo, lo más significativo fue que mi familia me dejó de saludar. Lo cierto es que mi entorno familiar nunca se había involucrado con algo, entonces nunca sabían nada. Ahí tomé noción de que había sido formado desde un desconocimiento. El rechazo no me importó, porque cuando uno enfrenta una lucha va hacia adelante.
– ¿Considerás que es importante que los deportistas se expresen sobre el tema?
-Sobre cualquier tema. Creo que existe un circuito cerrado de pensamiento en el fútbol, que es de lo que puedo hablar. El futbolista y su entorno solo consumen fútbol y no advierten que hay más cosas, que antes hay una vida. Yo empecé a ver más allá y a incorporar mayores conocimientos, lo que me llevó a transitar mis días de una mejor manera. En lo que respecta a Memoria, Verdad y Justicia, creo que cuanto más seamos y más abarquemos, es mejor. Sobre todo, cuando aparecen los sectores negacionistas. Hay que seguir con la lucha por los desaparecidos y mantener viva la historia, transmitiéndola. A veces no nos damos cuenta de que no es poca cosa contar con un micrófono para decir lo que pensamos, y eso hay que aprovecharlo. Antes de aquel gol yo nunca había hablado con mis compañeros sobre la dictadura, pero después de aquella noche me preguntaron de qué se trataba, qué había querido decir, y ahí tuve mi momento para expresarme.
– ¿El respaldo a las Madres fue la musa inspiradora para otros pedidos de justicia u otros mensajes?
Definitivamente. Después de esa noche me propuse seguir haciendo goles y dejando mensajes, así que, al poco tiempo, en Arrecifes, hice lo mismo con otra remera que decía “No se olviden de Cabezas”, en repudio a la inacción judicial en el caso del fotógrafo asesinado en 1997. Otro día, mostré una que me había regalado Gustavo Chizzo Nápoli, cantante de La Renga, para promocionar su disco. También festejé una vez con una de la marca Martín Palermo, cuando el Titán, a quien conocí en Estudiantes, había sacado su línea de indumentaria.
– Hoy te comerías varias amarillas…
– Sí (risas), pero estoy seguro de que se me hubiese ocurrido otra cosa con tal de transmitir los mensajes.
– En tu actual rol de entrenador de chicos de 16 años, ¿tratás de inculcarles algo más desde lo extradeportivo?
Justamente este año, en la víspera del 24 de marzo, les pregunté a los chicos si sabían qué día se conmemoraba y hablamos un poco de eso. Muchas veces en el fútbol no hay tiempo, pero yo aprovecho cada charla. Soy un convencido de que cuanta más conciencia tenga y mejor persona sea un deportista, mejor deportista será. Trato de inculcar valores a través de la pelota. Me gusta lanzar preguntas, hacerlos pensar, darles más opciones a la hora de razonar.